Febrero, 26. 1894.
Todo el pueblo habla de mí.
Dicen que perseguir al lobo de Wills —al parecer, ellos sí sabían de quién era— en pleno invierno es una locura. ¡Si lo será! ¡Sí, lo sé, tú mismo me lo dijiste! Es que no sabes tomar riesgos. Ninguno de ustedes lo sabe.
¿Qué importa la muerte? Mi alma está en estas cartas, en mis poemas, cuentos y en tu memoria, no en este cuerpo inservible. Es un muñeco roto de fábrica. Solo sirve para escribir poemas sobre él y los deseos ardientes que guarda.
Se dedicaron a hablar de mí desde que Yves se lo comentó a su padre. Me hizo quedar como una insana. Quisiera no tener que detenerme tanto en este tema, pero es que no puedo evitarlo. Dejaron de ir a la tienda mientras estaba yo y ha tenido que regresar el abuelo antes de tiempo. A donde vaya, las vecinas me miran y murmuran.
Todos viven encerrados, temerosos de tentar a la muerte. Sí, te incluyo a ti, querido. Recuerda todas esas veces que algo se te cayó en el monte —porque, ¡si serás despistado!— y yo me lancé sin pensar por los peores lugares. Tú eres un chico sin duda dulce, te la pasas diciéndome las mil cosas que me diferencian del resto, pero esta es una que con frecuencia evitas mencionar.
Pienso que crees que moriré más temprano que antes. La verdad es que mis palabras van bastante a la par con mi personalidad.
Usaré eso de pie para contarte algo que noté hoy. No puedo creer que me tomó tantos años verlo.
He notado lo mucho que se puede saber de una persona basándose en su forma de expresarse. Si habla lento, rápido, el vocabulario que usa, lo mucho o poco que te involucra en sus palabras. Ninguna persona habla igual que la otra. Algunos prefieren ignorar preguntas obvias, otros recalcar su obviedad, otros dar extensas respuestas...
¿Has pensado en sus aplicaciones en la literatura? Te lo dejo de tarea. Piénsalo.
Cuando tú me escribes, repites tus palabras favoritas y sueles evitar... ¡Estos signos! ¡Y pensar que a mí me encantan!
Yo recalco mucho los sujetos. Tú apenas y los nombras.
Yo marco diferencias. A ti te encanta remarcar las cosas en las que conectamos.
¡Si tendremos ahí otra diferencia! ¡Mira, lo estoy haciendo de nuevo! ¡Más exclamaciones!
Esta es mi tarea para ti; la próxima vez que crees personajes en un cuento, diferéncialos en esto. Que tengan sus propias personalidades, no la tuya. Recuerda que no son tú. Que algunos repitan una determinada expresión que otros ni usan, como "¡Ah!", o "¡Santo Cielo!". Que alguno sea de desvariar como tu madre, que otros sean de pocas palabras como yo —bueno, como yo fuera de una carta. Sabes que mi respuesta favorita es una mirada—, que alguno diga lo justo como tú.
He aquí mi consejo de hoy. Tómalo, déjalo, eres el único responsable de tus mundos escritos.
Es una pena oír lo de tu trabajo. Aumentarles las horas... ¡Como si no tuvieras suficiente! ¡Apenas respiras! De hecho, apenas te alcanza el dinero para respirar. Disculpa que te diga que me indignaron las noticias que me diste. Ya decía yo que estabas más apagado.
Ya sabes que siempre tendrás un lugar en este rincón del bosque para huir si lo necesitas. Tu familia depende de ti ahora, sí, con tu madre enferma y tu padre desempleado, pero quiero creer que algún día te tendré golpeando la puerta.
Será como en los viejos tiempos; aparecerás con unas flores que encontraste por ahí en el camino y el abuelo te retará por matar a la naturaleza. La diferencia será que traerás plantas enteras, con la empatía que le tienes a las vidas ahora...
Si el abuelo supiera el hombre en que te convertiste, alucinaría. ¡Insisto en que debes venir a demostrárselo!
Y a verme, por su puesto. No sabes cuánto te extraño.
Con amor,
Clov.