Diciembre, 20. 1893.
Lo encontré.
Ciertamente fue por casualidad, pero, ¿acaso importa por qué se dan las cosas? Si amamos por error o por decisión, ¿cambia eso el amor?
Fue una tarde en la que decidí explorar una zona que ni tú ni yo conocíamos. Apenas empezaban a caer los primeros copos de nieve. Los árboles son más crueles por esa zona, tienen ramas que simulan ser garras apuntando al cielo y los pinos alcanzan alturas que no imaginas. Puede ser difícil deambular si no acostumbras a hacerlo. Me encontré con una pequeña extensión del lago que se asemejaba en la superficie a un espejo. Debo decirte que verme allí fue diferente. El pañuelo de la abuela con el que siempre me he atado el cabello se reflejaba como las orejas caídas de un conejo, mientras que los hilos color café se mezclaban con el cabello y volaban al viento, indistinguibles unos de otros. Quizá era el efecto del agua, pero me sentí parte del bosque en esa imagen.
Al darme vuelta fue que me encontré con sus ojos. Pienso, aunque no esté segura, que alguna vez le perteneció a alguien, pues no era salvaje en absoluto. Le di un poco de carne que llevaba para él y guardé la distancia, solo por seguridad. Estaba lista para salir corriendo en cuanto fuera necesario. Recordarás que con el abuelo siempre fui libre de vestir con pantalones, aunque tuviera que coserlos para amoldarlos a mi cuerpo. Él sabe, tan bien como yo, que soy demasiado mujer para vestir como esas chicas que viven de largas faldas y que nunca podrán correr por el bosque o tener oportunidad de huir de un animal. Así me crió.
No necesité correr. El animal olfateó un momento la carne y se la llevó. Su pelaje, de un blanco tostado que hacía juego con este momento de transición entre el otoño y el invierno, fue lo último que vi.
Yo sé que es peligroso, pero creo que con un poco de esfuerzo puedo acercarme a él. Realmente deseo hacerlo.
Respecto a ese hombre, me ha contado que su hijo vendrá al pueblo y que desea conocerme. No me ha dicho más, pero creo que con eso nos alcanza para conocer sus intenciones. El abuelo ocultó lo molesta que le fue la confesión.
¿Su nieta —dijo una vez que se fue— unida a un hombre cualquiera?
Es cierto que no sabemos si es un cualquiera, pero para él todos son cualquiera a mi lado. Me tiene en una muy alta estima.
Yo, sin embargo, accedí a reunirme con él. Vendrá a cenar dentro de dos semanas. Ya te contaré cómo resultan las cosas.
Sobre tu nuevo cuento hay algo que quiero decirte:
No hay existencia en la inexistencia, querido.
Sigues insistiendo en la negación. "No soy un hombre", entonces, ¿qué eres? "No estoy loco", entonces, ¿estás cuerdo? "No soy quien crees". Y, ¿quién eres?
Si todas tus frases comienzan negando, entonces nunca conoceré lo cierto. Una o dos están bien, son un recurso literario, ¿pero cuál es tu intención? ¿Decir lo que pasa o lo que no? Hazte esta pregunta.
Al salir, mi intención fue no decírselo al abuelo Fernand. Está bien. Pero después, no fui por el camino normal, los árboles no eran como los demás, el lago no era igual. No, no, no...
¡No al no, por favor! Diferencia lo que necesitas negar de lo que no aclaras por inseguridad. Uno aporta, el otro te quita.
Es distinto decir "yo no soy un hombre" y "yo soy una mujer". Aquí la intención puede estar en aportar con la negación. Al decir que no soy un hombre, puedo estar diciéndolo con pena o alegría. Diciendo que soy una mujer también puedo poner otros sentimientos. Uno y otro pueden ser la diferencia entre el orgullo y la vergüenza, por ejemplo.
Ahora, ¿qué pasa si insisto en lo que no es cuando no lo necesito? Ahí, por ejemplo. ¿Por qué decir que no lo necesito cuando puedo decir que es innecesario?
La escritura es un arte complejo. Quien lo llame fácil, ten por seguro que no es un escritor. Es la más bella forma de arte que existe, tenlo por seguro, pero también es la más difícil de dominar. Decir que es difícil es un eufemismo, pues es imposible.
Es una pena saber que tu madre sigue empeorando. Es una mujer tan dulce, como lo son tus hermanas. Con esta enviaré una carta para ella. Bien sabes que siempre la quise mucho.
La nueva rosa que me enviaste está ahora con la otra. Son hermosas, aunque estén muertas. Algo tiene la muerte que realza ciertas cosas, ¿no crees?
Escríbeme.a Espero saber de ti pronto.
Con amor,
Clov.