Querido Tao:
Antes me abstuve de preguntarte acerca del tema de la psicóloga debido a que no quería que sintieras que trataba de presionarte en ningún sentido. Pero pasaron los días y al ver que no me comentaste nada al respecto decidí indagar.
“Lo que pasa es que yo le manifesté a mi pastora que tenía miedo de sufrir trastorno bipolar, lo que la alarmó en primer lugar y por eso me pidió ir con la psicóloga, pero después de hablar conmigo y hacerme todo un grupo de preguntas pudo descartar el trastorno”
Me comentaste que no habías podido hablar con la psicóloga porque se encontraba enferma, pero que tu pastora aprovechó y te aconsejó.
No sé si eso fue suficiente para ti y a partir de ese momento te empezaste a sentir mejor, pero yo sentí que eso no era suficiente y te recomendé ir con una psicóloga de tu seguro médico. Sé por experiencia propia que las personas con trastornos como la depresión (de la cual evidencias síntomas) necesitan atravesar por un proceso mucho más complejo que contestar preguntas para superar la tristeza y todos los sentimientos negativos, especialmente los que tienen que ver con el amor propio.
“A mí cuando me sucede algo demoro días decaído, pero eso se me pasa solo y después vuelvo a sentirme mejor, y trato de fortalecerme en Dios”
Al parecer habías desistido de la idea de ver a un profesional y eso me preocupó, porque sabía que no tratar la forma en la que te sientes podría afectar tu vida a futuro, pero tú eres dueño de tus decisiones y por eso no insistí en ello. De modo que con los días nos desviamos a otro tema complicado, mi situación económica.
Desde que decidimos volver a hablar meses atrás, incluso cuando solo pretendíamos ser amigos, yo había estado comentándote aspectos de mi vida como mi situación económica, que la verdad está un poco complicada. Te hice saber que estaba vendiendo ropa y otras cosas por catálogos en busca de suplir mis gastos y necesidades, como los pasajes para ir a la universidad.
Aquel día me preguntaste sobre cómo me estaba yendo con mis ventas, yo te conté acerca de varios clientes que en ocasiones compraban cosas en cantidades y luego me ponían muchas trabas para pagarlas. En medio de la conversación tú terminaste por decirme lo siguiente:
“Con respecto a eso, hace días que quiero hablar contigo respecto a que antes me has mencionado que a ti te gustaría invitarme o pagar tus gastos en una posible salida de los dos. Lo que yo quería decirte es que no estoy de acuerdo en que pagues, porque tienes muchos gastos e ingresos limitados, y la verdad yo me sentiría más cómodo si me dejaras pagar todo a mí. Entiendo que tienes una manera de pensar distinta y que te enseñaron desde muy pequeña a costear tus propios gastos, y no te lo había dicho porque no sé cómo lo tomarías, pero prefiero no salir contigo a permitir que gastes dinero que podrías usar para cualquiera de tus necesidades. De verdad que hasta me gustaría darte dinero para ayudarte aunque no seamos pareja, pero eso tú lo verías como una ofensa y tal vez sería incomodo, entonces te propongo que me permitas invitarte en todas las salidas.
Sé que lo dijiste con la mejor intensión, pero me lo tomé mal al primer momento. Lo cierto es que si me sentí ofendida porque aunque lo necesitara bajo ninguna circunstancia te recibiría dinero, incluso si fuéramos novios. Era algo que mi madre siempre nos metió en la cabeza; “con el dinero y el sexo, hasta el hombre más bueno se siente con poder de propiedad sobre la mujer. Todo lo que dan, lo cobran”
No quería que en un futuro, si yo aceptaba tu propuesta y llegábamos a pelearnos, me sacaras a relucir todo el dinero que gastabas en mí tras cada invitación. O peor, que todos pensaran que yo era una aprovechada que solo quería tu dinero, tal y como lo había comentado un vecino luego de que nos alejáramos la primera vez que estuvimos juntos.
“Si yo aceptara que tú me dieras dinero por mi situación económica me sentiría como una prostituta o como una aprovechada. E igualmente no tengo planeado gastar dinero que no tengo. Además, puedo obtener un par de boletas de cine como premio a mis ventas por catálogo”
La palabra prostituta fue una exageración de mi parte y te ofendió, pero no supe como más explicarlo. Si yo recibía cosas de ti me sentiría obligada a darte algo a cambio y ahí radica el problema. En todo caso, tratamos de llegar a un acuerdo en el que yo acepté que tú asumieras todos los gastos en nuestra primera cita y dependiendo como resultase todo, discutiríamos los acuerdos para las siguientes.
“La verdad es que no sé cómo tomarlo, no me sentiría cómoda si todas las veces tú pagas todo, puedo aceptar que me invites en ocasiones, pero que siempre tu corras con todos los gastos no me parce bien”
Entonces, en medio de esa conversación, me confiesas que aunque tuviste miedo ya estas ilusionado con lo nuestro.
“Sé que te dije que no creía que era el momento correcto para empezar una nueva relación y que me sentía lleno de inseguridades y temor, pero Hayley no puedo sentirme así contigo porque te conozco. He estado pensando profundamente y me di cuenta de que me ilusiona esto. Además, soy consciente de que para empezar una relación es necesario vernos y compartir momentos. No sé si me esté desesperando, pero ignoro cuánto tiempo nos toque esperar para salir juntos (por nuestras diversas ocupaciones), y la verdad es que quiero verte y estar contigo”