Comprometidos por el destino

─ ∗V∗ ─

―Ella no puede ser ―sigue diciendo como un estribillo que ya empezaba a marearme, por lo que tengo que salir de la cama, agarrarlo de los hombros y enfrentarlo.

Personalmente, tampoco es algo que me gustara. Bea me odia desde que éramos pequeños. Ella sigue creyendo que maté a su perro porque no tengo corazón, y que todo lo que pasa a mi alrededor me importa un bledo. Eso fue en una visita que hizo mi familia a su villa en ese lejano pueblo, y que ahora medito en que fue para que nos conociéramos.

Tampoco es así, pero o voy a hacer nada por cambiarle esa opinión de mí, porque nada lo ha hecho hasta ahora. Además, tenía doce años y al pinche perro lo habían envenenado y no tenía salvación por lo que no quedó más que sacrificarlo. Ni siquiera me pregunto de quién fue la buena idea de emparejarnos, porque es obvio que fue del abuelo, él fue el más insistente en que visitáramos a los Sullivan, cuando su padre aún vivía.

―Tienes que negarte ―me mira, aprensivo.

Qué más quisiera. Nuestros abuelos lo planearon desde que nacimos.

―Eso es imposible, deberías saberlo ―expongo con molestia―. La única forma de terminar un compromiso es que su familia quede en bancarrota y sean ellos quienes lo terminen, y su abuelo, el viejo Sullivan, está muy lejos de eso. Pero te aclaro que es lo que quisiera hacer.

―¿Entonces estás conforme con ello?

―No estoy conforme, solo sigo las reglas, ¡bien!

Me exalto. Jude de verdad bromea si cree que esto es fácil para mí.

―¡No puedes casarte con Bea! Tú sabes que yo la amo y estaba esperando que nos emparejaran.

Cielos, me pregunto si está soñando todo lo que dice de repente.

―Cómo iba a saberlo, tú tampoco me habías contado nada de eso ―le recrimino.

Después de todo, también me estaba escondiendo ese secreto. Esta situación me hace suspirar, pero que mi mejor amigo diga eso me pone en una difícil situación. Yo no podría decir algo igual. Beatriz es la última chica en todo el mundo con la que saldría de buena gana.

―Veré qué puedo hacer, pero por lo pronto debo seguir el protocolo.

Palmeo su hombro mirándolo con consideración y él baja su rostro, con decaimiento.

¡Que diantres pasa con él!

―¡Puedes rechazarla! Esa es otra opción ―dice lo bastante serio como para espantarme.

Trago con fuerza, lo último que quería era tener esta especie de rara discusión con mi mejor amigo, y por el que estoy dispuesto a hacer lo que sea, siempre y cuando esté en mis manos. Esto por desgracia, se me sale de ellas.

Suspiro hondo y con fuerza, porque, aunque ya lo he contemplado, tampoco es tan simple de realizar sin que haya una retaliación. El rechazo sin ningún argumento válido como para romper una antigua promesa, se considera más una humillación para su familia, que una forma decorosa de romper un compromiso.

Mis padres no lo permitirán, además, significaría ir en contra de un pacto sagrado. y de paso, la ruptura de un legado familiar.

―Jude…

Él se retira mascullando en voz baja palabras inentendibles, y que percibo no son agradables.

―Está bien, lo aceptaré de momento; pero no juegues con ella. Hazlo por mí mientras encontramos una solución para que termines ese compromiso sin herir el legado.

Lo cierto es que me quedo sin que decir con el raciocinio mental de mi amigo. Sin embargo, Bea a su modo me resultaba un gran reto. Definitivamente no es mi tipo; pero de algún modo quiero comprobar que tan terrible y huraña es en la actualidad.

―No te prometo nada, pero veré qué puedo hacer.

Eso lo hace sonreír al menos un poco.

―Gracias, Dam, eres el mejor. Será mejor que me vaya para que puedas prepararte ―dice.

Me quedo mirándole hasta que va a la puerta y sale. Es también cuando me pregunto que nunca me dijo cuando demonios conoció a Bea la más fea.

¡Qué carajos!

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