Compromiso De Élite

9

ISABELLA STERLING

Han pasado casi tres semanas y estoy tratando de mantener la calma, fingiendo que todo está bajo control. La vida, como dicen, debe seguir adelante. No pienso derramar lágrimas por lo que ocurrió con Alessandro; después de todo, fueron solo unos cuantos besos, nada que merezca un drama excesivo. Aprendí la lección al enamorarme de él y no tengo intención de tropezar con la misma piedra dos veces.

El señor Richard me entregó la oficina de Alessandro, ya que su hijo había decidido abandonar los negocios en Milán, o eso fue lo que mencionó. No opuse resistencia; tener una oficina propia es una oportunidad valiosa, incluso si era del engendro de su hijo.

Durante este tiempo, he estado aprendiendo mucho sobre la planificación, organización y el manejo de una organización. El tiempo en la empresa siempre mantiene mi cerebro ocupado.

Por otro lado, almuerzo con mis amigos del Departamento de Marketing: Luca, Rossi y Hannah. A veces se nos unen otros, como Brooke y, por supuesto, Mateo Ricci. Mateo me ha invitado a salir en algunas ocasiones, pero he declinado, diciendo que aún no estoy lista para involucrarme con alguien. Les cuento que acabo de salir de una relación y que necesito tiempo para sanar. Aunque la verdad es que no estoy tan herida por mi ruptura con Henry como lo estoy por el rechazo de Alessandro.

Ya después de un día agotador y de camino al hotel, Luca me llama por teléfono.

—Isabella, ¿has oído las últimas novedades?

—¿Qué novedades? —pregunto intrigada.

—Alessandro Belmonte ha vuelto y está de un humor de perros. Dominic dijo que desde su viaje a Roma no es el mismo. Y lo que es más, ¡esta mañana ha despedido a varios miembros del personal, incluyendo a su secretario!

—¡¿Qué?! —exclamo sorprendida.

—Está empacando sus cosas en este momento —me cuenta Luca.

Vaya, siento compasión por Dominic, ahora de repente sin trabajo. Parecía tan dedicado a lo que hacía, tan arraigado en sus valores y habilidades. Definitivamente, no debe ser fácil para él.

—¿Y quién crees que tomará el lugar de Dominic?

—Eso no lo sé, pero apuesto a que contratarán a alguien en un abrir y cerrar de ojos.

Me desconcierta la actitud despiadada de Alessandro. ¿Cómo puede despedir a su personal así, sin aviso, especialmente a Dominic? Incluso yo, siendo relativamente nueva en la empresa, sé que Dominic ha sido su mano derecha y su confidente.

De repente, me doy cuenta de lo poco que en realidad conozco a Alessandro. Será mejor que lo evite, porque no quiero escuchar malas palabras saliendo de su boca.

Al día siguiente, me encuentro con Richard Belmonte en mi despacho. Está sentado frente a mi escritorio.

—Supongo que te has enterado de que Alessandro ha vuelto —me comenta.

—Sí, lo sé —respondo. La noticia ha corrido como reguero de pólvora por la empresa.

—También debes saber que despidió a su secretario, ¿verdad?

—Sí, lo sé —asiento, confirmando lo que ya he escuchado.

—No entiendo qué ha pasado, Dominic era excepcional en su trabajo. Ahora mismo, Estella está desbordada. Está realizando tanto su trabajo como el de Dominic.

Estella, la secretaria de Richard Belmonte, es una mujer mayor que lleva tiempo en la empresa.

—Es lamentable oír eso —digo, sin saber muy bien cómo responder.

—Isabella, en realidad, estoy aquí para pedirte un favor.

—¿Un favor? —mi curiosidad se despierta.

—Exacto. Vas a asumir temporalmente el rol de Dominic como secretaria. Por supuesto, recibirás su sueldo. Además, será una gran oportunidad de aprendizaje —su tono suena más como una orden que como una solicitud.

—Pero...

—No te preocupes, Estella te orientará.

—Está bien... —respondo vacilante.

Dios mío, esto significaría trabajar más de cerca con Alessandro.

—Y, por favor, toma el espacio de Dominic —agrega—. Gracias, Isabella. Sé que puedo contar contigo. Ve a la oficina de Estella ahora. No olvides llevar tus cosas, Alessandro podría llegar en cualquier momento —me dice antes de salir.

Llevo mis cosas en una caja hacia el despacho de Estella, mientras maldigo en silencio al destino por ponerme en esta situación. Llegado al lugar, llamo a la puerta.

La puerta se abre y no es Estella la que me recibe, sino Alessandro. Mi corazón da un vuelco repentino. Han pasado eternidades desde la última vez que nos vimos.

Los ojos de Alessandro me estudian meticulosamente, recorriendo cada detalle de mi atuendo, desde mis tacones hasta mi blusa, con una intensidad que me incomoda. Me muerdo los labios, intentando mantener la compostura bajo su mirada.

—Buenos días —respondo, tratando de no dejar que su presencia me afecte.

—Pasa —invita con un gesto hacia la silla frente a él—, siéntate, Isabella —su mirada se aferra a la mía, con una chispa de emoción que no logro descifrar.




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