Capítulo 01: El internado
Carla Rinaldi.
Ser la hija perfecta me era demasiado difícil, El tener que estar obedeciendo a los mandatos de mis padres era muy costoso, ¿por qué no podían ser personas normales? O más bien, ¿por qué nunca me pedían que hiciera cosas más normales?
Al cualquier otro niño lo más que lo mandan a hacer es a arreglar su cuarto, a barrer o limpiar el piso, al menos ese es el concepto que tengo de una “persona normal”. En cambio a mí me mandaban a hacer otras cosas, cosas que llegué a considerar inhumanas que solo hacen personas sin corazón.
Al ser mis padres una familia importante, cuyo trabajo que ejercían les obligaba a mantener una imagen impecable frente a las demás personas, por lo cual ellos no se ensuciaban las manos y mandaban a otras personas a hacer sus asquerosos trabajos, yo era una de ellas.
Nadie sabe que soy hija de los famosísimos multimillonarios Eliza y Mike Rinaldi, tengo el mismo apellido que ellos, pero como casi no nos parecemos físicamente nadie notaria que somos familia; lo cual es un punto bueno para ellos. Entonces aprovecharon de ello.
Por lo que recuerdo, me han entrenado desde pequeña para hacer sus trabajos. Me enseñaron a defenderme y a atacar, tomé clases de boxeo, artes marciales, en escondidas también tomé clases para aprender a usar armas de diferentes tipos. Todo esto me ha ayudado a salvarme de situaciones de peligro.
Los trabajos a los que estaba obligada a cumplir eran algunos como amenazar a alguien a muerte por falta de pago, infiltrarme en alguna casa del gobierno, o a alguna propiedad privada a robar algo; muchas veces me encontraron en el acto, pero como siempre llevaba peluca y lentes de contacto, nunca encontraron una identidad en concreta.
Me tocaba que hacer esos y más trabajos. Mis padres eran a lo que se le podía llamar mafiosos. Son líderes de una de las mejores mafias, en la cual ocultaban su identidad, yo era los ojos de ellos, todos los demás hacían lo que yo les mandaba a hacer.
Nunca quise estar en ese mundo, eso no era lo mío. Yo lo único que deseaba era estudiar y ejercer una carrera que me gustara, nada más, eso era todo lo que pedía. Cada vez que le decía algo a mis padres me respondía con un:
—No seas quejumbrosa y cumple con lo tuyo.
Entonces me preguntaba, ¿en realidad los quiero? La respuesta a esa pregunta vino cuando cumplí los diecisiete años, obtuve la respuesta a esa pregunta y no de la mejor manera.
El día de mi cumpleaños mi madre salió en la madrugada porque tenía un vuelo para Estados Unidos, iba a visitar a una hermana de ella. Al atardecer ya debía de haber llegado a la casa de su hermana; nunca llegó. Se fue a la policía y se catalogó como desaparecida pero nunca se hizo nada por encontrarla a pesar de ser conocida en prácticamente todo el mundo, ¿por qué?
Desde que mi madre desapareció pude saber cuánto la quería, yo decía que la odiaba con toda mi alma y hoy me arrepiento de ello, también decía que ojalá se muriera ella junto a mi padre, hoy que ella desapareció y no volvió tras un año me lamento haber dicho todo lo que dije en algún momento. Pero ya no hay tiempo para arrepentimientos.
Además de los trabajos que me mandaban a hacer, mis padres siempre me han querido, y —en secreto— yo a ellos, eran todo lo que tenía, lo único que me quedaba.
El que mi madre desapareciera me dolió, me destrozó una parte de mí, algo que jamás creí que llegara a sentir. Llegué al punto en que mi padre me tenía que llevar a terapia psicológica porque estaba cayendo en depresión.
Todavía siento un vacío en mi vida, en mi pecho; en mi corazón, eso es algo que no creo que se pueda reparar, ni tampoco rellenar, así queda. A pesar de todo ¡era mi madre! Yo la amaba y que de un pronto a otro desapareciera hizo que me fuera desmoronando poco a poco.
Mi vida cambió desde ese entonces. Me encontraba tan perdida sin ningún rumbo por seguir, ya no tenía tan claro lo que quería. Junto a mi padre que también había quedado masacrado con su pérdida, estábamos haciendo el intento de ir a terapia psicológica, ambos estábamos cayendo en depresión.
¿Quién lo diría? Desde ese entonces siento que mi padre me quiere, ya no me expone como antes, ahora hace el intento de comprenderme y es algo que admiro, algo que nunca creí que llegara a suceder, sucedió.
Pero, sucedió algo más extraño todavía. Un día cuando iba llegando a casa del instituto me puse a revisar mis libros para hacer los deberes cuando de repente abrí un libro y un pequeño papel blanco salió volando de entre las páginas.
Lo primero que se me vino a la mente fue que era alguna amenaza, la sorpresa fue cuando lo abrí y vi lo que tenía escrito dentro:
“Si quieres descubrir la verdad, al internado has de entrar.
Atentamente. Tu persona favorita”
Al principio no entendí lo que quería decir, primero, ¿quién era mi persona favorita? En segundo lugar, ¿qué significaba eso y a cuál internado? El impacto fue mucho mayor cuando recordé una conversación que tuve con mi madre de cómo había conocido a mi padre.
Ella estaba sentada frente a mí en la mesa del comedor, por primera vez después de mucho tiempo estábamos compartiendo el desayuno juntas.
—Tu abuela me mandó a un internado, en el que por cosas del destino conocí a tu padre. Me hubiera gustado mucho que estudiaras en ese mismo lugar, al parecer hoy en día es uno de los más honorables y prestigiosos que hay en el país de Estados Unidos —Había dicho con semejante emoción.
No me dejó ni hablar cuando se fue a buscar algo en su fino y caro bolso de mano y me dejó con la palabra en la boca. Volvió con un pequeño libro color lila, lo abrió en frente mío y me mostró algunas fotos del mentado internado. Se notaba una construcción gigantesca, casi podría decir que parecía un castillo como los de las películas de princesas.