Con licencia para amar

Episodio 5: Un pensamiento.

Rowan...

Entré al restaurante y la primera que me recibió fue Becca.

—Hola, ¿cómo amaneces? —preguntó tendiéndome una taza de café.

—Bien, ¿lograste dar con la ficha de la joven que te comenté?

—No, ¿estás seguro de que venía a una entrevista?

—Eso fue lo que ella me dijo. —Ingresé a la cocina y suspiré al encontrarme a mi grupo de ayudantes.

—Tal vez mintió —sugirió Becca.

Negué con la cabeza:

—Ella no parecía estar mintiendo.

—Bueno, olvida a esa chica y concéntrate en tu inauguración. Llevas meses soñando con esta sucursal y es hora de hacer ese sueño realidad.

—Tienes toda la razón, por ahora, solo en eso me concentraré. —Fui hasta mi oficina y me quité la camisa, luego el pantalón—: ¿Tienes todos los ingredientes que te pedí?

Becca me observó un par de segundos, verme así no era nuevo, pero por alguna razón seguía perdiendo el habla cuando me veía cambiar de ropa.

Sabía que ella sentía algo por mí, pero era mi asistente y no la metería en mi cama, pues ya era mi empleada; esa era una de las reglas que más valor tenía en mi vida.

Caminé hasta Becca y chasqueé los dedos frente a ella.

—Sí, lo siento. —Mi asistente bajó la cara a su Tablet e hizo que revisaba algo.

Sin embargo, yo sabía que solo me ocultaba que se había sonrojado.

»Sí, ya realicé el pedido, debe llegar hoy en la tarde.

—Perfecto, terminaré de planificar el menú e iré por Miranda. —Me coloqué el uniforme y tomé mis cuchillos, me dirigí a la salida, pero me detuve a ver a Becca—. Dejo todo en tus manos.

Ella solo me miró y asintió.

Salí y me detuve frente a mi equipo.

—Bien, hoy trabajaremos en el postre de toda la semana.

Les expliqué lo que tenía en mente y nos pusimos manos a la obra. Tenía poco tiempo conociendo a este grupo, pero había logrado conocerlos, saber cuáles eran sus fortalezas y sus debilidades.

Y basado en eso, les asigné una tarea a cada uno.

Solo eran 5 empleados en la cocina, el sub chef, Dylan; cocinera 1 y cocinero 2, nunca lograba recordar sus nombres, solo sabía que eran gemelos o morochos. En fin, cocinaban bien y eso les había dado un puesto en mi cocina. Por último, pero no menos importante, estaban los dos ayudantes.

Ellos se encargaban de picar, sacar, lavar platos; lo que necesitaran los cocineros.

—¿Chef, así de gruesa la salsa? —indagó la gemela.

Metí la punta de mi dedo y probé.

—Redúcela con jugo de naranja a fuego lento.

—Sí, chef. —Se retiró y continué con lo mi trabajo.

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Miranda...

El timbre de la salida sonó y me formé de última en la fila.

Sorprendentemente, ninguna del grupito x, me dijo nada o se metieron conmigo.

Avanzamos hasta la salida y fui hasta el auto de mi papá. Abrí la puerta y me quedé parada viendo a Rebeca detrás del volante.

—Lo siento, tu papá no pudo venir —comentó ella tratando de sonar amable.

Pasaba de su hipocresía, desde que nos conocimos en Francia, supe que ella estaba enamorada de mi papá, pero no esperaba que tuviera una hija.

Habían pasado dos años desde que nos conocimos y solo hacía falta ver la cara de asco que tenía ahora, para saber que los niños no eran su fuerte.

—Vale. —Subí al interior del vehículo y me coloqué el cinturón.

Rebecca puso el auto en marcha y condujo en completo silencio. Supongo que trataba en lo posible de ignorar mi presencia, al igual que yo la ignoraba a ella.

Gracias a Dios, mi colegio no estaba tan lejos del restaurante de mi papito. Haciendo que nuestro viaje fuera corto.

Abrí la puerta en cuanto Rebecca detuvo el auto, pero antes de poder bajarme, ella me sujetó del brazo.

—Tu papá está bastante estresado con la inauguración, trata de no ser una carga para él.

No sabía qué decirle, ¿yo era una carga para mi papá? Bajé la cara y asentí.

Ella me soltó y se bajó del auto. Mientras, yo solo me quedé allí pensando.

Estaba segura de que no era una carga para mi papito, cuando llegaba del cole me decía que me extrañaba un montón y me llenaba de besos. 

Suspiré apoyando mi cabeza del asiento. 

No me gustaba este lugar, solo me hacía sentir triste y sola.

Por primera vez en mi vida, deseé tener una familia normal. Tener una mamá que me recibiera en casa y que me defendiera de las mujeres como Rebecca.

—¡Hey, mi buhita! —Levanté la cara viendo a mi papito agacharse frente a mí—. ¿Qué haces aquí solita?




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