Con amor, Hayley.

Enero 3, 2019

Nota: Para una mejor experiencia y comprensión de lectura del capítulo, escuchar las canciones en el momento en que se me mencionen.

 

Enero 3, 2019.

Querido Tao:

Es muy curioso como una situación puede convertirse de muy buena a terriblemente mala y viceversa en muy poco tiempo.

El 30 de diciembre, un día después de la última carta, terminé el inventario del almacén donde soy cajera con la buena noticia de que descansaría 31 de diciembre y 1 de enero, y como si fuera poco, ese día me pagarían mi quincena. Así que después de dormir lo más que pude en casa, me arreglé para ir a cobrar mi pago al almacén donde trabajo.

Te escribí para avisarte y tú preguntaste acerca del tiempo que me iba a tomar cobrar ya que querías llevarme a conocer al mirador de la ciudad. Te respondí que al menos dos horas y media, pues el trayecto en bus desde casa al trabajo toma de media a una hora, dependiendo del tráfico, y el tiempo que me tomara cobrar dependía del flujo de clientes en el almacén debido a que me pagaban por caja.

“Ok, nos vemos más tarde.”

El caso es que cobrando mi pago solo me demoré algunos ocho minutos, pero me distraje saludando a mis compañeros del almacén que no estaban trabando conmigo en los inventarios y encima, me decidí por comprar ropa interior, así que me retrasé veinte minutos más de lo previsto. 

Los veinte minutos de los que más me he arrepentido en mi vida.

Recuerdo que estaba escogiendo una blusa con la idea de colocármela ese mismo día contigo en nuestra cita en el mirador, en el momento en el que me escribiste para saber si ya había regresado a casa. Por ello, dejé la blusa y compre la ropa interior que ya me había probado para irme del lugar.

“No, me estaba comprando ropa interior. Ya estoy pagando para ir a coger el bus de regreso”

Escribí en respuesta. Y recalco que aún en ese momento tampoco me dijiste nada.

Fue algo muy raro, porque desde que había empezado a trabajar era la primera vez que mi salario lo utilizaba para comprarme cosas por gusto, pues la mayoría de las veces lo usaba para cubrir los gastos de mi casa, mis obligaciones y las de mi madre. Empero, aquel día decidí hacerlo, y me retrasé para nuestra cita. Aunque lo cierto es que donde realmente me demoré fue a la hora de tomar el bus para volver a casa.

Tenía claro que se me estaba haciendo tarde para nuestra cita, pero no sabía cuán tarde. En el pasado habíamos planeado ir al mirador a las 5:00 de la tarde y te habías negado porque de acuerdo con tus afirmaciones, a ese lugar había que ir en la noche para ver las estrellas. Por ello, no me preocupe demasiado hasta que te informe que estaba retrasada y me declaraste que ya no iríamos.

“Estoy vestido hace más de una hora y hasta me quedé dormido esperándote. Ya es demasiado tarde, y se me quitaron las ganas de ir.”

Empezaste a enviarme un grupo de mensajes que no vi ni respondí en su mayoría sino hasta que casi llegué a casa.

Y es que de todos los autobuses posibles, me había montado en el mismo en el que un pasajero indigente que se había hecho popo en los pantalones y traía el bus apestado. Y lo peor era que además del insoportable olor que me traía enferma, se generó tal alteración en los pasajeros, que querían golpear a aquel hombre y eso me traía de los nervios a mí, y al conductor, que por estar mirando hacia atrás al show mediático casi choca con un carro particular.

Me puse mal por todo lo que estaba sucediendo, con mareo y dolor de cabeza, pero cuando empecé a leer y a tratar de responder tus mensajes llenos de molestia me sentí aún peor.

Estabas tan irritado que no te dejabas entender. Te dije que aun podíamos ir y tú me aseguraste que no porque ya lo había arruinado todo.

Llegue a casa alterada y estresada. No podía entender por qué cancelar una cita te ponía tan molesto si antes ya habíamos tenido que hacerlo, también traté de explicarte todo lo que me había sucedido, pero estabas cegado, tan sumamente enfrascado en tu molestia que ni siquiera leíste mis palabras.

“Mira todo lo que me pasó hoy, quizá Dios nos está guardando de algo. Por favor cálmate podemos ir mañana u otro día.” Te escribí.

Mi madre me estaba dando miradas preocupadas, pues yo estaba tan intranquila por la forma en la que estabas actuando que ni siquiera había probado la comida que me extendió al llegar.

Entonces, tú respuesta fue enviarme una foto de un ramo de flores colocado sobre una mesa con un cielo estrellado de fondo.

“Dios te estaba guardando de esto. De que yo te diera esta sorpresa en la que te declaraba mis sentimientos y te entregaba mi corazón.”

Te juro que entre en shock. Por un segundo no lo entendí y tuve que pedirte que me explicaras. Entonces supe que habías planeado todo un montaje en el que le pediste a tu mejor amigo que comprara un ramo de flores y lo llevara hasta el mirador, para que cuando tú y yo estuviésemos allá, él te lo entregase sin que yo me percatara y además, grabara cuando tú me pidieras muy románticamente ser tú novia.

“Pero como decidiste que era más importante comprar ropa interior que salir conmigo, todo se arruinó. Mi amigo se quedó esperando toda la tarde para nada. Todo lo que me esforcé fue para absolutamente nada.”

Saber que el pobre chico se quedó esperando allá mientras tú te desanimabas vestido y con los planes destruidos, acostado en tu cama, me hizo sentir de la peor forma. Sobre todo porque te encargaste de echarme toda la culpa y hacerme sentir lo peor posible.

Estabas herido, decepcionado, triste, y confundido, lo entendí, pero me hiciste sentir tan mal que se me instaló un dolor en el pecho horrible que me quitó el hambre y me aguó los ojos. Incluso me produjo ansiedad. Me dijiste tantas cosas hirientes y no escuchaste ninguna de mis explicaciones ni disculpas, porque hasta te pedí perdón por dejarte plantado, aunque yo no tenía absolutamente ninguna idea sobre tus planes, y tú en ningún momento me insististe o aclaraste sobre la importancia de ir al mirador aquel día una hora específica.




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