Beatriz
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―No está nada mal, y es bueno no tener que dormir en el mismo espacio que tú ―dice Tracy, luego de entrar en mi habitación por la puerta que conecta a ambas.
―Muy graciosa, pero seguro que lo disfrutas más que yo.
―Puede que sí ―aduce con un alzamiento de hombros.
Pongo los ojos en blanco. Tracy puede ser la personificación de “durmiendo con el enemigo”. Hace todo esto supuestamente por dinero, pero sé que no lo haría si no supiera que hay un beneficio más grande.
―Me pregunto qué esperas sacar de todo esto.
―Verte caer, eso será bastante divertido ―contesta ladina.
Achico la mirada, observándola con agudeza.
―Dudo que sea solo eso, pero no te daré el gusto. Ya verás cómo soy yo quien pisotea a Damian y no él a mí, como pretende.
―¡Cielos! Quería darte algo de crédito, pero en el fondo sigues siendo la misma que suspira en secreto por ese estiércol de hombre.
―¡Eso no es cierto! ―Ella en serio me descoloca, aunque sí que tiene más imaginación que yo para ponerle apodos a la gente―. Mejor vamos, ya quiero que todo esto acabe pronto para volver a casa.
―¿Acabar? Pero si apenas empieza la diversión.
Refunfuño hacia ella y me muestra sus palmas con cara de que no dijo nada malo. Me adelanto en salir y ella me sigue. En el pasillo nos encontramos con Jude.
―¿Se dirigen al invernadero? ―nos pregunta.
―Sí ―contesto.
―Las guiaré hasta allí ―dice, haciendo una seña para que le sigamos, guardando un poco de distancia.
―¿Puedo preguntarte algo? ―digo acercándome.
―Adelante ―me indica, pero sin mirarme.
―¿Eres amigo de Damian solo porque su padre trabaja para el suyo?
Jude se ladea para mirarme con las cejas levantadas.
―En parte, porque fue así como nos conocimos, pero con el tiempo nuestra amistad fue creciendo.
―¿Te gusta Damian? ―le pregunta Tracy, tan directa que él la mira espantado.
―¡Claro que no! ¿De dónde sacas eso?
―Solo preguntaba, tonto ―aduce ella, encogiéndose de hombros.
―No le prestes atención, mi hermanita tiene un humor bastante negro ―emito, aunque pienso que ha ido demasiado lejos con su sarcasmo. Jude se ve algo lelo, pero ni parece alguien que se interese por los chicos. Aunque, en el remoto caso de que fuese así, me pregunto si el otro tonto se habría dado cuenta.
Jude guarda silencio el resto del camino hasta que salimos al jardín y nos conduce al invernadero. Allí ya están casi todos; solo faltamos nosotras y Damian. Vaya novedad, pero no dudo que esté entretenido con quien sea que le hubiese escrito o llamado.
Su padre le agradece a Jude por traernos y nos pide que nos sentemos.
―El día está precioso para una cabalgata, podemos hacerlo después de desayunar. ¿Te encantaría la idea, Bea? ―me pregunta Hellen.
―Sí, me encanta montar a caballo.
―Qué bueno, porque también soy muy buen jinete ―dice Damian cuando llega a la mesa y ocupa su lugar a mi otro lado.
Me ladeo para mirarle de reojo con el ceño fruncido, pero cada vez me queda más claro que intenta hacer muy bien su papel.
―Entonces, saldremos a las diez ―festeja Hellen, aplaudiendo.
―Yo preferiría quedarme. A diferencia de mi hermana, no me gustan mucho las bestias ―dice Tracy, dejando la mesa en silencio. Es Damian quien lo rompe echándose a reír.
Me pregunto si le habrá caído el guante.
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