Con los ojos del Alma

Capítulo Siete

"Hablando De Mí"

Megan*

Seis meses había pasado desde que mantenía una amistad especial con Antuan y no encontraba la manera exacta de describir como me sentía cada vez que lo tenía a mí alrededor.

Ya era imposible para mis pasar un día sin verlo, cada día me llevaba a un sitio diferente, según el mostrándome el mundo, me describía todo con detalle, aun no entendía cómo es que decidió estudiar psicología si tenía alma

de poeta, su forma de describir cada ambiente era espectacular y como se lo dije la primera vez. Sentía que podía ver todo a través de sus ojos.

Tenía semanas dándole vueltas al mismo tema, ya había varias ocasiones en las que me pedía que le contara sobre mi ceguera, pero no me atrevía a contárselo, no por miedo que se alejara, tenía miedo que reviviera en mí el sentimiento de odio que hace mucho tiempo había dejado ir, no quería que el rencor se interpusiera en mi vida.

Pero eso se acabaría ahora, el rencor estaba superado. Ahora lo importante era continuar mi camino. Seguir viviendo con ello así que se lo contaría todo. Solo esperaba que el no hiciera lo mismo que papa intentando buscar al culpable.

Ya estaba lista esperando a que llegara por mí. Según él me quería llevara a un lugar muy importante para él a donde jamás había llevado a nadie y me contaría una parte importante de su vida. No creí que me pudiese contar algo que me sorprendiera ya que conocía casi todo sobre él. Pero nunca se termina de conocer completamente a las personas verdad. Me había contado algo acerca de toda la labor social que realizó antes de entrar a la universidad. Eso era algo de lo poco que me intrigaba, cada que hablábamos del tema un fuerte sentimiento de culpa se adueñaba de él y no entendía porque si todo lo que hacía era maravilloso. En una ocasión me disguste mucho con él. Para ser exactos la primera vez que me conto todo eso, creí que era una más de sus labores sociales. Pero me hiso entender lo equivocada que estaba.

Ya que nunca había intentado llevarme a esos lugares en los que se exponen sus experiencias. Algo que quedo más que claro cuando me llevo a conocer a su madre. La señora Marie es un amor, nada como ver, bueno borren eso. Nada como sentir como el amor brota a raudales de dos personas. Dulce,  cariñosa y una excelente preparadora de pasteles de fresa. Mis favoritos.

El sonido de un claxon me saco de mis pensamientos. Salí de casa retorciéndome las manos, estaban un poco sudorosas por los nervios que sentía al contarle mi historia.

—Hola— saludo justo en la puerta haciéndome pegar un salto.

—Hola— respondí rodando lo ojos. Le encantaba hacer eso. Tocaba la bocina solo para hacerme saber que estaba aquí pero siempre venía a esperarme en la puerta y acompañarme al auto.

— ¿estas preparada para que te lleve a mi lugar?— Pregunto ansioso.

—Si— conteste un poco nerviosa. — ¿Pero antes podemos hablar?— pregunte— quiero contártelo todo— dije, con los nervios a flor de piel.

—no tienes por qué hacerlo si no está lista— contesto. Era algo de lo que másme gustaba de él. Siempre pensando en los demás antes que en sí mismo.

—quiero hacerlo— dije — por favor—

—Genial, ¿vamos a comer entonces?— pregunto.

—Sería lo mejor— susurre — italiana—dije solo para hacerlo enojar, ya que él odia la comida italiana, o bueno al menos lo empezó a hacer desde que la camarera se le tiro encima estando yo presente.

— ¡No! — Grito — Mejor vamos por china ahí, nadie intenta violarme— dijo mientras yo trataba de contener la risa.

Le encantaba hacer drama con eso,  diciendo que la chica que estaba muy buena, lo quería violar enfrente de su chica como le gustaba llamarme de vez en cuando. —Qué falta de respeto de su parte — seguía gruñendo.

—No seas dramático— le regañe — solo quería ver si fingía ser ciega— es algo con lo que últimamente me gustaba bromear.

Ambos empezamos a reír mientras el conducía camino al restaurant comida china llamado ying-tung, era nuestro favorito desde que nos conocimos.

Al llegar la señora Yao que ya nos conocía nos llevó hacía nuestra mesa favorita.

— ¿Lo de siempre?— pregunto, con marcado acento.

—Por favor— pedí como siempre que íbamos, Antuan era un caballero y me dejaba elegir a mí.

La mesa se sumió en un silencia bastante cómodo, pero sabía que  solo estaba esperando para que yo hablara como lo hacía la mayoría de las veces que me veía nerviosa.

—tengo que hablar ¿verdad? — pregunte rompiendo el hielo.

—Solo si tú quieres— dijo mientras tomaba mi mano sobre la mesa y hacia círculos con su pulgar.

—okey, si estoy lista— dije más para mí misma que para él. Dándome ánimos para continuar.



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En el texto hay: amor, rebeldia, ceguera.

Editado: 22.02.2019

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