Compromiso De Élite

16

ISABELLA STERLING

Mi padre me envuelve en un abrazo cálido, sumiéndome en una sorpresa abrumadora. Tartamudeo con emoción al ver a ambos, mi alegría evidente en mis palabras confusas.

— ¡Alessandro! —exclama mi madre al divisarle junto a la puerta del ascensor, su rostro en un gesto solemne.

—Hola, señora Sterling —Alessandro abraza a mi madre y luego estrecha la mano de mi padre—. Qué placer verlos de nuevo.

—¿Se van juntos? —nos pregunta mi madre.

—Sí, a contabilidad.

—Sí, al área legal.

Ambos hablamos simultáneamente.

‘¡trágame tierra!’

—A... a... a contabilidad y luego al área legal... —miro a Alessandro, buscando ayuda.

—Exactamente. Es crucial esa área para la empresa e Isabella estará presente en mi platica con el encargado del... área—termina mi declaración. Los nervios son notorios incluso en él, pero al instante se recompone.

—Suena muy bien —menciona mi padre.

—Richard nos sugirió venir y sorprenderte, Isabella. Estará con nosotros en un minuto —mi madre me abraza—. Te hemos extrañado, cariño.

—Bueno, mientras tanto, podríamos ir a mi oficina —invita Alessandro a seguirlo.

Todos entramos al ascensor.

—Quiero ver tu oficina primero, Isabella —mi madre irradia alegría.

—¡Oh! —vacilo. Mi mente recuerda el espacio repleto de rosas.

El ascensor se abre y lo primero que resalta es mi oficina, inundada de flores.

Mi madre se echa a andar con rapidez y yo voy tras ella, siguiéndole el ritmo. Dejo atrás a los hombres, quienes, desinteresados en nosotras, se van a la oficina de Alessandro.

—¿Esa es tu oficina? ¿Por qué está llena de estas preciosas rosas? —inquiere ella, apresurándose a recoger el conejo de peluche del suelo.

—Um... ah...

—¿Quién te dio todo esto y este peluche?

—En realidad, Alessandro confundió mi cumpleaños con hoy.

—¿En serio? —mira a Alessandro –desde la distancia– con cierto descontento.

—Sí —afirmo, recurriendo a la mentira.

Después de unos minutos, mi madre y yo nos unimos a los hombres en la oficina de Alessandro, donde ya se encuentra Richard.

—Parece que a Isabella le va bien aquí —comenta mi padre felizmente.

—Exactamente, amigo mío. Deberías estar muy orgulloso, aprende rápido —informa Richard a mi padre—. Ha estado expuesta a diferentes departamentos y ha aprendido de cada uno. Actualmente, Alessandro la está formando en planificación y control organizativo.

—Eso es excelente. Gracias, amigo mío —luego, mi padre se vuelve hacia mí—. Cuando vuelvas a Nueva York, deberías dirigir nuestro negocio familiar. Aplica lo que has aprendido en tu formación.

—Por supuesto, papá.

—Richard, también estamos aquí para hablar contigo y con Alessandro sobre el matrimonio arreglado.

Un nudo se forma en mi estómago. No, por favor, otra vez no. Busco la mirada de Alessandro, y encuentro sus ojos fijos en los míos.

—Si bien estábamos de acuerdo en el matrimonio concertado de nuestros hijos, Isabella siempre ha estado en desacuerdo con esto. Catherine y yo comprendimos que la felicidad de nuestra hija es crucial. No queremos forzarla a casarse con alguien a quien no conocía. No es amor. Ella es una romántica empedernida, cree en casarse con el hombre que ama, con quien quiere pasar su vida.

Richard se ríe.

—Sí, también hemos estado considerando lo mismo. No queríamos presionar a nuestro hijo para casarse. Alessandro, por su parte, aún disfruta su vida de soltero.

—Será mejor que ellos decidan, pero podemos buscar otras opciones para con las empresas —Robert sonríe.

Me invade un alivio inmenso al saber que el matrimonio concertado ha llegado a su fin. Respiro profundamente y mi rostro se ilumina con alegría. Luego, mis ojos buscan a Alessandro, cuya expresión permanece impenetrable.

 

ALESSANDRO BELMONTE

Escucho atentamente las palabras de los hombres mayores mientras absorbo cada palabra. Debería sentir un alivio inmenso por la cancelación de mi matrimonio pactado, pero extrañamente, una extraña tristeza se cierne sobre mí.

Después de la cena en la majestuosa mansión Belmonte, las historias de Richard y Robert dominan la conversación, compartiendo recuerdos y vivencias de antaño. Finalizada la velada, ofrezco llevar a Isabella de vuelta a su hotel. Sus padres, Robert y Catherine Sterling, se alojarán en la residencia mientras estén en Milán, partiendo hacia Nueva York pasado mañana.

La oportunidad de estar a solas con Isabella me reconforta. Esta mañana, la interrupción inesperada dejó un sabor a insatisfacción que todavía persiste. Cuando vi a los padres de Isabella al salir del ascensor, sentí como si me hubiesen arrojado un baldazo de agua fría.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.