Con amor, Clov - Consejos de escritura

La primera impresión de tu primera impresión

Marzo, 16. 1894.

¡Oh, los inicios! ¡Esa espina de rosa que te clavas sin darte cuenta y que tanto cuesta quitarte! Pero, antes de eso, déjame iniciar de otra manera esta carta.

Como tú ya sabes, en invierno suelo vestir con prendas del abuelo, pues son más cómodas y hasta lindas. Además, Canelle confía más en mí cuando me ve llevarlas.

Volví al pueblo hace unos días. Todavía cae nieve, pero no es como a finales de enero. La gente sale más y, por ende, juzga más. He aquí todo el contexto que necesitas.

Recordarás que luego de aquel episodio dejé de bajar al pueblo. Algunas viejas siguen rechazándome por mis locuras y mi ego. Por mi ego lo tengo ganado, pero bien conozco yo sus sucios secretos como para que me juzguen por el resto.

Soy chica de Londres, ¿qué esperaban? ¿Una criatura como ellas, mimetizadas con el resto de mediocres? ¿Ingenuas del amor, escépticas de la ciencia? ¿Mujeres que creen que el amor es la clave de la vida? Porque no lo es, ni por asomo.

¡Pero, bueno! ¡Que no es lo importante!

Empezaron las discusiones sobre el baile de primavera. Si se hará en la plaza del pueblo, en la cantina, o quizá en la casona de Madam D'angelo —una gran amiga del abuelo, por cierto—. Lo más importante, parece ser, es quiénes llevarán pareja. Imaginarás cómo me miran esas señoras ahora.

Será de noche y con máscaras. Baile, comida, ver las estrellas, el premio a la mejor tarta... ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que estuvimos en el baile de primavera?

Pienso yo que teníamos diez años. Estabas pasando por esa faceta que nunca dejaste de devoción por los piratas. Supongo que recuerdas ese parche y esa espada de madera que llevabas por todos lados. ¡Tan adorable! Creo que, alguna vez, me pediste que fuera tu damisela en peligro, y yo te dije que era una dama y por ser dama no necesitaba de nadie que me rescatase.

Abandoné la carta un rato para ir a buscar las fotografías de esa fiesta. Te encontré en una abrazándome, después de haberme puesto ese bendito parche. ¡Cariño! ¡Qué pequeños éramos! Tú ibas por el baile y yo por las tartas, y, al final, el verdadero motivo por el que íbamos era el otro. Imposible olvidar el inicio de nuestras vidas.

Pasando a otro tema completamente relacionado con este, pues todo está relacionado; quiero hablarte de este cuento que me enviaste.

Me alegra que hayas escrito algo nuevo. Empezaba a preocuparme que ese trabajo te matara, si te soy sincera. Tanto tiempo en una fábrica te convierte en un muñeco de serie salido de ella.

Lo que quiero es hablarte sobre los principios.

Tú sabes lo importante que es una primera impresión; el resto de tu acercamiento con una persona está condicionado por la primera impresión que te dio. No es de prejuicioso, no caigas en eso, es que el cerebro humano es muy difícil de cambiar.

¿Recuerdas a ese chico que te molestaba de pequeño? En Londres. Freddie algo.

Si hoy Freddie apareciera y se mostrara como un hombre diferente, ¿crees que olvidarías en un segundo lo que conociste al principio?

Y si lo conocieras, pero no supieras que es el mismo Freddie, ¿no tendrías una opinión basada en esta nueva primera vez?

Te diré que por eso me encantan las historias sobre reencuentros. ¡Las segundas primeras impresiones tienen tanto que exprimir!

Esperando para hablar de lo técnico y manteniéndonos en contenidos, los orígenes de las personas son también importantes. Nos construyen. Igual que lo que estaba mencionando sobre nosotros líneas atrás; dije, y cito, "imposible olvidar el inicio de nuestras vidas".

Nada de mi actitud tendría sentido si el abuelo no me hubiera criado como lo hizo. No todo está condicionado puramente por nuestros cerebros; de hecho, muy poco lo está, pues estos fueron manipulados durante la infancia. Quiénes fuimos nos hace quienes somos.

Ahora sí volveré a lo técnico.

Uno, en una obra, escribe un capítulo introductorio. La primera impresión. La primera línea es la primera impresión de la primera impresión. Empecemos por esta redundancia.

La primera línea de este cuento no me invita a nada. Me dice que será un cuento aburrido, pues está lejos de hablarme de lo que caracteriza a tu obra. Hablamos de un cuento de piratas, ¡rufianes del mar y no tan secretos mutuos amantes! Cariño, cariño... ¿Cómo se te ocurre iniciar hablando de la pesca de ese día? ¡Debería ser una línea con acción! ¡Sentimiento, si fuera lo principal de tu obra! ¡Sobre tu protagonista, si él lo fuera!

Haz tu primera línea basada en aquello que lo define. Un personaje, el lugar, el conflicto... Oh, cariño, déjame saber con qué me encontraré antes de que me vaya con una mala impresión.

Ese es mi consejo personal; busca el centro de tu historia y plásmalo en escasas palabras. Exprímelo. Que te queden las manos oliendo a literatura de tanto jugo que le sacaste. Incluso si tu centro es la narración, escribe algo que demuestre lo buena que esta es.

¿Quién te dice? Tal vez todo el punto es leer juegos de palabras, ¿y no pondrás juegos de palabras en tu primera línea?

Debes corregir 20 veces la historia, 50 veces la introducción y 100 veces la primera línea. Personalmente, creo que el principio y el final son lo que único importa. Nadie recuerda lo del medio.

Trabaja en eso. Podrías volver a enviarme el comienzo de este mismo cuento desde otro enfoque, ¿por qué no lo inicias hablando de la oreja perdida del capitán? De eso ya no sé, eres tu propio responsable.

Pasando de mi cháchara del día, es una pena saber que tu madre sigue empeorando. Enviaré junto a esta carta una para ella, dásela en cuanto la recibas. También tiene unas plantas que cultivé por aquí que podrían ayudarla. Todo está ahí, léanlo.

Esperaré tu próxima carta.

Con amor,

Clov.




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