Con amor, Hayley.

Mayo 20, 2019.

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Mayo 20, 2019.

Querido Tao:

La respuesta a mi último mensaje llegó el 13 de marzo y vino cargado con mucho más odio y furia de la que había sido enviada la mía. Había tanto resentimiento en aquellos mensajes, que era como si estuviera tratando con una persona distinta de la que había conocido y quizá, así era.

Empezaste aceptando lo que te había dicho, supongo que hasta ese día te tomaste el trabajo de leer lo que yo había dicho antes:

“Sí, todo eso lo acepto, y nunca dije que la iglesia fuera la única razón. Si ese fuera el caso nunca hubiese pasado nada entre ambos…”

Creí que finalmente estabas aceptando tus errores, pero lo que en realidad pasó es que te dispusiste a resaltar todo lo que a tu parecer había hecho mal yo, así que continuaste recordando mi ausencia en la cena navideña en tu casa y lo que sucedió el 30 de diciembre cuando te dejé vestido y con todo armado para la primera propuesta de noviazgo sorpresa. Decías que lo que pasó esos días para ti fue lo peor del mundo y para mí no fue nada, que yo no aceptaba que había actuado mal, que yo me veía a mí misma como alguien perfecto que nunca hacia nada malo.

Claro que reconocía que había cometido muchos errores mientras estuvimos juntos, los noté y tú también te encargaste de resaltarlos, pero trabajé en ellos a lo largo de la relación e incluso después de ella. Me fastidió que cada vez que intentabas hacerme sentir mal trajeras el tema del 24 y el 30 de diciembre a flote, a lo mejor era lo único que encontrabas para decir en mi contra, no lo sé, pero el caso es que esta vez no logro el mismo efecto. Sabía perfectamente que no habían sido los gestos más agradable de mi parte y te pedí perdón varias veces en el pasado por ambos sucesos, pero con el tiempo había comprendido finalmente que lo sucedido aquellos días estaba fuera de mi poder y culpa, debido a las circunstancias, y si tú no podías entender eso, solo afirmaba que había tomado la decisión correcta al alejarme de ti.

“Quizá yo tenía algún problema y antes de preguntarme si me sentía bien o si algo me pasaba, decías que no te quería y sacabas tus propias conclusiones. Así, cosa tras cosa fue apagando la llama. Déjame decirte que sí sentí algo por ti y en vano traté de demostrártelo ahora que ha significado mierda para ti, porque solo hablas de tu dolor nada más.

»Tienes que reconocer que tienes una forma muy egoísta de ser, que tú eres y serás así porque no quieres cambiar, pero si vienes a pedirme que yo cambie.

En cuanto al crecimiento personal, te hago saber que cada quien crece a su ritmo, me alegra que tu crezcas a pasos agigantados, sin embargo, cada vez que intenté crecer, me tocó pasar por cosas que solo Dios entiende, porque así él lo quería.

Lo único que reconocía era que eras un idiota, que te excusabas y victimizabas ante cada situación para tratar de quedar bien ante los demás, en lugar de aceptar y corregir tus fallas. Si bien era cierto que cada persona crece a un ritmo particular, lo que sucedía contigo, es que ni siquiera tenías disposición para intentarlo, porque te daba miedo fallar como te había pasado antes, y con esa actitud te vas a quedar atascado en el mismo lugar el resto de tu vida.

»Al final del camino, lo que me detesté de ti fur tu forma tan horrible de ser. Tú te crees muy inteligente y ni siquiera logras entender lo que sucedió en nuestra relación. 

Lo que más me decepcionó, fue que descubrí que tal y como la primera vez, te habías enamorado (si en realidad lo habías hecho) de un ideal y no de mí, porque al decir que siempre odiaste mi forma de ser, automáticamente vuelve imposible que alguna vez hubieses sentido algo por mí. Supongo que simplemente te gustaba mi físico y la idea de que pudiste reflejar todo lo que alguna vez imaginaste en una novia a través de mí, lo que a decir verdad es la forma más engañosa y dañina de querer en este mundo, si es que a eso se le puede llamar querer.

Luego empezaste a decir que las cosas se fueron al caño por culpa de los dos, refiriéndote a los lenguajes del amor, y cómo ninguno de los dos se preocupó por saber con cual se identificaba el otro, y estaba a punto de responder que tenías razón, hasta que volviste a salir con tus reclamos absurdos que me hicieron perder la serenidad.

»Estoy seguro que muchas cosas de mí no te gustaban, pero nunca te interesaste en ayudarme a resolverlas sino que te dedicaste a criticarme todo, a regañarme u obligarme a cambiarlas. No hubo un “¿por qué haces esto?” “¿cómo puedo ayudarte?”

No podía creer tu nivel de cinismo. ¿Cuántas veces te pregunté si estabas bien?, ¿cuántas te pregunté acerca de por qué actuabas como lo hacías y cuántas más intenté ayudarte? Te apoyé en todas y cada una de las circunstancias, te entendí, y hasta pasé por alto cosas que nunca debí permitir, para que tuvieras el descaro de decir aquello.

Mi nivel de tolerancia estaba por los suelos y las ganas de ir hasta ti para darte una o cinco merecidas bofetadas me parecía cada vez más atractiva, especialmente cuando continuaste diciendo que hiciste un esfuerzo inigualable por amarme y quedarte a mi lado y que habías actuado con temor a errar, cuando los dos sabíamos perfectamente que nunca me amaste de verdad y nunca has tenido el coraje para enfrentar nada que no salga como tú quieras. Como yo, como nuestra relación, ninguna de las dos cosas fue lo que esperabas y la prueba de lo que digo es que me terminaste por chat y seguías discutiendo sobre nosotros sin darme la cara.




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