cómplices "un amor aprueba de balas"

Capitulo 7

Después de que ese hombre salió de la casa tardé mucho tiempo en recobrar la movilidad de mi cuerpo, había quedado petrificada y débil, estando allí, solo pensaba en las palabras que me dijo, sabia mi nombre, estaba siguiendo a mi madre, ¿Qué iba hacer ahora? Entonces supe de inmediato que tenía que hacer, como pude me levanté, tomé el teléfono y le marqué a ese número que había jurado no volver a llamar, éste replicaba al otro lado de la línea pero nadie respondió, pensé que tal vez conoció mi numero y no quería contestarme, pero aunque no quisiera tenía que insistir, no podía poner en peligro la vida de mi madre por haberme metido en la cama equivocada, después de un par de veces más, por fin contestó.

 -Amelia… -contestó cortante.

-Jack… necesito que vengas a mi casa ahora… -dije con la voz quebrada.

-¿Qué te paso? ¿Cariño estas bien? Por favor no te muevas voy en seguida. –dijo colgando de inmediato.

Dejé el teléfono sobre el sofá y me encogí metiendo la cabeza entre mis rodillas, no supe cuanto tiempo paso hasta que sentí unos brazos enrollándome firmemente, me exalté creí que aquel hombre había regresado a terminar lo que dejo empezado, pero al levantar la vista allí estaba, esos ojos que me hipnotizaban y mortificaban a la vez, sin dudarlo mucho pronuncie un garabato con su nombre y me lancé a sus brazos, me aferré a él como si de mi vida se tratase, él me recibió y acunó en su regazo.

- shhh… tranquila cariño, aquí estoy, no pasa nada. –me susurraba dulcemente mientras acariciaba mi cabello.

Un rato más tarde mi llanto había cesado, no salía nada mas de mi, aun continuaba abrazada a Jack, era irónico que el responsable de esto sea la única persona que me hace sentir segura, sus brazos era como mi refugio, cuando todo se fue asentando en mi cabeza me separé de para verlo a los ojos.

-esto es tú culpa… -lo acusé fríamente.

-Amelia jamás haría nada para lastimarte. –negó mirándome tan dulcemente como siempre.

-pues eso deberías explicárselo al matón que estuvo aquí, revolcando mis pertenencias, a ese que quiso ahorcarme, ese mismo que me amenazo a mí y mi familia. –grité alejándome más de él.

-¿Qué? No puede ser Amelia. –escupió levantándose rápidamente.

-si puede ser, cree que soy tu novia, me dijo que te advirtiera que no te acercaras a un tal Alquimista, o de lo contrario me matarían. –dije reviviendo lo sucedido.

-tranquila amor, eso no pasara, nunca permitiría que te lastimaran, juro que te mantendré a salvo. –prometió acercándose más a mí pero me alejé de él.

-necesito saber todo, la verdad y ahora mismo, creo que al menos me debes eso después de todo esto. –advertí enojada.

-está bien Amelia te lo diré siéntate por favor. –suspiró resignado. - esto que te voy a decir necesita de toda tu atención, además podrían matarme por decírtelo, sin embargo quiero que sepas que eres más importante que todo lo demás. –dijo entrelazando sus dedos ansioso y yo me senté frente a él.

-¡habla de una maldita vez Jack! –grité irritada.

-Amelia… yo… -miraba para todas partes buscando la manera correcta de contarme. –trabajo para una agencia secreta, tienen una especie de acuerdo o contrato con el gobierno, es decir, hacen el trabajo sucio que legalmente ellos no pueden, nosotros nos encargamos de eliminar posibles amenazas para el país. –guardó silencio un momento y continuó. –Amelia mi trabajo es buscar, encontrar y eliminar dichas amenazas sin dejar rastro alguno de que si quiera existieron. –sentí que mis globos oculares caerían al suelo en cualquier momento. –se que no es justificación pero quiero que sepas que jamás he matado a nadie inocente, las personas de las que me encargo son terroristas, delincuentes de cuello blanco, estafadores que hacen de las suyas en las sombras consumiendo al país sin que nadie lo note.

-¿eso quiere decir que trabajas para el gobierno? –pregunté curiosa.

-no Amelia, cuando te dije que habían muchas cosas que ni siquiera sabías que existían era cierto y esta es una de ellas, aunque de hecho no existimos, si alguna de nuestras intervenciones sale mal, no hay manera de relacionarnos con el alto mando, así que seriamos juzgados como cualquier otro delincuente. –entonces se detuvo, tal vez esperando que dijera algo, pero estaba tan anonadada que era incapaz.

-¿Quién era el hombre que vino hoy? –pregunté aun mostrándome indiferente.




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