Con amor, Clov - Consejos de escritura

Reflejarse en los personajes

Hoy, primer día del otoño, te cuento que he visto un lobo merodeando alrededor de la cabaña. La última vez que vi uno fue durante el verano del 84, una mañana en que salí mientras dormías y de la que no creo haberte hablado. Nos acercamos a curiosear con el abuelo Fernand. Recuerdo que los ojos le brillaron de color verde, como lo hacen los de tu gato. A la abuela no le gustó la idea, es verdad, pero el abuelo me mostró cómo le lanzaba algo de comida y desde dónde podíamos verlo. Desearía que fuese el mismo lobo, así me sentiría un poco más cerca de la querida abuela Eleanor.

Un pétalo se ha caído de la rosa seca que me enviaste, lo encontré dentro de tu carta. Me alegra saber que todo está en orden por Londres. Sé que debes extrañarme para nuestras sesiones de estudio, yo extraño verte llegar y luego discutir por el bar al que iríamos, aunque supiéramos desde el inicio que sería al mismo. A pesar de todo, te juro que no me arrepiento de haber abandonado la universidad. Amo la literatura, pero nada de lo que me enseñaban era nuevo para mí. Creo estar mejor en este lugar. Dicen que es el medio de la nada, yo lo considero el medio del todo. Cada tanto me siento a la orilla del lago a escribir poesía; escribo sobre el viento, los pájaros o el silencio. Sí, venir a pasar el verano con el abuelo me recordó que amo estar aquí.

Supongo que ya habrás adivinado por qué te envío esta carta. Decidí que me quedaré un par de meses más con él. Ni siquiera estoy segura de ser capaz de volver, a decir verdad. Llevo un mes ocupándome en su taller de reparación de libros, ¡deberías ver las maravillas que he tenido en mis manos! En este momento estoy arreglando un libro de poesía de uno de los viejos amigos del abuelo, de aquella época anterior a la vieja librería. Pienso que se conocieron en Francia, pero no estoy segura. Tal vez ni siquiera es historiador como él y me estoy equivocando.

Así como él vino a visitar al abuelo, espero que tú vengas a pronto. Él ni siquiera recuerda tu rostro de tantos años que pasaron y yo no quisiera que me pasara lo mismo.

He leído el cuento que escribiste. Me alegra ver que todavía mantienes esas fantasías infantiles sobre piratas y más todavía que me retrataras como el villano. No te preocupes, no se lo diré a nadie, pero no sabes disimular quién soy.

Es curioso, ¿no crees? Escribir sobre nosotros mismos. ¿Cómo haremos para saber qué desarrollo necesita un personaje si es un reflejo de nosotros? ¿Cómo saber que algo que hace está mal si nosotros mismos lo hacemos y no lo notamos? 

Hay quienes dicen que uno debe separarse de sus personajes, arrancarlos de la piel y tomar perspectiva. ¿Es necesario? ¿El peligro no está en reflejarnos sin saberlo? Es un punto de autoconsciencia; cuando sabes que eres tú sobre quién hablas y no te engañas al respecto, no solo comienzas a conocerlo más, también te conoces a ti.

Cuando yo creo un personaje, me pregunto: ¿cuánto de mí tiene? ¿Qué es lo que no veo? ¿Dónde estoy en ese lugar? Y cuando me encuentro es que puedo darle su verdadera vida, porque en eso puedo prestar atención sobre lo que hace como un ser diferente a mí. La autoconsciencia es muy importante a la hora de desarrollar personajes, necesitas tener claros los límites entre tú y ellos para entender lo que haces, cuándo justificas acciones que no deberías, cuándo no tiene coherencia lo que quiere porque no es lo que él quiere, es lo que tú deseas, cuándo llora por algo que no debería, cuándo disfruta cosas que tú sí y él no. 

No es malo usarlos de espejo, ¡incluso ser uno mismo un personaje! Tampoco lo es querer desligarse de ellos, pero para ambos casos necesitamos consciencia de lo hecho, buscarnos y encontrarnos para darles la mayor coherencia posible. 

Yo tampoco soy experta, sigo aprendiendo y siempre lo haré. Algunas veces sigo descubriendo que tal personaje que se supone despreocupado tiene mis costumbres de mujer obsesiva, detalles que no concuerdan con lo que deseaba que fuera. ¿Entiendes a lo que voy?

Espero saber pronto de ti, ¿cómo están tus hermanas? ¿Cómo lleva tu madre su enfermedad? ¿Sigue tu padre trabajando en esa fábrica? Te enviaré un collar que conseguí en el pueblo para que le des a tu hermana, Anne, lo hizo una vieja artesana. Lo vi y pensé en ella, lo cual también me llevó a pensar en ti.

Envíales mis saludos. El abuelo está saliendo ahora para el pueblo, me apresuraré y le daré esta carta para que pueda enviártela cuanto antes. 

Ya te extraño. No es lo mismo la vida sin ti.

Con amor,

Clov.

 




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