Miré por última vez el que fue mi trabajo, caminé sin rumbo fijo.
Era mi tercer trabajo perdido en dos meses, mi último jefe me llamó torpe, porque deje caer café caliente sobre sus pantalones pero no me arrepentía quiso sobrepasarse y el hecho que fuera mi jefe no le daba derechos sobre mí para tocarme.
Llegué a un parque y me senté a mirar a la gente pasar, tenía que pagar la renta, ya debía tres meses y pendía sobre mí la amenaza de desalojo.
Puse mis codos en mis piernas y noté que un señor se sentó a la par mía, estaba muy molesto y con rabia se llevaba bocados a la boca de lo que parecía ser su comida.
Decidí regresar a mi diminuto departamento que si no conseguía pronto trabajo ya no tendría donde ir, tenía que pensar en el bebé que llevaba dentro.
Escuché un ruidito y me giré, me percaté que el señor se estaba poniendo morado y trataba de respirar.
En un rápido movimiento me puse de pie y lo levanté para apretarlo por su estómago, lo solté cuando pude notar que expulsó lo que tenia atorada en su garganta.
Se sentó y sacó su pañuelo para pasárselo por la frente.
—Gracias me ha salvado la vida —sonreí.
—Me alegra haberle podido ayudar.
—Estoy en deuda con usted —me miró fijamente —Mi nombre es Víctor — extendió su mano.
La estreche y me presenté.
—Mucho gusto, soy Lena
—Siéntate muchacha quiero saber de mi salvadora — el señor al que le calculaba unos sesenta años o menos por que estaba bien cuidado, era muy simpático.— ¿Donde trabajas?
Lo miré con tristeza
—Ya no tengo trabajo, lo acabo de perder —él me miró examinándome.
—¿Eres rápida digitando?
—Si —él asintió
—¿Eres casada? No me mires con desconfianza todo tiene un propósito.
Negué con la cabeza.
—¿Vives sola? —me mordí el labio don Víctor se veía inofensivo pero una nunca sabía si estaba ante un potencial asesino.
Antes de responder él se me adelanto
—Mi hijo tiene una incapacidad física, él es escritor y en estos momentos requiere a alguien que trabaje para él, digitando su libro, el único inconveniente es que él necesita que la persona se mude con él porque muchas veces su inspiración es en la madrugada.
Me dijo el exorbitante salario, con ese salario y sin pagar la renta podía ahorrar para darle un futuro mejor a mi hijo, porque desconocía el nombre de su padre, una noche de copas, un atractivo desconocido y no usar protección me tenía con un embarazo de 3 meses.
—¿Si acepto será posible que me haga un adelanto? — me sentí apenada pero si no le cancelaba a mi casero no me dejaría sacar mis pocas posesiones.
—Claro Lena, me gustaría que te mudaras en esta semana.
—¿Su hijo estará de acuerdo en contratarme?
Don Víctor hizo una mueca molesta.
—Esta vez no le consultare
—¿Esta vez?- pregunté.
El asintió
—Ha entrevistado veintiseis candidatas y a todas ha rechazado y después pasa de mal humor, asi que tu eres la elegida.
Asentí y sonreí
—Entonces tenemos un trato.
Intercambiamos información y la verdad para mí no había ningún problema mudarme al día siguiente.
A la mañana siguiente me esperaba don Víctor afuera del viejo edificio donde vivía, el camión de mudanzas nos seguía, sentía nervios pero emoción a lo desconocido.
—Don Víctor, espero no ser indiscreta pero me gustaría saber ¿qué discapacidad tiene su hijo?, para saber en qué lo puedo ayudar.
El me miró y siguió manejando en silencio, me mordí el labio, presentía que había sido indiscreta.
Nos quedamos en silencio pero en un semáforo decidió responder mi pregunta.
—Él quedó ciego en un accidente, hace casi cuatro meses, es mejor que sepas que su carácter no es nada fácil debido a su condición.
Me quedé en silenció, temía no ser bien recibida pero tenía que controlarme, le debía el adelanto de salario que me dio don Víctor que equivalía a 2 meses de trabajo.
Cuando se estacionó en las afueras de la ciudad me encantó la casa, era estilo campestre, iba a disfrutar vivir ahí.
Una vez acomodé mis pocas cosas en la habitación que me asignaron, don Víctor me envió a llamar con la ama de llaves.
Cada rincón de esa casa me encantaba, al llegar a lo que se suponía era la biblioteca, escuché gritos, la ama de llaves tocó y se dio la vuelta dejándome sola, suspire y abrí la puerta.
La biblioteca parecía tétrica toda oscura, medio entraba un débil rayo de luz por una hendija de la ventana, suspire, ese no seria para nada un buen lugar para trabajar.
El hijo de don Víctor estaba sentado frente a su escritorio pero de espaldas hacia nosotros.
- Sébastien, ella es Lena, tu nueva asistente.
Silenció total, Don Víctor me miró y me sonrió como disculpándose.
Ambos nos quedamos callados cuando vimos que hizo la silla hacia atrás y se levantó.
Pude apreciar que era un hombre alto.
Se giró y pude ver en las sombras que llevaba gafas de sol, y se apoyaba en un bastón.
Se fue acercando hacia donde nosotros, apoyado en el bastón, no tropezaba suponía conocía bien el lugar.
—Si le dijera que es bienvenida a mi casa le estaría mintiendo, odio que una extraña viva bajo mi techo.
Me quedé de piedra cuando quedó frente a mí, no podía creer la suerte que tenía, ante mí estaba el único hombre con el que había estado y el padre de mi hijo por nacer.
Editado: 31.12.2021