La vida misma sabe de crueles actitudes,
de impostores oscuros,
de amores malignos.
La vida misma da señales de lo avarocioso,
del dolor rencoroso,
de actitudes hipócritas.
La vida misma no se detiene en los sueños,
de un verso pequeño,
de una sombra fantasiosa.
La vida misma sabe de verdades como de ser mentirosa,
no habla de milagros, no es milagrosa
y no habla de desgracias que no provoca.
La vida cuenta con los años que saben de engaños,
no ve las horas ni los días,
no ve personas muertas ni personas vivas,
sabe de madurar.
La vida no habla de corazones rotos,
habla de superación y de amor propio,
deja que pase lo obvio,
lo que tenga que pasar.
La vida no sube un escalón solo,
va de dos en dos y apura el caminar,
intenta vivir.