Con amor, Hayley.

Octubre 30, 2018

Querido Tao:

El día de nuestra cita estuve un poco asustada porque me dormí pensando en muchas cosas y en plena madrugada me dio un ataque de ansiedad. No podía dormir, me sentí tan intranquila que hasta tuve dificultad para respirar, por fortuna logré calmarme y volver a dormir. Por ello, pensé que nuestra cita iba a salir mal, especialmente porque justo cuando me había terminado de arreglar para salir a encontrarme contigo, se soltó la lluvia. Mi mente me decía "esto tiene que ser una señal" hasta pensé que ya no iríamos, pues íbamos en tu moto, pero tres minutos antes de la hora pactada la lluvia cesó y yo pude salir.

No ayudó tampoco, que cuando llegué al lugar de encuentro tú no estuvieses ahí, empecé a escribirte por Messenger porque temí que me fueras a dejar plantada. Me respondiste que ya ibas saliendo y el susto se convirtió en irritación porque odiaba esperar. Solo pasaron dos minutos para cuando apareciste, y en mi cabeza ya había ideado como diez frases que dejaran ver mi molestia por hacerme esperarte, pero apenas te vi las olvidé. Tu rostro, que no tiene nada de extraordinario; más ancho y redondo que la última vez, sudado y con expresión ansiosa, se me hizo tan majestuoso que desde ese instante supe que mis sentimientos por ti eran completamente verdaderos.

Lo primero que hiciste fue ofrecerme una disculpa por tu retraso.

"Perdona el retraso, pero solo tengo un caso y tuve que esperar que mi hermana Any regresara de hacer una diligencia para que me prestara el suyo. No creí que se tardaría tanto, de lo contrario hubiera prestado otro, discúlpame."

Y lo siguiente, fue avisarme que debíamos darnos prisa para poder llegar a tiempo para ver la película.

Contrario a la primera vez, no tuvimos tiempo para ponernos nerviosos, me subí a la moto y te abracé, por un lado porque tuve ganas de hacerlo y por el otro porque debía sujetarme a ti si no quería caerme dada la velocidad que llevabas. Me encantó que al hacerlo se sintiera tan familiar, y la comodidad que ofreció tu cuerpo y tu aroma cuando envolví mis brazos alrededor de tu cintura, memoria de olor, fue increíble.

Cuando llegamos al centro comercial prácticamente corrimos al ascensor y luego a la taquilla del cine. Sucedió todo tan rápido que no tuvimos tiempo de hablar, salvo cuando te pedí que la mitad de las crispetas fueran dulces y que solo compraras una gaseosa. Cuando quise parpadear estábamos entrando a la sala, tú cargabas un cuenco con dos crispetas y dos gaseosas grandes. Yo iba detrás de ti, agarrada a la cinturilla de tu pantalón porque siempre he sido torpe en las salas de cine y tropiezo con todos los escalones, eso y que me sentía en la necesidad de tocarte para comprobar que no eras un espejismo.

La película estuvo muy buena, era de acción y risa, agradecí que tuviera escenarios oscuros y no necesitara mi completa atención para entenderla porque en muchas ocasiones desvié mi atención para observarte. Es notorio que aumentaste de peso, tal cual me lo advertiste, pero en esta ocasión te encontré hermoso.

Estudié tu rostro a detalle, tratando de grabarlo en mi mente para poder recordarlo después. Tus ojos me parecieron fascinantes, a pesar de ser de tener un color oscuro bastante común, envidié tus casi infinitas pestañas y tus enormes cachetes, oh Dios y tu boca, esa fue la mejor parte... tuve impulsos casi incontrolables de besarte al ver esos carnosos y apetitosos labios, pero me abstuve con toda la fuerza de voluntad que tuve en ese momento por respetar tu petición de "No habrá besos en la primera ni en la segunda cita..."

Mi parte favorita de la cita fue cuando me dio frío, apenas iba un cuarto de la película y medio bote de crispetas cuando me froté los brazos para intentar calentarlos e inmediatamente tú levantaste el brazo de la silla que nos separaba y me atrajiste hacia ti. Me acomodaste en tu pecho para luego envolverme en un abrazo de oso que me mantuvo cálida y felizmente atontada durante el resto de la película. Aunque para ser sincera, le puse más atención al sonido de tu corazón y a tu respiración en mi oído que a los golpes y disparos en la pantalla.

Debo resaltar que en ese momento tenía puesto mi abrigo, porque no sabía si te atreverías o no a abrazarme, pero supongo que el haberte dicho cuando hablamos del pasado que fue una de las cosas que esperé que hicieras, te impulso a hacerlo o te hizo sentir lo suficientemente confiado. Y gracias a Dios que lo hiciste, fue tan agradable.

Me sentí diferente, descubrí una nueva definición para dos sensaciones que no suelo tener a menudo y que tú me brindaste con ese pequeño gesto: paz y armonía. Hubiera querido que la película fuese más larga solo para estar mucho más tiempo entre tus brazos.

Cuando la película acabó, me di cuenta que mi gaseosa estaba completa y te la enseñé, te había recomendado comprar solo una gaseosa, pues no suelo tomar en cine porque me provoca ganas de ir al baño (lo que significa perderme una parte de la película), pero no me hiciste caso y en ese momento supiste que debiste escucharme.

Me sentí un poco culpable al ver tu expresión por lo que decidí darle dos grandes sorbos, pero no pude con terminarla y te la pasé. Supongo que creíste que exageré en cuando te advertí que quedaría casi entera y ahora comprendías que la afirmación era literal. Tú te la acabaste en un santiamén.

De todos modos terminé yendo al baño. No hice gran cosa más que hacer pis y comprobar que no tuviera los risos alborotados, no me había dado tiempo de alaciar mi cabello con la plancha, pero me había puesto plataformas, un jean ajustado y una blusa amarilla cuyo detalle al hombro me hacía ver elegante. A decir verdad, como mi maquillaje era suave, me veía hermosa en una forma natural y me pregunté porqué no habías hecho ningún comentario al respecto. Sin embargo, cuando me viste salir del baño me di cuenta que hasta ese momento me observaste a detalle, pues tus ojos se iluminaron y tus cachetes tomaron un tono rosado. No hizo falta que dijeras nada, tu expresión lo hizo por ti.




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