Vanina había dejado a Martin en casa de un compañero de escuela con el fin de evitarle pasar un mal rato, aunque, al no haber noticias de Mateo, tarde o temprano lo sabría. Los medios de comunicación publicaban noticias y más noticias. Epígrafes como ¿Dónde está el ídolo? ¿Alguien vio a Mateo Rossi? El inesperado rapto del cantante. Nadie vio nada. Un secuestro y muchas dudas”.
Martin quería mucho al cantante, esto era algo reciproco, de modo que Vanina intentaba protegerlo de alguna forma.
_ ¿A dónde van, chicos?_ le pregunto ella .
_¿Y tú?_ agregaron ambos a la vez.
_Yo voy a buscar al Enano a lo de Pedro.
_Nosotros vamos a comprar algo al quiosco. Necesito hacer algo, mama. Rodrigo me acompaña. Creo que voy a enloquecer encerrada sin hacer algo_ acoto Violeta resignada.
_No den muchas vueltas. No quiero otro susto, por favor.
Se marcharon en silencio mirando a su alrededor. Las calles estaban desiertas, desiertas como la mismísima noche.
_Es aquí, a tres cuadras de la casa de Cata.
_Es un lugar peligroso, Violeta. Hablemos con la policía primero. _le sugirió Rodrigo inútilmente.
_Vamos, nos fijamos y si hay algo sospechoso llamamos al comisario. ¿Estas tranquilo?
_Temo por tu seguridad más que por la mía. Tendríamos que haber venido en auto.
_No hay un alma en la calle y quieres venir con un tremendo auto rojo que se ve de aquí hasta Rosario.
_Bueno, unos minutos y nada más, Bodoque.
El taller mecánico estaba cerrado, obviamente. Violeta se acercó a la persiana y escucho música.
_La radio esta encendida._susurro con cuidado.
_Entonces hay alguien. Quédate aquí. Yo soy mas alto. La ventana de arriba esta abierta, espio y nos vamos.
Rodrigo se paró en puntas de pie y logro observar una figura conocida tras los vidrios manchados de mugre y hollín. Un hombre joven de unos veintitantos años hablaba por teléfono. Una radio sonaba a lo lejos apoyada en un estante destartalado junto al poster de una mujer semidesnuda. En un rincón, recostado en el suelo, atado de pies y manos y bien amordazado se hallaba el cantante peligrosamente inmóvil.
_ ¿YYYY? _preguntaba Violeta.
_Shhhh! Quiero escuchar. Ése debe ser el Rengo.
_No sé qué le paso, Nena. No reacciona este hombre. Te juro que no lo golpee ni le hice nada. O se pegó el susto de su vida y se desmayó o tiene algo, no sé. Esto no es normal. Te aviso que yo me abro, no quiero nada con esto. Un secuestro es una cosa, pero una muerte…no, asesinato, no._y dicho esto, el hombre guardo el celular en el bolsillo y se rasco la cabeza evidenciando desconcierto y frustración. Camino en círculos nerviosamente, le dio un empujón con el pie a la persona que se hallaba en el suelo, pero esta no reacciono. Tomo una llave del estante junto a la radio, abrió la puerta trasera y salió, dejando tras de sí el taller vacío.
Rodrigo le tapó la boca a Violeta y la llevo tras un frondoso árbol. Una vez que el desconocido se hubo ido, ambos se dirigieron a la parte trasera del local. La puerta estaba cerrada, aunque no se veía frágil.
_Hay una persona tirada en el suelo, hermana. No puedo decir si es Mateo.
_Entremos y listo. Dijo ella desesperada.
_Por las dudas, voy a dejarle un mensaje al comisario, antes de entrar.
Violeta saco de su cartera el celular y busco alrededor algo para hacer palanca. Una varilla de hierro oxidado descansaba junto a una pila de escombros. Los hermanos la usaron para forzar la puerta e ingresaron al taller. Violeta se acercó al hombre inconsciente. Despejo los cabellos de su rostro. Allí, sobre el sucio piso de un taller mecánico, Mateo Rossi luchaba por su vida.
_Apenas respira, Rodrigo_ musito Violeta acariciando sus mejillas.
_Parece que hay un par de intrusos_ dijo enfáticamente el Rengo apuntándolos con un arma. Los chicos habían sido sorprendidos mientras Catalina esbozaba a su lado, una irónica sonrisa triunfal.
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Editado: 16.06.2025