Con amor, Clov - Consejos de escritura

Menos es más

Octubre, 16. 1893.

 

Me alegra saber que a Anne le gustó el collar. Ha crecido tanto, es difícil creer que ya tiene doce años. Está hecha toda una dama.

No, no he vuelto a ver al lobo, pero lo oigo aullar de vez en cuando. Creo que ronda por las montañas, del otro lado del lago, cerca de la luna y las estrellas, pero no puedo estar segura. He estado pensando en hacer una excursión hacia esa zona. No he llegado tan lejos desde que fuimos juntos, ¿lo recuerdas? Creo que teníamos doce años. Caí al agua y reíste por horas. Seguía teniendo ese corte de cabello que nunca te atreviste a decir en voz alta que me quedaba espantoso.

Esta tarde, después de leer tu carta, escribí un poema. Lo hice pensando en ti, o más bien en algo que dijiste;

"Eres como ese lobo. Llegas y te vas, nunca sabes si es la misma la que regresa o si alguna vez lo harás."

Supongo que es cierto. Tengo el alma de un lobo solitario al que nadie, ni siquiera tú, podría encontrar si huyera a lo profundo del bosque. Me escondería en las montañas también y bajaría solo de vez en cuando para ver mi reflejo en el agua y corroborar que sigo siendo yo, acompañada de las hermosas luciérnagas que revolotean a estas horas. Ya es de noche, como podrás adivinar.

¿Planeas hacer una serie de cuentos? El nuevo parece estar vinculado al anterior. En todo caso, me gusta más. Mejoras con cada cuento, oración, palabra. Cada vez que levantas una pluma eres otro. 

Ya que te agradó tanto lo que te dije, o al menos no lo odiaste, déjame darte otro consejo en esta carta. Me gustaría hablarte de una vieja regla de plata —ya sabemos que la plata es mejor que el oro como la luna es más preciosa que el sol— que al abuelo le encanta repetir; cuando digas algo con cuatro palabras y puedas decirlo en tres, dilo en dos.

Lo que no necesito saber, no me lo digas. Lo que no quiero, tampoco. No hables del ritmo del viejo Londres, de sus edificios y el origen de sus calles cuando me hablas de una triste cuarentona. El tema es otro. No se trata del lugar en el que vive o de sus vecinos, me hablas sobre ella. Hay una fina línea entre lo útil y lo inútil. No me canses de leerte, por favor, que no soporto la charlatanería literaria.  

Las personas piensan que todo en cantidad es mejor. Algún día no podrán ponerse sus sombreros por la cantidad de cabello que quieren o los trajes por lo gordos que estarán.

No quiero oír que el hombre que es tu padre mira arriba al cielo para ver las nubes. Quiero oír que tu padre ve las nubes. Hazlo conciso o quemaré tus cuentos tan pronto como comience el invierno.   

Supongo que con eso ilustré mi punto. No hablaré de más cuando todo está dicho.

Me has contado sobre un nuevo trabajo en la fábrica con tu padre. No deberías estar ahí, no es lugar para alguien como tú. Estás hecho para algo más. Para pasar los días rozando el mar con los dedos de los pies y sentir el viento acariciándote las mejillas. Tú, que siempre amaste el océano y su infinidad como pocos lo harían, no estás hecho para asfixiarte por el humo de esas máquinas asesinas.

No me odies por decirte la verdad, es que no puedo verte morir por un error.

Escríbeme, a mí y sobre mí.

Con amor,

Clov.




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