Comprometidos por el destino

─ ∗XVIII∗ ─

Damian

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Pensaba que me iba a sentir más raro haciendo tratos con Bea, pero papá tiene razón, y es esa realidad la que hace que todo fluya a mi favor. Que no deje de comportarse como siempre lo ha hecho sentará el precedente de lo reacia que sigue estando a aceptar el compromiso.

Por lo tanto, solo debo bajarle un tono a mi orgullo y comportarme muy complaciente.

―Te ves muy feliz, eso quiere decir que mi idea del viaje no te ha caído tan mal.

―Esto es solo un parche para tapar otro ―dice altanera.

―Pero no te desagrada la idea ―continúo.

Ella se alza de hombros.

―No. O, ¿acaso ya te estás metiendo en tu papel de perrito faldero?

―Sí que arruinas todo con tu humor negro. Solo estoy siendo amable para llevar la fiesta en paz.
―¿Qué tanto? ―pregunta con un deje de desconfianza en su tono.

Me hace resoplar, de solo pensar en el ridículo misterio que le pone a todo.

―Lo suficiente para que esto funcione.

―De acuerdo, pero no te extralimites o pensaré que te estás enamorando de mí. ―¡Qué rayos! Bea hace que pierda el control del auto por unos segundos―. ¿No me digas que estoy en lo cierto? ―prosigue mientras trato de encarrilar el auto.

―Por qué no te vas a la mierda.

Alguien nos pita a un lado, y es Jude, que viene en su moto. Bea se asoma por la ventana para saludarlo.

―¿Algún problema con el auto? ―grita la pregunta.

―Sí, Damian me quiere matar. ¿Me llevas en tu corcel de acero lejos del ogro? ―ella le dice, muy divertida.

La miro con el ceño fruncido mientras Jude se ríe con ella. Puedo ver su satisfacción a través del vidrio de su casco. Él se aleja para buscar el carril a mi lado.

―¿Puedes dejar de decir tonterías?

―Tranquilo, solo era una bromita inocente.

Ella vuelve a acomodarse en su silla cuando Jude se pone a mi lado y toca el vidrio de mi ventana. La bajo un poco, aminorando la velocidad a 30 km/h. Básicamente estoy conduciendo como una abuelita de cien años al volante, pero cuarenta es el límite permitido por mi padre.

―¿Pasa algo con el auto? Tus padres me enviaron a preguntar.

―¿A mí o a Bea? ―lo inquiero.

―Solo me aseguraba, así que no le hagas pasar malos ratos.

―Todo está bien, así que ya puedes adelantarte ―le digo para que siga adelante. Él debe llegar primero.

―¿Estás coqueteando con Jude? ―le pregunto directamente.

Ella abre los ojos.

―¿Por qué haría eso? Solo hago lo que me pediste, ser yo misma ―se mofa.

―Más te vale que no vayas por ese camino con tu originalidad. Eso arruinará nuestro plan ―le advierto, y por primera vez me mira con seriedad.

―Al menos puedo ser su amiga, mira que no me cae tan mal ―arguye, enfurruñada.

―No lo hagas, porque será más malo para él que para ti ―sigo advirtiéndole.

―Veré qué puedo hacer.

Cielos, espero que no se le ocurra usar a Jude contra mí. Sé que él me ha confesado que le gusta, pero, aun si ella y yo rompiéramos este compromiso, seguiría sin tener una oportunidad, porque estoy seguro de que no le interesa y eso romperá su corazón.

Treinta minutos después llegamos a Swalon Hills, la villa de veraneo familiar. La verdad es que me encanta venir aquí: es tranquilo, además de que he pasado muy buenos momentos. Eso me trae recuerdos de Catherine, con quien pasé muchos de ellos cuando coincidíamos en nuestras vacaciones de verano.

Sus padres son dueños de la villa vecina, pero desde hace un buen tiempo vive en Belfast y no nos hemos vuelto a ver. Supe por mi madre que estaba por casarse. Ella fue, por así decirlo, mi primer amor de verano, y ahora entiendo por qué nunca me alentaron a formalizar una relación.

Después de estacionar, nos dirigimos a las habitaciones para acomodarnos y luego ir al jardín de invernadero a desayunar. Siguiendo mi papel de prometido caballeroso, acompaño a Bea a la suya.

―Es aquí ―le digo, abriéndole la puerta.

Ella se asoma, ojeándola un poco, y luego se vuelve hacia mí.

―¿No la compartiré con Tracy?

―Le sugerí a mi madre que te diera tu propio espacio así que ella ocupará la de al lado, y tienen una puerta para comunicarse. Eran habitaciones que ocupaban mis hermanas ―le respondo.

Mi teléfono vibra y yo lo miro enseguida. Para mi grata sorpresa, es un mensaje de Catherine, como si la hubiera llamado con el pensamiento:

Me enteré de que estás comprometido y muero por conocer a tu novia. Qué casualidad, estoy también por aquí, y ya le dije a tu madre que mis padres y yo nos pasaremos a saludarlos más tarde.

Siempre tuya, Catherine.

El mensaje me hace resoplar, aunque no es extraño que ya lo sepa, mientras Bea me observa con el ceño fruncido.



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En el texto hay: enemigos a amantes, romcom, realeza moderna

Editado: 20.11.2025

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