Con amor, Hayley.

Mayo 13, 2019.

Querido Tao: 
Después  de tu llegada del retiro espiritual, tal y como sucedió la primera vez que estuvimos juntos, nada volvió a ser igual. El mismo día que regresaste, mi madre decidió empezar a colocarnos un horario de visitas, como había hecho con Maya y Jonah, y te pidió que te fueras a las 9:00 pm.  
En ese momento no lo entendí, de hecho me molesté mucho con mi madre pues se sintió como si nos hubiese prohibido vernos, ya que desde principio de año se te había hecho costumbre llegar a las nueve a visitarme e irte pasadas las diez o a veces, a las once de la noche, y hasta ese día, mi madre no había puesto inconveniente por ello.  
Sin embargo, ahora me doy cuenta que además de estar molesta contigo por tus actitudes conmigo, lo que mi madre hizo fue ponerte a prueba, para darse cuenta si realmente estabas tan enamorado e interesado en mí como decías. El resultado no fue positivo, en lugar de organizarte mejor en tus horarios para sacar el tiempo para verme en los horarios de visita que había establecido mi madre, como era de esperarse, decidiste alejarte, dejar de venir a verme a casa, porque estabas indignado porque mi madre “te había echado” y “preferías no molestar en casa ajena”.  
No nos vimos hasta el fin de semana, implícitamente nos reunimos para celebrar nuestro segundo aniversario viendo nuevamente películas asolas en mi sofá, y digo implícito porque esta vez no hubo regalos de ninguna de las dos partes y tampoco mencionamos nada sobre estar cumpliendo dos meses de ser novios. Aunque en el fondo ambos lo sabíamos. Yo lo sabía.  
Ni siquiera creo que hayamos visto por completo la película, pues al principio nos las pasamos en un desacuerdo porque tú querías apagar las luces de la sala y yo me negaba a hacerlo debido a que estábamos solos y sabía que a mi madre no le agradaría la idea. Podía ver a mi madre en mi imaginación diciéndome que estar con las cortinas cerradas, las luces apagadas y asolas en la casa se prestaba para malas interpretaciones.  
A mí me importaba un comino lo que podrían imaginarse mis vecinos, pero mi madre se escandalizaba por sus comentarios mal intencionados y me obligaba a ser lo más prudente posible, pero tu insistías en ello a pesar de mis negativas. No lograbas convencerme ni con esos besos en el cuello que me dabas con tanta pasión desde que habías descubierto que me hacían perder la razón. Por fortuna, mi madre se regresó de la iglesia por un instante a buscar algo en casa y nos dio la autorización de apagar las luces, que tú mismo le pediste antes de irse y dejamos atrás la pelea para acomodarnos en el sofá como tanto nos encantaba, conmigo recostada en tu pecho mientras tú me rodeabas con tu brazos y apoyabas tu mejilla a un costado de mi cabeza. El último contacto romántico que tendríamos aunque no lo supiéramos. 
Nos pasamos el resto de la película tranquilos, ni siquiera nos besamos, y nadie llegó a molestarnos tampoco, la cosa sucedió cuando luego de terminar la película te pedí que me llevaras a comprar un set de shampoo al supermercado del centro comercial más cercano. Cuando te fuiste a buscar la moto y yo me metí a mi habitación para cambiarme de ropa, mi cuñado Jonah llegó y me tocó la puerta con efusividad, se me hizo extraño y le abrí tras ponerme el brasier, asegurándome de taparme el dorso con la camisa que me iba a poner. 
─ ¿Estás sola? ─preguntó con el rostro serio.  
Acto seguido entro sin pedir permiso, mirando por toda la habitación como si buscara algo o alguien. Me molesté por su actitud y le pedí una explicación que solo me dio en cuanto estuvo seguro que estaba sola.  
Me soltó que apenas llegó al umbral de la casa, mi vecina conjunta le hizo un comentario soez sobre que con su entrada nos arruinaría los planes pues según ella, tú y yo estábamos teniendo relaciones en ese preciso instante, que por eso había entrado de tal manera a la casa y a mi habitación. Fue ahí cuando comprendí las advertencias de mi madre.  
La situación me pareció una completa locura, primero por la magnitud de tal afirmación y segundo porque eso no excusaba su conducta, en todo caso, ni siquiera tuve energías para discutir con la creadora del chisme, dejé que Jonah le lanzará una reprimenda y me fui contigo al supermercado creo que sin comentarte nada.  
Con ello también sucedieron varias cosas que llamaron mi atención; para empezar me llamaste “sexy” por usar una blusa ajustada cuyo largo terminaba a la altura de mi ombligo, aunque no lo habías hecho cuando te envíe la foto en traje de baño. Luego, al pasar por una hermosa vista de luces de la ciudad, me pediste que te acompañara al mirador al que tantas veces habíamos querido ir en el pasado, pero me negué porque era muy de noche y no llevamos cascos, lo que te puso de mal humor y se llevó cualquier nota cariñosa de tu actitud. Y por último, mantuvimos una conversación en la que me aseguraste que si volvíamos a discutir ibas terminar conmigo porque estabas harto de tantas peleas.   
Recuerdo que toda esa situación me hizo reflexionar acerca de ti y nuestra relación. La semana posterior a tu regreso me encontraba muy estresada, tenía muchos pendientes en la universidad, era mi último semestre y entre las clases y lo absorbente que era mi trabajo me encontraba al borde de la locura. Empecé a quedarme hasta la madrugada para terminar de hacer mis compromisos académicos, algunas veces hasta tuve que usar el computador de mi puesto de trabajo para escribir ensayos y realizar investigaciones, todo un desafío porque había clientes por atender en todo momento o mis superiores aparecían merodeando a mí alrededor. De no ser por la ayuda de mis mejores amigas creo que no habría logrado aprobar más de dos materias. 
A lo que quiero llegar es que a pesar de literalmente estar sin tiempo, me di cuenta que siempre fui yo quien te escribí, quien te busqué, quien estuvo pendiente de ti y de pronto un día desperté y quise comprobarlo. Me acuerdo que te envíe una infografía de Facebook que hablaba sobre por qué nos encanta oler la ropa de nuestras parejas (de la cual no dijiste una palabra) y te informé que ya estaba en casa porque habías ido a buscarme y yo aún no había llegado del trabajo, pero nunca regresaste.  
Aquel día sentí que algo se desprendió en mi interior, e hice algo que había prometido no hacer desde que nos habíamos oficializado como novios, me quité la pulsera, aquella que simbolizaba el lazo de nuestro amor. Había notado que tú habías dejado de usarla desde que empezaron nuestros desacuerdos, pero yo me había negado a quitarme la mía porque guardaba la esperanza que todo se arreglara entre los dos, cegada por el amor tan especial que sentía por ti. Se suponía que mientras ambos tuviésemos puestas las pulseras, significaba que nuestro cariño seguiría fortaleciéndose y en consecuencia nuestra relación, pero esa noche no lo creí así y por eso, decidí quitármela.  
Pasaron cuatro días después de ese último mensaje y tú simplemente no apareciste, no hubo llamadas, mensajes, visitas, ninguna señal de ti o de que interesara lo que me pasaba a mí, ningún aviso de que estabas ocupado o de que yo te interesara en lo absoluto. Esos cuatro días fueron los más largos y difíciles de lo que llevaba del año, fue como si estuviese en una carrera en la que toda mi vida pasaba a mi lado en un borrón y de pronto me hubiese detenido para darme la oportunidad de analizar cada aspecto, a mi mente llegó cada situación sucedida entre los dos, cada palabra, cada acción, cada deseo, anhelo y me llené de angustia y muchas dudas. Supongo que a partir de ese momento empecé a saber que se acercaba el fin, el peso de la verdad sobre lo que estaba sucediendo luchaba por salir a flote y ya no tenía fuerzas para seguir ocultándolo.  
Se lo comenté a mis mejores amigas quienes me aconsejaron no darme por vencida y alejarte por miedo a fallar, pero debido a que no les había contado sobre muchas cosas malas acerca de ti, sus consejos no me ayudaron. Supongo que muy en el fondo ya sabía lo que debía hacer, pero me negaba a ello porque te amaba demasiado y a pesar de todo deseaba que quisieras siendo parte de mi vida.  
Finalmente quise pedirle consejo a Gloria, la cajera principal del local, quien además de tener experiencia por su relación bastante estable de más de tres años, se había vuelto mi más cercana amiga desde que había empezado a trabajar, y ella me hizo confirmar mis temores acerca de tu falta de interés hacia mí. Así que después de sentir que se me rompía el corazón luego de que no me buscaste aquel ocho de marzo, ni siquiera para decirme “Feliz día de la mujer” escribí las palabras de la alerta roja: 
─“Necesito hablar contigo” 
Ya lo habíamos hablado en nuestra primera y última gran discusión, sabías que me refería a que podríamos terminar y a pesar de ello, tu respuesta vino como si te hubiese retado a darnos puñetazos: 
“Es obvio que necesitamos hablar, ¿cuándo y dónde?”  
Te quise golpear, ¿de verdad no importaba ni dolía pensar que lo más probable era que estábamos a punto de romper? También quise abofetearme, ¿era tan obvio que estábamos mal y yo de estúpida no lo quería aceptar? 
A partir de ahí nos enzarzamos en una disputa sobre donde hablar, yo me negaba a salir de mi casa porque si todo salía mal me negaba a venir llorando de cualquier lugar en transporte público porque ni loca me venía contigo, mientras tú te empeñabas en discutir en mi casa a pesar de que mi madre no estaba. Me dijiste que te bañarías porque saldrías con tus amigos y por eso con más razón insistí en que vinieras a casa y aceptaste a regañadientes. No obstante, pasaron veinte minutos y mi madre llegó a casa antes que tú, y en cuanto te lo dije perdiste el coraje de verme a la cara y empezaste a decirme un montón de cosas por chat. 
No podía creer lo que estabas haciendo aunque lo estaba viendo con mis propios ojos, yo me había arreglado y dispuesto para hablar contigo de frente y tú en menos de un segundo decidiste que lo mejor sería hablar algo tan importante por mensaje, sin importar que estuvieras a menos de diez metros de distancia de mí.   
Yo sabía perfectamente lo que pasaba, tenía muy claras las razones por las cuales estaba por tomar esta decisión, pero necesitaba saber las razones que tu tenías para actuar del modo en que lo hiciste, si es que había una, quería saber si tú comprendías la magnitud de todo lo que estaba sucediendo entre los dos y serías capaz de aceptar tu culpa en esto, por eso te pedí que me dieras una explicación.   
Tao: Es más que obvio el rema que vamos a tratar. 
Hayley: ¿Podrías venir para hablar de esto personalmente? Solo quiero que me digas qué sucede, hace cuatro días creí que estábamos bien. 
Mentí, hace semanas que no estábamos bien, pero se supone que habíamos hablado cada vez y lo malo había quedado atrás, o al menos fingimos que así fue, porque ahora nos dábamos cuenta que la realidad era otra. 
Tao: Yo también lo creía hace «dos semanas» y no. Hace poco que no me siento bien, que no estoy feliz con nuestra relación. 
»Vuelvo al punto en el que no veo nuestros caminos alineados. Tú quieres una cosa y yo otra. 
Hayley: ¿Qué es lo que tú quieres? ¿Qué es lo que yo quiero, según tú? 
Al principio creí que estabas leyendo y contestando mis mensajes, pero al poco tiempo me di cuenta que solo estabas diciendo lo que querías sin importarte lo que yo pensaba o sintiera al respecto. Solo escribías texto tras texto y lo peor no era que ignoraras cuando te pedía que me dieras una razón, que me dijeras qué sucedió, o cuando te confesé que me lastimaba el vacío que se había creado entre los dos, sino que empezaste a decir cosas fuera de lugar y con muy poco sentido, lo que además de hacerme enojar me hacía sentir confundida.   
Tao: Creo que hablar tanto de nuestro futuro no fue benéfico, al menos para mí. Y yo me siento terrible, solo pienso en que me equivoqué.  
No sabía a qué te referías sobre que te hizo mal hablar del futuro, si fue por nuestras conversaciones sobre tus estudios, si se trataba de tu insinuación de que me fuera a vivir contigo, si era sobre las condiciones que te dije que tenía para casarme o tener relaciones contigo o si se trataba de tu deseo de tener hijos y mi negativa acerca de ese tema. 
Hayley: ¿Crees que haber estado conmigo durante todo este tiempo fue una equivocación? 
Dios, eso me dolió bastante. Me estresaba que no te dignaras a contestar mis preguntas y me ponía cada vez peor con cada cosa que me decías, en especial porque no te dignabas a aparecer para decírmelo a la cara.    
Tao: Debimos tener más tiempo para conocernos, aunque sé que igual no nos hubiésemos conocido lo suficiente de haber pasado como lo hizo, porque he notado que no quieres nada con Dios y no te gusta ir a la iglesia. 
Hayley: lástima que pienses eso. 
No solo me daba lástima, me parecía una completa locura que, aunque no fuera en el ámbito en el que lo decías, tenías mucha razón. Hemos estado conociéndonos por más de seis años y al parecer ese tiempo no ha sido suficiente para ninguno de los dos descubramos quien es el otro. Siento que no sé quién eres, me has mostrado tantas versiones de ti que no sé cuál de todas es la verdadera, y tú me a mí me ves como una persona muy distinta a la que soy y siempre fui. 
Por otro lado, el tema de Dios me tomó por sorpresa, te aventuraste a decir que te imaginabas con una mujer que adorara a Dios junto contigo, llenos del amor y la fe que profesa tu religión y que conmigo eso era imposible. Casi me rio por la ironía de todo, porque en ti podía ver muchas cosas menos el amor, la espiritualidad, el carácter y las actitudes morales típicas de una persona que profesa la fe que tanto me exigías, estaba segura que más firmeza en Dios y mejor comportamiento tenía yo que tú, aunque no me gustase ir a la iglesia. 
»Estas muy equivocado, el que no asista a una iglesia no tiene nada que ver con mi fe o mi relación con Dios. Además, no recuerdo que me hayas invitado a la iglesia salvo por el 31 de diciembre que fui contigo. Así que eso ni siquiera es una razón verdadera sobre lo que sucede entre los dos.  
Tao: Ves, así empieza la típica discusión. Tú tienes tus ideales muy arraigados y difícilmente yo podré hacerte cambiar de opinión, allí estuvo el problema. Yo no puedo obligarte a hacer algo que no quieres.  
Me estaba desquiciando que estuvieras divagando con ese tema porque sabía que lo usabas como excusa para no aceptar la verdad, para no aceptar que fuiste un idiota e hiciste muchas cosas mal. Hablabas del tema de la iglesia como si fuera un tema sumamente importante y decisivo al momento de estar conmigo, cuando nunca me invitaste a ir, excepto por una vez. Nunca me demostraste o hablaste acerca de lo mucho que deseabas que yo compartiera tu fe, aunque lo hacía por mi madre, solo que sin ir a la iglesia. Tampoco me llevaste a tus ensayos, a los servicios, no me pediste ayuda en las actividades que hicieron para reunir fondos para irse al retiro, ni me invitaste a las salidas con tus amigos de la iglesia, para que de un momento a otro me salieras con eso.  
Sabía que mi trabajo consumía mi tiempo y tenía todavía menos desde que volví a la universidad, pero si eso era cierto, si me hubiese hablado de ello, yo habría estado dispuesta a ir contigo a la iglesia en alguno de mis descansos, pero no lo hiciste y por eso me negaba a creerte y supongo que lo notaste porque te dejaste de tonterías y fuiste al grano.     
Tao: La verdad me duele tener que decirte que no puedo seguir con nuestra relación porque sé que te causará dolor y es lo menos quería porque yo más que nadie sé cuánto duele esto, pero no puedo seguirme engañando a mí mismo. 
»Y no te niego que físicamente me gustas, que tienes muchas cosas buenas y malas y no te hagas ideas que hay una tercera persona porque no es así.  
Un profundo dolor se fue filtrando hasta instalarse en mi pecho, los ojos se me llenaron de lágrimas y se me fue parte de la respiración al leer lo que guardaban tus palabras. Sabía que no podías decir la verdad, que no me amabas, que habías jugado conmigo. No tenías los pantalones para decirlo, ni siquiera estando escudado en tu casa detrás de la pantalla de tu celular. 
Hayley: Lo que yo siento es que nunca has tenido verdadero interés en mí. Cada vez era yo quien te hablaba, quien te buscaba y la prueba está en que hace cuatro días que dejé de escribirte y no supe más de ti, no hubo un “buenos días”, un “qué tal estuvo tu día” o al menos un “estoy ocupado”, nada. Y si no te escribo hoy para pedirte que hablemos no eres capaz de decirme nada.  
Para este punto el dolor en el pecho se sentía como si tuviese clavado una espada que me atravesaba de lado a lado. Me dolía en gran manera que había vivido engañada durante mucho tiempo, y de no ser porque tomé la determinación de confrontarte lo habría hecho durante mucho más tiempo, porque tú nunca te hubieses atrevido a decirme la verdad. Ni siquiera parecía que te doliera romper conmigo. 
»Claro que me duele porque te quiero y quería que estuvieras en mi vida, pero no puedo obligarte a quedarte si no quieres estar y tampoco puedo pedirte que me quieras. Solo espero que estés tomando la decisión correcta porque de esto no hay vuelta atrás, ya no habrá nunca más un «nosotros». Lo único que te pedí fue que no me fallaras, pero supongo que no se puede obligar al corazón… 
Tao: Nunca quise fallarte pero simplemente así se dieron las cosas.  
Esa frase me hizo enfurecer. Mentías descaradamente, las cosas no pasaron por si solas, fueron las acciones, las pésimas actitudes o la falta de ellas, los millones de errores y malas decisiones tanto tuyas como mías, porque yo también fui una estúpida por tolerar cosas que no debí.  
Me limpie con el respaldo de mi mano la lágrima rebelde que no había podido contener y dejé salir las palabras qu tenía atoradas entre pecho y espalda. 
“Me mentiste cuando me dijiste que me amabas.”  
Lo sabía, quizá en el fondo de mi alma siempre lo supe y me negué a aceptarlo porque yo si me había enamorado estúpidamente de ti. Y ahora eso me hacía daño en tantas maneras que no sabía si podría tolerarlo.  
Tao: Claro que si te amaba, pero esperaba cosas de ti que no se dieron y con cada una se fue apagando la llama, lo siento.  
¡Mentira! Puras mentiras, así como no se ama a alguien de la noche a la mañana, tampoco se deja de amarla. Dios como me lastimaba que te aferras a tus mentiras y no fueras capaz de afrontar la verdad. Estaba dolida y al mismo tiempo furiosa, pero más que nada decepcionada de ti.  
Hayley: nunca me amaste, me querías, pero no estabas enamorado de mí. Nunca más le vuelvas a mentir a una mujer de esa forma. No se deja de amar a una persona en dos semanas.  
Me tomé un segundo para tratar de tomar una respiración, sentía que mi habitación me asfixiaba. No podía creer que estuviese sentada en mi cama, usando mi nueva blusa negra mientras terminabas conmigo por Messenger. Entre en un estado de shock en el que dejé de llorar y simplemente leía los mensajes que me enviabas en los que me asegurabas que si habías llegado a amarme, pero lo que no terminaba de entender es porque nunca mencionaste nada de lo que me decías en este momento y por eso te lo pregunte.  
Siempre te pedí que me dijeras cómo te sentías, te pregunte muchas veces si pasaba algo y cada vez lo negaste. ¿Por qué no hablaste conmigo sobre ello? Tu respuesta fue excusarte, empezaste a decirme que tenías la sombra del pasado sobre ti atormentando tu mente porque yo te había fallado, y luego, como si tuvieras derecho, te ofuscaste, me dijiste que conmigo no se podía hablar porque no entendía las cosas y veía las cosas a mi parecer. En ese momento me di cuenta que ni siquiera reconocías los errores que habías cometido porque me culpabas de todo.  
Hayley: Dime ¿cuándo te fallé? Te di mi cariño de forma incondicional, te puse en primer lugar en mi vida y a pesar de ello no fue suficiente. 
Tao: Lamento haberte tenido que decir esto por aquí, no quería pero no hubo otra manera.  
No podía creer lo idiota y descarado que eras y eso no hizo más que aumentar mi rabia. ¿No hubo otra manera? Te había pedido mil veces que fueras a mi casa para hablarlo en persona, pero por supuesto que querías hacerlo por chat, estabas a jodidos diez metros de distancia de mí y no tenías las pelotas de darme la cara. 
Hayley: No tuviste los pantalones de decírmelo en mi cara.  
Quería decirte mil groserías, estaba furiosa y lo que hacías era empeorar todo diciéndome que querías ser honesto y que yo me estaba encargando de que no te arrepintieras de la decisión que estabas tomando. Dolía tanto que deseaba golpearte para que te doliera tanto como a mí. 
Hayley: Gracias por tu sinceridad, así no me sigo ilusionando sola.  
Fue una frase sarcástica. Me estaba asfixiando de la rabia. 
Tao: Si me demoré tanto para decirte esto es porque fue una decisión difícil, no veía esto como una posibilidad y traté de quedarme por lo que siento por ti, pero prefiero a Dios mil veces. A tu lado no me esperaba una vida tranquila, eso me lo hiciste saber en más de una ocasión. 
Hayley: No me digas que prefieres a Dios como si yo te hubiese apartado de él.   
¿Qué demonios? De haberte tenido en frente te había abofeteado. Casi que te pregunto cuándo te mortifiqué, si cuando me preocupé por tu salud física y mental, e intente ayudarte y apoyarte amando cada parte de ti y motivándote para que aprendieras a quererte por ti mismo y trataras de mejorar tu salud. Si tal vez fue cuando me interesé en la posibilidad de ayudarte con tus estudios, o si fue cuando me preocupé y apoyé para que salieras de tus deudas. De seguro te esperaba la peor vida a mi lado.  
Tuve que ahogar un sollozo y tomar una bocanada de aire para suprimir el dolor, aceptar la situación y dejarte ir. Al final de cuentas era lo que sabía que pasaría al confrontarte, por eso te dije lo siguiente: 
“Agradezco a Dios por lo que viví contigo, y espero que seas feliz y te vaya bien en lo que te resta de vida aunque no sea conmigo. Dios es el dueño del destino y solo él sabe cómo hace sus cosas.” 
De verdad que tenía todas las intenciones de terminar todo ahí, lo más pacífico posible, pero entonces enviaste aquellas palabras que me desquiciaron por completo:  
“Eso es todo lo que tenía por decir. También espero que seas feliz.”  
Acto seguido borraste mi apodo y te desconectaste del chat. No pude soportarlo más, eras un completo infeliz hijo de perra, ¿Quién te creías que eras? ¿En que momento habías pasado de ser aquel chico tierno, amoroso y bueno del que me había enamorado profundamente y te habías convertido en esta asquerosa persona que desconocía por completo? Me sentí tan devastada que lo único que pude decir fue: 
“La próxima vez sé capaz de decirle a la persona las verdaderas razones por lo que no quieres estar con ella, por lo que ya no te interesa, en lugar de sacar excusas baratas de la iglesia y de Dios que ni siquiera vienen al caso.” 
Tenía las emociones revueltas, pero lo que más afloraba en ese instante era la ira. Por ello, me levanté de la cama, tomé el portarretratos y me dirigí hasta la cocina con mi cara bañada en lágrimas para lanzarlo en la basura. Mi madre al verme me preguntó que sucedía y solo pude decirle que había terminado contigo, luego de eso regresé a mi habitación donde me deje caer de espaldas en la cama y me hice un ovillo mientras sollozaba.  
Mamá y Maya vinieron al poco rato a verme e intentaron hablar conmigo, pero no consiguieron más que explicaciones superficiales. No quería entrar en detalles ni que me vieran llorar porque sabía que no te merecías que llorase por ti, así que intente mostrarme fría y fuerte delante de ellas. Siempre había dicho que de amor nadie se muere, y que no se debía llorar por idiotas como tú, pues hay muchísimos en el mundo, sin embargo, no pude evitar llorar toda la noche.  
Sabía que un corazón roto no era el fin del mundo, pero dolía como si lo fuese. Toda la madrugada estuve despierta, a ratos llorando y en otros analizando tus palabras y cada momento de la relación. Me sentí humillada, ridícula, estúpida, por ser tan ciega, prácticamente me habías gritado que te importaban una mierda mis sentimientos y la relación, porque actuaste como si te hubiese librado finalmente de una carga estorbosa.  
De modo que me enloquecí y en cuanto desperté por la mañana, tras rendirme ante el agotamiento que me dejó tanto llanto, dejé salir todo lo que había guardado y envenenaba mi interior: 
»Y una última cosa que decirte; te faltó interés, decisión, pelotas, para saber qué es lo que realmente quieres en tu vida, para darte cuenta el tipo de mujer que tenías al lado y para conservarla. Te puedes ir al carajo tú y tus falsas promesas.  
Yo sabía que esto iba a pasar porque alguien que no crece al mismo ritmo que yo, que no tiene aspiraciones, que no tiene motivaciones y que ni siquiera se quiere a sí mismo, no era la pareja que yo necesitaba. Ojalá madures, crezcas, cambies y prosperes.      
Quería que aceptaras lo que más daño me hacía, que solo habías estado conmigo por capricho, que fui para ti como aquel juguete anhelado e inalcanzable, al cual perdiste el interés apenas tuviste en las manos y que nunca quisiste de verdad. Quería que te doliera tanto como a mí y por eso escogí con detalle aquellas palabras, porque sabía que te destrozarían la última gota de autoestima que pudiese quedar en ti.  
No imaginé que fueras a leer aquel mensaje, aunque lo deseaba con toda mi ira, mucho menos que lo respondieras, pues creí que habías bloqueado mi chat, pero no lo hiciste y las cosas no quedaron allí. 
Con amor,  
Hayley. 


 




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