La escandalosa alarma despertó a Verónica esa mañana, y tan pronto como abrió los ojos supo que sería un día pesado, su jefe la quería bien temprano en la oficina. Ella estaba encargada de dirigir la edición de un libro y ese día era el plazo límite, pues el lunes ya debía comenzar la impresión.
-Ven aquí- ronroneó un apuesto joven a su lado. La cama era grande pero ellos estaban acurrucados en el medio como si se necesitaran el uno al otro para sobrevivir a una ola de frío.
-Lore, me tengo que levantar, debo ir a trabajar- Verónica quiso escapar de los brazos de su novio pero él parecía decidido a no dejarla ir.
-Vamos- canturreo -¿Quién trabaja un sábado en la mañana?
Verónica logró salir, no sin esfuerzo, del alcance del joven y logró llegar al baño, se asomó en la puerta antes de cerrarla definitivamente para decirle: - Yo. Además de una gran cantidad de trabajadores más…
-¡Pues qué mal por ustedes! - gritó Lorenzo para que ella pudiera escucharlo sobre el ruido de la ducha.
Ella salió de la ducha secándose y notó que su novio ya no estaba. Supuso que estaba en la cocina, por lo que mientras se abotonaba la camisa le gritó que quería desayunar su cereal favorito. Cómo no obtuvo respuesta, tomó el blazer y se lo fue poniendo de camino a la cocina. Pero allí no estaba Lorenzo. Y tampoco lo encontró en la habitación de huéspedes, habitación que al ver recordó que debía limpiar, ya que la usaba como depósito.
Le pareció extraño que hubiese salido sin dejarle una nota, algo que siempre hacía, así que llamó a su celular, pero este sonó en su habitación. Siguió el tono de llamada y lo encontró en el suelo, junto a la cama debajo de los pantalones de Lorenzo. Otra cosa extraña, él no tenía ropa extra en su casa, así que si sus pantalones estaban ahí, eso significaba que había salido semidesnudo, o desnudo, ya que su remera también estaba allí, en la silla de su escritorio. Algo sucedía y Verónica se estaba inquietando.
Tomó su bolso y metió su celular, dinero y llaves. Se encaminó a la puerta y tras un vistazo y verificar que nadie estaba en el pasillo con intención de asustarla de broma, salió.
"Seguro es por Halloween" pensó mientras se encaminaba por el pasillo rumbo a las escaleras, algo le decía que los ascensores no eran la opción más adecuadas en ese momento.
Cuando llegó al vestíbulo del edificio se dirigió al mostrador, pero no encontró al Sr. Fernández, él o, en su defecto, su hija Marion, siempre estaban allí, si Lorenzo había salido, ellos sin dudas lo sabían. Pero no había rastro ni del Sr. Fernández, ni de Marion, ni de Lorenzo. Esquivando un gran macetón con una planta bastante grande, se metió por detrás del mostrador para golpear la puerta del departamento número uno. Pero allí tampoco parecía haber nadie.
Verónica ya no estaba inquieta. Estaba asustada.
Recogió su pelo ondulado en una cola alta. Cuando se decidía a poner manos a la obra siempre lograba lo mejor, y ahora descubriría que pasaba. Y si acaso era una broma, la pagarían. Y entonces un pensamiento cruzó su mente:
"¿Y si no lo es?"