Con los ojos del corazon

CAPITULO 15 RUBEN

Pasaron la noche en aquella enorme casa, que extrañamente se sentía un hogar por primera vez. Rodrigo y Martin compartieron habitación y jugaron como si ambos fuesen dos chicos, haciendo guerra de almohadas, contando chistes y adivinanzas. Vanina tomo la pieza que daba al jardín y Violeta, el cuarto contiguo. Junto a ella, estaba el del cantante.

El muchacho se recostó con los brazos cruzados bajo la cabeza, mirando el techo. Su mente estaba llena de hermosas imágenes, bellos recuerdos, risas, alegría y nostalgia. Imagino a su madre conversando feliz con Vanina, hablando orgullosamente de sus hijos…y a Violeta, allí, viviendo para siempre en su casa. Cerro los ojos y suspiro profundamente. Se preguntó hasta qué punto aquella muchacha se había adueñado de su corazón. Le gustaba escribir juntos, componer en el piano, intercambiar opiniones, descubrir el nerviosismo en su voz o el ligero temblor de sus labios cuando se acercaba a ella. Luego, conto los días hasta su operación: siete días para cambiar su vida, una semana para no verla más, y eso le dolía mucho, como si una pesada roca le oprimiera el pecho y no lo dejara respirar. Sabía bien los riesgos de aquella intervención, y también sabía que no soportaría verla llorar o sufrir por él, porque la quería, y eso era algo que le costaba horrores aceptar. No solo por la diferencia de edad, sino porque su destino era incierto. Le había escrito decenas de canciones, había compuesto varios poemas y otras tantas melodías sin letra. Algunas eran de amor, otras de dolor y tristeza.

Mateo se levantó vistiendo un short, musculosa y pies descalzos. Se dirigió a la cocina para buscar un vaso de agua, pero escucho unos pasos cercanos. Avanzo con lentitud y allí, sentada sobre la mesada, estaba Violeta. Podía ver sus ojos tristes y vidriosos, como si estuviese a punto de llorar. Los pies bailando en el aire, la mirada fija en el piso y un vaso de jugo de naranja apoyado junto a ella. Parecía un ángel caído del cielo, el cabello rizado rodeando su rostro, las piernas inquietas y su respiración agitada y nerviosa, como si estuviese sufriendo ¿Por qué estaba así? ¿Qué turbios pensamientos la acosaban?

_Hola, Viole_murmuro sin ánimo de asustarla. Ella se secó las lágrimas y le regalo una sonrisa.

_Holaaa, me asustaste. Baje a tomar algo porque no podía conciliar el sueño. ¿Te sirvo algo? _ le dijo intentando bajarse de la mesada.

_No, no te muevas, no hace falta. Sentía sed, un vaso de agua estará bien.

Un incómodo silencio se instaló entre ambos, como si deseasen confesar algo, algo escondido muy dentro de su corazón.

_Te escuche_ musito débilmente la muchacha.

_ ¿Cuando? _ quiso saber preocupado.

_En casa, anoche, con mama en el jardín.

Mateo dio un fuerte suspiro, se sentó junto a ella moviendo el vaso de jugo hacia la izquierda. Ahora comprendía su mirada y su dolor, dolor que el anhelara evitarle inútilmente.

_ ¿Qué tanto escuchaste?

_Todo.

_Eso pone las cosas más difíciles entre ambos. Se suponía que sería un secreto… ¿Qué quieres saber?

_ ¡Tantas cosas! Lo primero es conocer cuál es tu enfermedad.

El cantante espero unos instantes, cerró los ojos buscando coraje y acepto que merecía la verdad, porque sería una manera de que entendiera el por qué de sus decisiones. Finalmente le dijo:

_Hace un tiempo comencé con unos terribles dolores de cabeza, mareos y algunos olvidos. Supuse que simplemente se trataba de stress, pero tu hermano, el mejor de los amigos que he tenido debo confesarlo, me obligo a hacerme un chequeo médico completo…y ahí estaba el maldito.

_ ¿Quién? _ le pregunto Violeta confundida.

_Rubén, mi tumor cerebral.

_ ¿Le pusiste nombre a eso? _ quiso saber sorprendida.

_ ¿Por qué no? Es más fácil decir que todo es culpa de Rubén a andar por ahí diciendo que tengo esta cosa deforme oprimiéndome el cerebro, creciendo y creciendo aquí, justo en la frente, entre mis ojos. ¿No te parece?

Violeta miro al suelo sin pronunciar palabra. Las lágrimas comenzaron a caer desesperadas por sus mejillas.

_ ¡Ves! Por eso no me gusta hablar de esto. En seguida pasan de la admiración a la lastima_ agrego Mateo enojado.

_No es lastima…nada de eso, es impotencia, la imposibilidad de ayudarte frente a Rubén…haría cualquier cosa por evitarte este trance.

_Lo sé, por eso prefiero no hablar del tema, pero tampoco resultaba justo mentirte o esquivarte. Después de todo, es mi vida, son mis decisiones y es mi enfermedad. Quise llevarme recuerdos felices y no lágrimas, tristeza o pena por parte de los demás

_ ¿Y cuáles son los riesgos?

_Uff!! Son muchos: perdida del habla o la locomoción, ceguera, confusión, debilidad…son muchos. Podría morir, Violeta.

_Eso no lo soportaría, lo sabes. Me destruiría saber que debería continuar sola por la vida. Así, al menos te vería desde lejos, como siempre lo he hecho. Escucharte en la radio, verte en las redes, ser testigo de tu fama. No pretendo mucho, la popularidad y los lujos no son para mí. Sé que no soy como las mujeres con las que saliste, esas que tienen piernas de dos metros, cabello largo y sedoso, flacas como un esparrago…yo soy distinta, muy distinta.

_Por eso me gustas_ finalmente confeso mirándola a los ojos_ Y es por eso, también, que debo alejarme, al menos por un tiempo.

_Eso quiere decir que volveré a verte. ¿Cuándo? _ quiso saber ansiosa.

_Dentro de un largo tiempo, si tienes la paciencia suficiente para esperarme. Podría ser un año, dos o tres…

_Te esperaría la vida entera_ le dijo Violeta dándole un beso en la mejilla.

Unos sonoros pasos ingresaron en la cocina. Una mujer vistiendo una bata y anteojos se detuvo junto a la puerta.

_¿Que hacen aquí los dos a estas horas?_ inquirio Vanina.




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