Con kilos de más

3. Hombre inalcanzable.

Mientras anotaba en una hoja todo lo que Rex le iba diciendo, Telma se preguntaba qué parte de ella exactamente podía gustarle a un hombre como él. Dejó de escribir y lo miró, Rex hablaba a la vez que trabajaba en su ordenador y se veía impresionante. 

 

— Telma. — La llamó Rex al no obtener respuesta y la observó. Telma apartó rápidamente la mirada y él sonrió. — ¿Tienes planes esta noche? — Le preguntó. 

Telma levantó la cabeza. ¿Acaso iba a pedirle una cita? ¿Quizás una cena romántica? 

Estaba a punto de tener un infarto y respondió antes de que eso pasara. 

 

— No. Estoy libre esta noche. 

 

— Bien. Te voy a mandar un correo, necesito que redactes dos informes para mañana. — Rex sonrió y volvió a mirar el ordenador. 

 

— Claro, lo tendré listo. — Se sintió desilusionada, y bajó la cabeza mirando la hoja de papel en la que escribía, lamentándose por ser tan idiota. 

Lo más razonable era que Valentina se mofara de ella, ¿cómo iba a gustarle a un hombre como Rex? Los hombres guapos y ricos jamás salían con mujeres como ella, lo hacían con las supermodelos que se ven en la televisión y las redes sociales. 

 

— Telma. 

 

— ¿Sí? 

 

— Dime tu número de teléfono para que pueda llamarte y que tengas mi número. — Telma le dictó los nueve números de su teléfono y sacó su móvil cuando éste le sonó en el bolsillo de la chaqueta. — Agéndame y llámame si hay algo que no entiendas. — Miró a Rex, viéndolo dejar el teléfono y volver a su ordenador. — Vamos a terminar esto rápido, hay un sitio al que tenemos que ir. 

Ella asintió y se apresuró a guardar el número de su jefe bajo el apodo «hombre inalcanzable» así, cada vez que la llamara evitaría fantasear de más. 

 

 

Después de anotar mil cosas que tenía que hacer a lo largo de la semana, Telma acompañó a Rex hasta el taller Saavedra. El olor a grasa era fuerte y en varías ocasiones se cubrió la nariz con un pañuelo mientras oía a su jefe hablar con los encargados del taller. 

Fue a la salida cuando pasó al lado de una máquina soldadora y se asustó al ser ésta accionada por un mecánico. El susto la llevó a perder el equilibrio y terminar en el suelo. 

Rex que caminaba delante se detuvo y vio como unos mecánicos se acercaron preocupados a su secretaria y la ayudaron a levantarse. Telma se disculpó avergonzada una y otra vez. 

 

— ¿Estás bien? — Le preguntó Rex cuando se acercó a él. 

 

— Sí. — Dijo Telma. — Lo siento, me he asustado. 

 

— Ten más cuidado la próxima vez. — Telma asintió y caminó delante. — Ven conmigo. — Rex la sorprendió agarrándola de la muñeca y tirando de ella. La llevó a los baños, donde frente a los lavabos la hizo darse cuenta de que tenía el pantalón rajado por detrás y estaba enseñando las bragas. — Esto servirá… — Musitó Rex. 

Telma lo vio acercarse mucho a ella, pero no supo lo que realmente sucedía hasta que lo vio atar entre sí y alrededor de su cintura las mangas de su chaqueta. 

Ese pequeño detalle la mantuvo en el limbo el resto del día. Era la primera vez en su vida que le ocurría una de esas escenas cliché de las películas románticas. 

 

 

Telma dobló la chaqueta de Rex sobre su regazo y la acarició con la mano. 

 

— Sería una fantasía si pudiera vivir un romance con él. — Dijo y depositó la chaqueta en la cama. Se levantó después y caminó hasta el salón, su ordenador estaba encendido en la mesa y se sentó en la silla frente a él. 

Tenía que redactar dos informes y solamente llevaba la mitad del primero. Su cabeza seguía cómo en una nube, lo que la obligó en más de una ocasión a borrar y volver a escribir. Y cuando sus ojos se cansaron, recurrió a sus gafas de ver. 

Escuchó su teléfono sonar y lo descolgó sin mirar. 

 

— Estoy afuera, sal para indicarme la puerta. — Oyó la voz de su inalcanzable jefe y Telma se levantó rápidamente. 

Salió de su piso en zapatillas de andar por casa y al asomarse por encima del pasamanos lo vio allí. 

 

— ¿Qué está haciendo aquí? — Le preguntó Telma cuando lo invitó a pasar a su piso. 

 

— Tenía ganas de verte. — Respondió Rex. 

 

— ¿Cómo… ? 

Rex la rodeó con un brazo a la altura de su cintura y se inclinó sobre ella. 

 

— Como has oído, tenía ganas de verte y de… 

 Antes de acabar la frase, Telma se despertó sobre el teclado de su portátil. 

Todavía era de noche y su teléfono móvil sonaba incesantemente, se incorporó cogiéndolo y le sorprendió ver que, al igual que en su sueño, era Rex quien la llamaba. 

 

— Está vez no es un sueño. — Se dijo Telma y se pellizcó la mejilla para corroborarlo. 

Cuando le dolió, supo que no era un sueño y se apresuró a descolgar la llamada. 

 

— Estoy frente a tu piso, ¿qué puerta es? ¿Arriba o abajo? 

 

— ¡¿Qué?! 

Rex se apartó el teléfono de la oreja con una sonrisa y levantó la mirada viendo a Telma asomarse por encima del pasamanos de la barandilla. 

 

 

Al entrar los dos en el pequeño piso, Telma cerró la puerta. 

 

— ¿Qué hace aquí? ¿Y cómo tiene mi dirección? — Le preguntó Telma. 

 

— Tu dirección está en la base de datos de la empresa y he pensado que siendo tu primer día necesitarías ayuda. — Rex la miró y sonrió al ver algo chistoso en ella. — ¿Estaba durmiendo cuando la he llamado? 

 

— No. — Mintió Telma. 

 

— Tienes el teclado del ordenador grabado en la cara. 

 

— ¡Eh! 

Telma corrió y desapareció a través de una puerta. 

 

 

Cuando Telma regresó al salón, Rex estaba inclinado sobre el portátil y hacía bajar la barra de navegación, revisando lo que llevaba hecho hasta ahora. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 17.11.2023

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