Comprometidos por el destino

─ ∗VII∗ ─

Damian

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

En estos últimos días he deseado que todo volviera a como era antes, cuando no me preocupaba por nada y vivía como me daba la gana, siempre y cuando nada se saliera de control. Exhalo bajo. Todos me miran como si tuvieran dagas en los ojos, pero lo raro es que Bea no lo hace.

Ella se ve estoica… y sexi.

¿Qué se hizo la bruja?

De verdad quiero estar más borracho para no hacerme estas preguntas estúpidas. Pero Bea, la Bea de siempre, no se ve nada mal. Arrugo la cara. Ella me mira con suficiencia, como si disfrutara verme comportarme como un imbécil.

―Cariño, vamos al baño a asearte un poco ―dice mi madre, colocándose a mi lado y quitándome la botella de la mano.

―No irá a ningún lado ―decreta mi padre, firme. Evita que mamá me arrastre―. Es obvio que en el estado en que está no podrá comportarse a la altura de esta situación. Les ofrezco nuestras más sinceras disculpas. Pactaremos una nueva reunión.

Por dentro me alegra que acabe este circo. Pero Bea no parece conforme.

―Tiene razón, señor Carrington. Y por eso tal vez deban reconsiderar que me enrede con alguien que parece haber perdido sus modales ―dice, y mis ojos se abren como platos.

¡¿Pero qué demonios?!

Mis padres ríen nerviosos. ¡Increíble! Soy yo quien debería decir que no estoy dispuesto a seguir con este arreglo, pero cuando voy a hablar, mi madre me tapa la boca y habla por mí.

―No es necesario llegar a ese extremo. Nuestro hijo ha estado bajo mucho estrés con sus exámenes finales. Tal vez eso lo despistó un poco.

―Sí, Bea, no digas tonterías. Este pequeño error no es motivo para acabar con una gran promesa ―la reconviene también su madre, acercándose a ella.

Pongo los ojos en blanco. Lorraine Sullivan y mi madre se miran como si estuvieran tramando algo.

―Querido ―dice mamá a mi padre―, tienes razón en que esta cena ya es un desastre. Lorraine estará de acuerdo conmigo en que los chicos deberían tener un tiempo para ellos antes de hablar de formalismos.

Mi padre la mira. Ruego que no le haga caso. Si no quiere enredarse conmigo, yo tampoco con ella. Pero ahora está en juego mi orgullo. Quería arruinar esto, sí, pero no quedar como el idiota mientras ella se corona como reina. Aunque admito que no se ve mal.

¿Acaso se hizo cirugías? No recuerdo que tuviera tanto busto. Me arruga más la cara cuando nota que la estoy mirando allí. Me lanza un gesto de disgusto. No es mi tipo, pero eso no quita que luzca sexi.

Le muestro mi enojo. No voy a admitirlo en su cara.

―Tal vez sea una buena solución. Bea no es mi hija, pero la quiero como tal. Espero que este acuerdo sea justo para ambos. Sería bueno que los chicos aprendan a conocerse. Limar asperezas podría ayudarles a llevarse mejor ―interviene su padrastro.

¿Y quién le dio el privilegio de opinar? Además, esto debería ser inválido. El verdadero padre, sobre quien recae la promesa, está muerto. ¿Qué lógica tiene todo esto? Todavía no entiendo el empeño de mis padres.

―En ese caso, estoy de acuerdo. Debemos darles tiempo antes de formalizar el acuerdo.

―Pero yo estoy bien si no lo hacemos ―insiste Bea como si quisiera corregir a mi padre.

Y aunque me gustaría que le hicieran caso, no voy a dejar que se salga con la suya. Soy yo quien va a acabar con esto, no ella. No le voy a dar el gusto.

―Señorita Sullivan, sé que nuestro hijo no le ha dado una buena impresión, pero le aseguro que él es mejor que esto ―continúa mi padre. Por Dios, ¿pueden dejar de ayudarme?

―Oh, no se preocupe. Ya le perdoné que matara a mi perro.

―¡No lo hice! ¡Iban a sacrificarlo de todos modos! ―mascullo. Nunca pude aclararlo, y ya veo que me sigue odiando por eso.

―Por favor, no tiene sentido seguir con esta conversación. Lorraine y yo nos encargaremos de organizar un encuentro más ameno. Además, Damian puede instruir a Bea, ya que van a estudiar en la misma academia.

¡Que cuernos con mi madre!

Mejor háganle caso, eso quiero decir. Pero no soy de los que se deja doblegar por ninguna mujer. Y menos por ella. Eso resentiría mi orgullo.

―¿Tienes algo que decir, Damian? ―pregunta mi padre, como si intuyera que estoy a punto de hablar.

―Estoy de acuerdo. Y voy a resarcirme con creces con la señorita Sullivan. Estaré encantado de instruirla en lo necesario ―declaro, haciéndola bufar de rabia.

―Es un hecho ―festeja mi madre con la señora Sullivan.

Ahora quiero gritar y arrancarme el cabello.

―Parece que ya te vino la lucidez ―menciona Bea, perspicaz.

―Solo se me ha pasado un poco ―digo, y me echo a reír como tonto, cabreándola más.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.