Comprometidos por el destino

─ ∗XVII∗ ─

Beatriz

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Después de leer el mensaje de mamá, donde nos desea el mejor fin de semana a Tracy y a mí, me preparo mentalmente para lo que será el viaje a la villa vacacional de los Carrington en Swalon Hills.

Admito que solo hay dos cosas que me emocionan. Una de ellas es que volveré a estar rodeada de naturaleza, como lo estaba en mi añorado Asford Shire, y la otra es mi expectativa por cómo será el comportamiento de Damian.

Aún dudo que esté decidido a rogarme amor. La idea me hace reír, pero lo cierto es que, si vamos a acabar con este compromiso, por mi parte lo haré a lo grande.

―¿Ya dejaste de procrastinar? ―Tracy me increpa con un gesto de ironía en la cara.

―Sí ―respondo, poniéndole una sonrisita que le hace poner los ojos en blanco.

De inmediato agarra su maleta y empieza a arrastrarla, y yo, mi maletín. Al bajar a la sala, ya están todos preparados y más puntuales que un reloj. Damos los buenos días, y dos de sus hermanas se apresuran a venir a mi lado.

―¿Lista para conocer el paraíso? ―me pregunta Hellen.

―Hay un lago precioso para que Damian y tú naveguen en la tarde ―añade Rossana.

Nada más sonrío, echándole una mirada de reojo al tonto que está al lado de su padre.

―Por lo pronto, llegaremos para comer un delicioso desayuno campestre, que seguro te va a encantar, Bea ―continúa su madre.

―Estaré encantada de probarlo ―digo sonriendo.

―Hijo, ¿por qué no haces los honores y llevas a Bea contigo? Nosotros iremos detrás con su hermana ―agrega la mujer, dirigiéndose a Damian.

Él le sonríe y se acerca a mí.

―Estaré encantado de llevarte ―me dice, quitándome el maletín de las manos.

―Ya lo creo ―murmuro.

Él me brinda su mano y, como parece que el plan va en marcha, la agarro. Pero hacerlo se siente un poco incómodo para los dos, porque él también reacciona de la misma forma. Me mira de reojo antes de empezar a caminar.

―No pensé que estuvieras tan decidido ―hablo cuando llegamos al auto y guarda el maletín en la parte de atrás.

―Eso quiere decir que todavía no me conoces bien ―repone, yendo después hasta la puerta del acompañante.

―Ya conozco lo suficiente, y me sobra ―digo con un encogimiento de hombros cuando la abre.

Subo, y él hace lo mismo. Todos también se acomodan en los demás autos, que son un total de tres: el de sus padres, que llevan a Tracy y Rossana, y el de Hellen y su prometido. Él pone el auto en marcha, encabezando la comitiva.

―Bien, ya que mi madre me ahorró el tener que pedirte que viajaras conmigo, tenemos que hablar de nuestro plan.

―Estaba convencida de que no te gustaba la idea ―comento, bastante ladina.

―Y no me gusta, pero si es la única salida... Sin embargo, tengo una condición.

―¿Crees que puedes poner una?

―Puedo arruinarlo todo también.

―Si lo haces, terminaremos casados ―le digo, y él arruga el ceño.

―Casarme no es un problema para mí, solo que no voy a hacerlo contigo.

―Lo mismo digo, idiota ―repongo, enfurruñada y cruzándome de brazos―. ¿Y cuál es tu bendita condición?

―Es simple: no dejes de ser tú misma ―me dice, descolocándome un poco, porque no tengo pensado comportarme de otra manera.

―Como quieras ―digo, y él ríe bastante satisfecho, tanto que me hace dudar de si esto será una buena o mala elección.

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En el texto hay: enemigos a amantes, romcom, realeza moderna

Editado: 20.11.2025

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