Damian
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
Cielos, no puedo dejar de reír con la cara que pone Beatriz cuando menciono lo del zoológico. Por desgracia, me habría encantado llevarla allí, pero justo hoy está cerrado por mantenimiento.
―Muy gracioso.
―Pensé que te haría muy bien saludar a tu familia de chimpancés ―continúo, y ella lanza un gruñido.
―El lugar iría más acorde contigo, orangután.
―Vale, la verdad es que me encantaría que te sintieras cómoda, pero por desgracia no será hoy. Y como te encanta la idea, podemos planear la ida para el sábado, que estará abierto de nuevo.
―Ya basta, idiota ―me calla, enfurruñada.
La miro de reojo y, aunque no se ha puesto algo parecido a lo que llevaba anoche, sigue teniendo el mismo efecto porque todo parece natural. Ella se gira hacia la ventana, dándome la espalda.
―Lo del zoo va en serio.
―¡Que te den! ―replica sin mirarme.
―Vale ―digo, tomando un poco de aire para decir lo siguiente porque me cuesta―, como estoy seguro de que no quieres estar a solas conmigo...
―¡Bingo! ―grita, bastante socarrona.
Arrugo la cara.
―Iremos a la fiesta privada de un amigo ―agrego a regañadientes.
A ella parece encantarle la idea, porque sus ojos brillan con la mala intención que se me ocurrió.
―Me parece perfecto.
―Podrás hacer lo que quieras lejos de mí, pero si dices algo, te mato.
―¿Es así como vas a deshacerte de mí?
―Si vuelves con lo del perro, voy a hacerlo de verdad ―la amenazo, y ella frunce la mirada.
―Hecho. Así que diviértete como quieras ―dice.
La miro con cautela porque es obvio que no sabe nada de lo que pasa en una fiesta privada, pero tal vez sirva para darle una lección. Al único que conoce es a mí, y no voy a estar cerca de ella.
Llegamos a la villa de Reynolds, que queda cerca del lago Costwold. Por supuesto que se sorprende.
―Supongo que te la pasas metido en estas fiestas.
―¿Tú no?
―¿Por qué perdería mi tiempo en eso? Supongo que solo me estás dando razones para mantenerme lejos de ti.
―¿Y no te gusta la idea?
―Me encanta ―dice, bajándose del auto cuando llegamos.
Reynolds sale a recibirme. Como es de esperar, trae una botella de tequila en la mano. Esa es su nueva adicción. Por supuesto, su risa se vuelve interrogante cuando ve a la chica que traje conmigo. Obvio, ninguno sabe que me han comprometido con ella, y conocen muy bien mis gustos. Y Bea, nada que ver con ellos.
―¿De dónde has sacado a este encanto de chica?
―De donde no te importa ―le responde Bea, sacándole el dedo del medio y haciéndole una pistola.
El tonto de Reynolds se echa a reír. Un gesto muy propio de ella, que reconozco que lo tiene desde niña porque me la mostró cuando intenté explicarle lo del perro. Después salen varios de mis amigos y las chicas, y entre ellas, la que eché de mi cuarto hace unos días. Ella mira a Bea y arruga la cara.
Aunque me gustaría liármela de nuevo, nunca falto a mi palabra de no repetir.
―Esta joya me encanta, ¿nos dejas darle la bienvenida? ―pregunta Rey.
Miro a Bea. Espero que diga que no la deje sola, pero parece que morirá llevándome la contraria.
―No necesito su permiso, ¿me llevas? ―le dice, y de inmediato Rey le coloca la mano en el hombro y le pide que vaya con ellos.
Una vez se la llevan, algo que no me preocupa porque la de temer es Bea, no ellos. Sabrina se acerca a mí, pero antes de que me diga algo, me voy tras mi nueva presa.
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────