“Querido diario,
Odio mentir.
Mamá pidió unas pizzas y cenamos en la cocina. Martin estaba encantado con la idea de que un famoso se sentara a la mesa con nosotros. Para asegurarse de su completo silencio, Mateo le regalo una PlayStation 5 y mamá se encargó de mantenerlo a raya, instándolo a permanecer callado y hacer las tareas, de lo contrario, la consola terminaría guardada en un rincón de su armario. Fue una noche muy agradable, solo faltaba papá. Ya hacía dos años de su eterna partida, pero su ausencia se sentía en el alma de todos. Al principio parecíamos una familia de zombis, perdidos en una casa que era demasiado grande y vacía para tanto dolor. Luego, nos fuimos haciendo a la idea, pero creo que nunca lo superemos del todo. Mañana hay que ir al cole y me pregunto cómo hare para que Catalina no se dé cuenta de nada.”
Rodrigo dejo a su hermana en la puerta de la escuela y partió rumbo a la productora para ultimar algunos detalles respecto a la ausencia de su cantante estrella. Ella, por su parte, intento pasar lo más desapercibida posible. Sentada en su usual rincón, se dedicó a cumplir con las tareas, prestar atención en clase y escuchar las canciones de Mateo en los recreos, como siempre. Catalina se reincorporaría al día siguiente y tendría que mentirle, no había otra solución. Una promesa era una promesa, y por nada del mundo la rompería. Las horas pasaron lentas y tediosas y llegado el mediodía, observo el andar de los minutos en el reloj que colgaba sobre el pizarrón. Cuando sonó el timbre, se lanzó hacia la puerta en medio de una muchedumbre agitada y ruidosa. Camino hacia su casa, ansiosa de verlo, de oírlo, de ayudarlo en la manera que le pidiera.
Mateo estaba allí, en el medio del living, con las persianas bajas para evitar ser visto, tocando el piano. Sus manos volaban sobre las teclas, acariciándolas suavemente, mientras anotaba en el pentagrama las notas que componían una nueva melodía.
_Llego esta mañana_ le dijo Mateo regalándole una amplia sonrisa.
Violeta no pronuncio palabra, quedándose allí, parada e inmóvil como una estatua.
“Definitivamente debo estar volviéndome una idiota” pensó la joven., incapaz de pronunciar alguna frase coherente
_El piano, Violeta. Llego mientras estabas en la escuela ¿Cómo fue tu día?
Espero que mejor que el mío porque me está costando un montón terminar esta canción. Debo tener pájaros en el cerebro en vez de neuronas. Tu mamá estará cansada de tanto ruido, pobre.
_ ¿Sobre qué es la canción? _ quiso saber acercándose al instrumento y arrojando la mochila en un rincón, saliendo de su estado catatónico.
_Una partida, una separación, dos personas que se quieren pero que no pueden estar juntas. Ven, siéntate al lado mío._ y acto seguido, ejecuto una melodía triste , muy triste para luego cantar:
“En la inmensa oscuridad tu recuerdo
Aparece como un fantasma repentino,
Se pasea por mi cuarto y me rodea
Hasta el punto de marcar mi destino.
Las horas pasan eternas
Y recuerdo en esa cama conmigo,
Mi corazón se lamenta…”
_Y no puedo seguir, Viole. Ahí me quedo parado sin saber que agregar.
La muchacha repitió la melodía varias veces buscando la manera de continuar la rima.
_Bueno, podrías borrar el ultimo verso y escribir algo así
“tus brazos alrededor mío,
El aroma de tu piel, tus manos, tus besos,
Que dan razón a mi ser”
_ ¡Es buenoooo! - exclamo Mateo sorprendido_ Queda bien, muy bien_ y volvió a tocar la canción una vez más, satisfecho con la nueva letra. _Gracias, de verdad.
El grato momento fue interrumpido por un sonoro timbre. Violeta se acercó a la ventana y espió entre las rendijas de la persiana para ver la silueta de Catalina.
_Ya sé que estás ahí, Enana. Ábreme que necesito que me pases las tareas de los días que falte.
Mateo se quedó inmóvil. ¿Lo habría escuchado? Seguramente si ¿Qué excusa podrían darle a aquella intrusa? Violeta le hizo un gesto para que se fuera a la habitación más próxima, cosa que hizo al instante, y corrió a abrirle la puerta.
_Hola, Cata. ¿Estas mejor?
_Si, gracias. Espere que anoche me llamaras, como de costumbre, pero parece que no tuviste tiempo para mí. ¿Puedo pasar?
_Por supuesto. Vamos a mi cuarto. Mamá fue a buscar a Martin a la escuela y debe estar haciendo las compras. Estamos solas_ mintió Violeta nerviosamente.
_Hubiera jurado que hablabas con alguien_ murmuro Catalina mientras espiaba el interior de la casa. Pudo notar el piano, la luz encendida del living y un vaso con agua sobre el instrumento musical. Se detuvo en silencio y camino hacia él.
_Ah…tenemos un piano. Es un capricho de Rodrigo.
_ ¿Y quién tocaba hace un rato?
Violeta no sabía que decir, no deseaba mentirle, pero resultaba indispensable.
_Estaba escuchando música, nada más_ respondió instintivamente.
_Violeta, no me tomes por tonta, alguien tocaba el piano y cantaba. Lo escuche con mis propios oídos.
_Te dije que no hay nadie en casa. Acabo de llegar, Catalina. ¿viniste a buscar las tareas o a hacerme un interrogatorio?
_Parece que estas de pésimo humor hoy_ musito la invitada.
_La mochila está en el suelo y lo de ayer de Matemática lo tengo en mi habitación. ¿Vamos?
Violeta tomo la bolsa, observo con disimulo a su alrededor y subió con su amiga hasta su cuarto.
“Debí de haber escondido el vaso”, pensó, “Esta mentira va a necesitar de varias más”.
_ ¿Me puedo quedar a comer? _ quiso saber Catalina.
_Tengo que acompañar a mamá al médico sino, encantada.
_ ¿Y mañana?
_Es sábado, vamos a lo del abuelo_
Catalina la miro por unos instantes en silencio. Finalmente dijo:
_Pásame todo por fotos. Me acorde de que tengo un compromiso. Chau. _ y sin más, se dio media vuelta y se fue, dejando tras de sí a una Violeta clavada con una estaca en el corazón.
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Editado: 26.06.2025