"Remordimientos"
Antuan.*
Desperté de madrugada, agitado y bañado en sudor como, si acabara de llegar de correr un maratón. Mis lágrimas empañan mis ojos nublando mi visibilidad, ni siquiera me daba cuenta que pasaba a mi alrededor.
Aún tengo pesadillas de ese día. Recuerdo ir a toda velocidad y en sentido contrario, no sentía mi cuerpo estaba completamente entumecido, hasta que sentí el golpe. No pude, ni quise detenerme a ver que o a quien había golpeado, estaba tan desesperado por llegar lo más pronto posible al hospital, que ni si quiera me importó en ese momento.
Un mensaje bastó para que mi vida se fuera por completo a la basura, un mensaje con una de las noticias más devastadoras de toda mi vida.
¿Porque a él? ¿Porque no a mí? Él era apenas un niño, ¡¡tenía mucho que vivir joder! ¡Mucho más que ver! ¡Demasiado que aprender! ¡Miles de juegos por jugar! ¡Risas que compartir!
No podía evitar preguntarme ¿porque a él? Si tan solo no me hubiese ido a esa fiesta y me hubiese quedado con ellos como había planeado, pero mama tenía que insistir.
─Actúan, eres una adolescente tienes que divertirte─. Decía.
¿Cómo puede un chico de tan solo 16 años hacer eso? ¡¡Cómo!!. Cuando tu hermano está debatiéndose entre la vida y la muerte en la camilla de un hospital. Pero las madres son tercas y no puedes hacer nada en contra de sus órdenes.
Nada me hubiese gustado más que estar cerca cuando sus bellos ojitos azules se cerraran para siempre, el dolor nadie me lo podría arrancar de mí ser, pero por lo menos lo hubiese visto una última vez. Ver cómo veía a mama con esos ojitos que con el paso del tiempo perdieron su brillo, aun así nunca se dejó vencer. Nunca dejo que la sonrisa abandonara su rostro. Todos sabíamos que tarde o temprano lo perderíamos, pero preferiría mil veces a que hubiese sido tarde.
Días después de perder a una de las personas más importantes de mi vida, me entere que una chica había sido atropellada cerca del hospital, a la misma hora en la cual yo pase por ahí.
Según dicen el chofer que iba bajo los efectos del alcohol, se dio a la fuga. En ese momento mi vida calló un poco más. Inconscientemente había matado a una chica. En cuanto me entere fui al hospital, necesitaba saber que ella estaba bien, no podría vivir tranquilo si no averiguaba que le había pasado.
Pero nadie pudo darme información, nadie quiso decirme quien era la chica y como estaba si no era familiar.
Por un momento me plantee la idea de presentarme en la comisaria y decir que era un asesino, entregarme a la ley como el responsable de asesinato imprudencial, pero pensé en como este golpe repercutiría en mi madre, si yo hacía eso. Si yo iba preso se quedaría sola.
Desde ese día dos sentimientos completamente diferentes se instalaron en mi alma. Por una parte estaba el dolor por la pérdida de un ser al cual amaba con todo el corazón, el perder a mi hermano tan pequeño fue un golpe duro, más que nada para mama, perdió a su bebe, sentía que mi mundo se desmoronaba poco a poco. Cada vez que la veía llorar por la casa. Me sentía impotente al no saber cómo mitigar su dolor.
Y por la otra parte estaba ese sentimiento de culpabilidad, que no me dejaba vivir tranquilo, el no saber a ciencia cierta si había sido responsable de la muerte de alguien me carcomía por dentro. Por más que mi madre se empecinara en decirme que no era culpable de nada.
A partir de ahí buscaba una forma de mitigar mi culpa, todos los días acudía a diferentes lugares de apoyo a la sociedad, desde albergues para indigentes, casa de asistencia social para mujeres maltratadas, asilos de ancianos, orfanatos. Buscaba cualquier tipo de actividad social, para sentirme un poquito menos culpable, pero el dolor no menguaba seguía ahí presente igual o más fuerte cada día. Hasta que ya estuve demasiado ocupado como para seguir haciéndolo.