Con los ojos del corazon

CAPITULO 17 EL PASADO SIEMPRE VUELVE

Mateo preparo la pava, el mate, yerba, azúcar y busco en la heladera algo para comer. Encontró una tarta de duraznos que Teresa muy amablemente había horneado. Se sentaron en el patio trasero, junto a la piscina, bajo la luz de la luna llena. Nadie se atrevía a hablar. El ambiente se notaba tenso, como si fuese una delgada tela a punto de romperse. Finalmente, fue el cantante quien comenzó la charla.

_Mi padre era un patán, un completo imbécil, violento, abusador y borracho, el peor de su especie.

Violeta lo observaba con ternura apoyando la mano sobre la rodilla del cantante, por debajo de la mesa. Lo escuchaba en silencio, dándole tiempo para reconstruir su pasado, un paso tan doloroso.

_Según contaba mi madre, inicialmente no era un hombre violento, por el contrario, era amable y hasta romántico. Luego nací yo y las responsabilidades aumentaron. Perdió el trabajo, se metió con la bebida y ahí fue el principio del desastre. Llegaba tarde, completamente incoherente, todo le molestaba, todo lo irritaba: mi llanto, la comida, la casa, los ruidos…todo. Después, los golpes, contra la pared, contra los muebles…y más tarde…_Mateo detuvo el relato por unos instantes, preso de una rabia e impotencia que brotaban del fondo de su corazón.

_No hace falta continuar, hijo_le dijo Vanina con suavidad.

_NO_ afirmo con vehemencia_Empece y necesito terminar…_agrego compungido La pobre de mi madre se llevó lo peor y ella creía que iba a cambiar. ¡Maldito idiota abusivo! A continuación, me tocó a mí. Siempre llegaba a la escuela con un ojo morado, dolores en la espalda, marcas en las piernas, mal comido, mal vestido, distraído, centro de burlas. Me culpaba por haber nacido, porque pensaba que de no haber existido mi papá tendría menos preocupaciones…cosas de chicos que no saben de vicios y mezquindades. Entonces conocí a Andrés, mi único amigo. Me invitaba a su casa, almorzaba allí, hacia los deberes…Su mamá me preparaba el baño, ropa nueva, recuerdo que horneaba unos bizcochuelos de chocolate fabulosos para la merienda y conocí, mi salvación, la música. Ella era maestra por las mañanas y se quedaba en casa por la tarde. Me enseño los primeros acordes de guitarra, me regalo una viejita que escondía en el garaje de casa, para que mi papa no la viera. Me pasaba sábados y domingos inventando melodías. Fue mi escape a tanta violencia, me ayudo a olvidar y a estar menos aguantándolo. Hasta que un día, le dieron tal paliza que apenas podía caminar. Mi mamá le pregunto qué le había pasado y le arrojo una silla. Esa misma noche, mientras se iba al bar, tomamos nuestras pocas ropas y nos refugiamos en casa de Andrés. Sus padres nos prestaron la casa de sus abuelos paternos en San Nicolás de los Arroyos. Por suerte, Andrés comenzó a venir los fines de semana, a veces con su mama, otras veces solo. Nos pasábamos el día tocando la guitarra, él tenía una nuevita, hermosa y yo seguía con la que me habían regalado. Todavía la conservo para recordarme que todo es posible, es mi tesoro. Esta desgastada, pero tiene el poder de inspirar melodías tristes, muy tristes, como si cada nota pudiera llegar al cielo, lamentos del alma que vuelan por el aire.

_Y nosotros te recordamos a esa familia que conociste_ suspiro Violeta.

_Así es _asintió Mateo_ Mi madre trabajo duro, muy duro, por eso estoy en deuda con ella por siempre. Fue muy paciente, bondadosa, buena mujer, buena amiga. No se merece lo que le está pasando. Yo intento darle lo mejor, de veras. Creí que estar conmigo lo seria, pero ella no quiere que la vea de esa forma, enferma, doblegada. La entiendo, pero me duele mucho. Mañana vamos a ir a verla, le vas a gustar mucho, Viole. Estoy seguro. No se preocupe, Vanina, la voy a cuidar, se lo prometo. Rodrigo está entusiasmado, porque nunca viajo en avión.

_ ¿Y supiste algo de EL? _ lo interrumpió Vanina, intrigadísima.

_El descarado vino a verme para pedirme dinero. Tenía unas deudas que no podía pagar. Unos prestamistas lo perseguían, me reconoció en los medios y se presentó en la productora. Lo quería matar, le juro, me dio tanta rabia. El tan entero, tan hipócrita, tan cara dura….

_ ¿Y se lo diste?

_Si, más de una vez, varias. Después se le hizo costumbre, como si yo fuese su cuenta corriente. Entonces mi abogado me convenció para darle una buena suma a cambio de que firmase un documento y no se acercase nunca más ni a mí ni a mi madre

_ ¿Lo firmo? Quiso saber la muchacha.

_Obviamente, por eso digo que lo perdí hace mucho tiempo. Las personas asumen que falleció y para mi es más fácil, menos explicaciones, menos recuerdos. ¿Caliento el agua? _ pregunto para cambiar de tema.

Los tres sonrieron ante lo evidente de la situación.




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