Beatriz
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
Lanzo un suspiro profundo, recordándome que vivir tanto tiempo alejada de mi ciudad natal casi me hace olvidar que provenía de una de las familias más tradicionales y devotas de la realeza de toda Gran Bretaña. Desearía que esto fuera una broma, como las que solían hacerme mis compañeros en la escuela por ser una "cerebrito fea y muy aburrida". Realmente quiero despertar de esta pesadilla y perderme de todo este bochornoso circo en el que nunca quise participar.
Miro las caras de todos los presentes, que se supone que son familia. Sin embargo, no reconozco a la mayoría, porque solo después de ese infernal anuncio es que todos han decidido reconocer que tienen algo que ver con nosotros. Lo cierto es que nada de esto estaría sucediendo si no hubiera cumplido mi mayoría de edad y me hubieran dejado seguir enseñándole a mis vacas en mi lejano pueblo de Ashford Shire. Honestamente, creo que mis vacas tienen más raciocinio que toda esta gente, incluyendo a mis padres.
Ellos, quienes, una vez notificados con la resolución del rey, no dudaron ni un segundo en alardear de que, gracias al heroísmo de mi tatarabuelo, yo debo terminar casándome con ese estúpido.
―¿Bea? ―Mi madre llama mi atención, y sin más remedio, me giro para mirarla―. Podrías sonreír, aunque sea un poco. Todos te miran ―agrega, apretando sus dientes con una sonrisa que a leguas se ve forzada.
Desearía que no lo hicieran, pero es irremediable: soy el centro de atracción porque, debido al anuncio, mi familia y yo tenemos que volver a la capital. Mamá insiste, haciéndome muecas, y tengo que obligarme a sonreír o no me dejará en paz. Sin embargo, no puedo hacerlo de forma genuina, así que solo les muestro mis dientes y les regalo mi mejor falsa sonrisa.
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────