Compromiso De Élite

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ALESSANDRO BELMONTE

En la quietud de la noche, observo con ansias la curva de los labios de Isabella, una visión que supera cualquier descripción poética. A pesar del frescor nocturno, una humedad ansiosa se posa sobre mi piel mientras aguardo, con el corazón palpitante ante su respuesta.

‘Di que sí, Isabella, por favor’. Ruego en mi mente, deseando escuchar esas palabras que podrían cambiarlo todo.

El amor entre nosotros es un sendero de incertidumbre. Mis emociones hacia ella son claras como el día, pero las suyas permanecen envueltas en misterio. Mi corazón late al ritmo de una sola dirección: hacia ella. Desde el instante en que nuestros caminos se cruzaron, fue como si un estallido de pasión ardiente me consumiera. El amor a primera vista es un fenómeno real, aunque trate de negármelo a mí mismo.

Mi padre, Richard, posee un agudo instinto, uno que no pasa por alto mis sentimientos por Isabella. Él aconseja paciencia, un consejo sabio que abrace por un tiempo. Pero, ¿acaso puedo permitirme quedarme atrás en esta carrera por su corazón? Otros hombres la cortejan, nombres como Mateo Ricci y Francesco van a la fila de pretendientes, sin olvidar la sombra de su ex. La competencia es feroz, y el temor a perderla me consume. No puedo dejar que otro se lleve a la mujer que amo.

Tal vez ella confunda sus sentimientos entre admiración y deseo físico. Ser el primer hombre al que se entregó es un honor que pesa en mis hombros, pero mi deseo va más allá de ser un simple recuerdo en su historia. Mi meta es conquistar su corazón.

Su belleza me embrujó cuando, a los catorce años, mi padre me mostró su fotografía, y aún más cuando esa belleza maduró en la mujer de veinticuatro años que ahora es. La atracción que sentí hacia una imagen estática se multiplicó al conocerla en persona. Sin embargo, una parte de mí la culpaba en un principio debido a la presión de un matrimonio arreglado, un obstáculo en mi vida que no deseaba. Además, las habladurías amarillistas tejieron una red de falsedades a su alrededor. Pero comprendí que, como yo, ella también era víctima de malentendidos.

Mi corazón vaciló al enfrentarme a ella en su mansión de Nueva York. Dudé ante el miedo de su reacción, pero la decepción al no verla aquel día me hirió profundamente. Me sentí rechazado.

Desde que mis pasos la siguieron hasta Miami y nos encontramos frente a frente, mi existencia cambió. Isabella se convirtió en una obsesión, una llama que consume todo a su paso, y no puedo liberarme de su magnetismo.

Mis percepciones se moldearon. Ahora, anhelo casarme con ella, pero ella ha luchado contra esa idea con cada fibra de su ser. Aun así, el destino parece conspirar a mi favor. Cuando mis padres nos descubrieron juntos al amanecer, comprometidos nuevamente, sentí una dicha abrumadora. Pero el peso de la incomodidad en Isabella me pesa en el alma, una contradicción entre mi felicidad y su desdicha.

Inhalo profundamente, mi pulso desbocado marca el compás de la incertidumbre. Arrodillado, sosteniendo un anillo de oro blanco en su estuche, aguardo, con la esperanza latiendo fuerte en mi pecho, su respuesta.

 

ISABELLA STERLING

Contemplo al hombre arrodillado frente a mí, su atractivo casi abrumador. Su mirada ansiosa aguarda mi respuesta, una súplica silenciosa que llena la estancia. ¿Cómo podría negarme? Mi corazón late con una certeza indiscutible: lo amo profundamente, y él asegura sentir lo mismo por mí, así que no tengo más dudas.

—Sí, Alessandro, me caso contigo —susurro, y una risa cargada de felicidad se escapa de mis labios. Su rostro se ilumina con una sonrisa radiante mientras desliza el anillo de compromiso en mi dedo, tembloroso pero lleno de emoción.

—Gracias, gracias, Isabella. ¡Me has hecho el hombre más feliz del mundo! —exclama, sus ojos brillando con intensidad. Cada gesto, cada palabra, nos sumerge en una dicha compartida.

El anillo reluce como un símbolo de nuestras promesas, y cuando sus labios se encuentran con los míos, susurra las palabras que tanto quería oír de él: —Te amo.

—Yo también te amo, Alessandro. Más de lo que las palabras pueden expresar —confieso, dejando que mis sentimientos se derramen en cada sílaba.

—Isabella... —murmura, incrédulo, buscando certeza en mi mirada—, ¿puedes repetir eso? —mis sentimientos parecen superar todas sus expectativas.

—Te amo con una pasión que trasciende el tiempo —afirmo, sumergiéndonos en un beso que parece transportarnos a otra dimensión, donde solo existimos nosotros.

—¿De verdad, de verdad me amas? —pregunta una vez más, casi sin poder contener la emoción.

—Sí —confirmo con un hilo de risa en mi voz—. Te amo, te amo, te amo sin límites, Alessandro.

La alegría en sus ojos es palpable cuando me estrecha en un abrazo impetuoso.

—Nunca imaginé escuchar esas palabras de tus labios. Te amo hasta el infinito, Isabella. Mis votos quedan sellados en este beso —y sus labios sellan los míos.

―Y yo también te amo, mi posesivo Alessandro, mi hombre insaciable —susurro entre risas y besos, deleitándome en el encanto único de nuestro momento compartido.




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