Con amor, Clov - Consejos de escritura

Transiciones

Noviembre, 28. 1893.

 

Antoine, el hombre del que te hablé, cenó con nosotros esa noche. Dijo estar asombrado por mi talento para remendar libros. Me molesta que sea esa clase de cosas las que llaman la atención, pero solo el abuelo y tú supieron valorar mi poesía, que es lo único por lo que me puedo sentir orgullosa. Lo que fuera que se trajera entre manos, se lo guardó.

Se ha instalado en el pueblo para pasar un par de meses y me ha dado nuevos libros para arreglar. Uno es un caso perdido, por desgracia. Sigue viniendo a cenar al menos una noche a la semana y hablándome como si pretendiera algo de mí. Te contaré qué es cuando lo descubra, desconfío de él tanto como tú.

Cada tarde me interno más en el bosque. Hay días en los que olvido mi objetivo y solo me siento a escribir o a sentir, algunas veces a dibujar. Las hojas acariciándome la piel me quitan la memoria y me permiten encontrarme en un mundo distinto. Las ilusiones son tan dulces como falsas aquí.

He leído lo que me enviaste, por supuesto. Creo que tomaste mal esa carta en la que te dije que suprimieras. Cortaste todo lo necesario y dejaste algo indigerible, me temo. No te preocupes, todo tiene solución en la literatura, Incluso si esta es quemarlo para empezar de cero.

Acompáñame en esto. Imagina que el abuelo recorta todas las fotografías con la abuela Eleonor por la mitad en lugar de guardar las más importantes para concentrar su amor nostálgico. Ya no es tan romántico, ¿no crees?

O en un momento te digo que estoy bebiendo té y al siguiente estoy afuera. No, querido, eso no es suprimir lo innecesario, es tomar unas tijeras sin filo e intentar hacer un corte limpio en una tela. Me quitas un muslo y pretendes que siga con el resto de la pierna adherida al cuerpo. Así no es como funciona. Debes tener una transición que vaya acorde al ritmo de lo que escribes.

Asesiné a alguien y oculté su cuerpo. El té que tomé estaba delicioso.

¿De dónde salió el té?

Asesiné a alguien y oculté su cuerpo. Después, me senté a tomar un delicioso té.

¿Ya ves el cambio? Ni siquiera tiene que ser un nexo. Intenta que todo sea un hilo de la misma pintura, no líneas separadas una de la otra.

Esta carta puede ser corta, pero el tema está gastado y de mi nueva vida ya no hay nada. Sí puedo contarte, con mucha lástima, que cayó otro pétalo de la rosa que me enviaste. Supongo que es el punto de la vida, ¿no?

Nuestros cabellos son esos pétalos, su textura nuestra piel. Nos marchitamos antes de morir en cuerpo, mente y espíritu. Pareciera esto un nuevo poema, si no lo hubiera escrito ayer.

Escríbeme pronto.

 

Con amor,

Clov.

 

Posdata: Por cierto, no, no maté a nadie... aunque mi paciencia con la estupidez es limitada y pareciera la gente estar provocándola un poco más cada día.




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