Querido Tao:
Recuerdo el día que me regalaste el postre, fue un día muy especial y lo recuerdo con cariño, aunque tal vez en ese momento no se vio de ese modo...
Había tenido un pésimo día de clases, estaba cansada, hambrienta, con dolor de cabeza y además, estaba molesta porque minutos antes de vernos tuve un desacuerdo con mi mejor amiga, entonces tú me recogiste y alegraste la noche dándome aquel trozo de cielo.
Aconteció que mi mejor amiga y yo habíamos pasado casi toda la tarde hablando lo que estaba sucediendo contigo, le conté sobre muchas de mis inseguridades y dudas, las experiencias que tú y yo pasamos juntos y la forma en la que me sentí, incluso le mostré algunas de nuestras conversaciones de Messenger. Fui bastante honesta con ella acerca de mis pensamientos sobre ti, porque ella siempre me ha dado la confianza para hacerlo, pero me guarde muchas otras cosas porque no estaba segura de cómo sentirme acerca de ellas, y quizá por eso, sus palabras me dejaron un sentimiento de desazón.
Entre muchas cosas que le dije, quería saber que pensaba ella desde su perspectiva externa, sabiendo que ella era la persona que mejor me conocía.
─ Lo que yo creo es que estas enamorada de la idea de tener a alguien que te quiera y tenga atenciones contigo, mas no de Tao. Te gusta que él esté pendiente de ti, que te diga cosas bonitas, te haga detalles, te tenga presente y se preocupe por ti, pero no estás enamorada de él, de su persona, no te vuelve loca su físico, y todo lo que él es como tal. Estas enamorada de sus acciones, pero no de él. Y no creo que sea justo que lo sigas ilusionando si no sientes cosas por él.
─ Si siento cosas por él, el problema es que no sé qué son, encima él me quiere a mí más de lo que yo lo quiero a él. Pero reconozco que le he cogido cariño, es solo que hay días en los que sinceramente no soporto sus cortesías… días en los que me molestan hasta sus mensajes de buenos días y quiero dejar todo por terminado con él y que no me moleste más.
─ Lo ves, tu misma me das la razón, a las personas se les quiere del todo o no se les quiere, no puedes estar enamoradísima un día y al otro no, las cosas no funcionan así. Además, ambos parecen estar ilusionados con la idea de tenerse el uno al otro y no de ustedes mismos. ¿Entiendes a lo que me refiero?
─ Sí, él me ve a mí como si yo fuera el más grande de sus logros, como a una muñeca perfecta de porcelana, o una reina de belleza. Y yo no soy así.
─ Y tú ves en él todo lo que quieres en un hombre, aunque sabes que no te atrae y tal vez nunca te enamores de él…
─ Tal vez, pero es que no me entiendes o no me sé explicar. Es difícil porque siento que no me importa lo que suceda entre los dos, pero si me importa, me la paso pensando en ello y me inquieta demasiado, de hecho me asusta.
─ Es que tú estás tan cerrada, prometiste darle una oportunidad y no paras de ponerle trabas, excusas, obstáculos, incluso te los pones tu misma o dime ¿por qué no lo has besado si has tenido deseos de hacerlo?, tienes miedo y él también y así no van a llegar a ninguna parte.
Y tenía razón, en su momento, más de la que quise admitir, pero no en todo, sin embargo sus palabras transformaron mi estado de ánimo y trascendieron en mi mente.
Aquella noche cuando pasaste a recogerme, había decidido caminar parte del camino a casa para pensar un poco y cuando te vi, estaba tan inmersa en mis pensamientos que casi no sonreí, a pesar de eso tú me diste la mejor de tus sonrisas, me tomaste una mano y con la emoción contenida, colocaste el paquete plástico en mis manos. Un postre de tres leches con almíbar rosa en las orillas y una cereza en el centro como decoración.
mire y me quedé fuera de lugar por unos segundos, recordé la conversación que habíamos sostenido ese mismo día en la mañana sobre las cosas que más me gustaban, había sido muy específica al decir que amaba comer los postres, en especial aquel en particular y tú habías decidido darme uno aquel mismo día.
Sentí que me llenó el corazón, un gesto tan simple como ese me hizo sentir de una manera tan especial como nunca lo había sentido. Sonreí complacida y te di las gracias en voz alta antes de darte un beso en la mejilla y subirme a la moto.
─ Gracias, no sabes lo mucho que me encantan estas cosas, me acabas de alegrar la noche.
─ Podría darte uno cada día si te voy a dibujar una sonrisa tan hermosa como esa.
Entonces recordé dos cosas que me quitaron las mariposas y aquel calor que había recorrido mis venas hasta irrumpir agradablemente en mi corazón. La primera fue la conversación con mi mejor amiga que me hizo dudar si lo que sentí en ese momento fue cariño hacia ti Tao, o hacia el gesto que tuviste conmigo y la segunda fue una frase que mi madre nos repetía a mi hermana y a mí que me hizo sentir en deuda contigo, “Todo lo que los hombres dan, lo cobran”.