Teresa fue el único lazo existente entre la salud de Mateo y Violeta. La pobre mujer solo estaba autorizada a transmitirle que la operación había resultado exitosa y que el cantante se hallaba en Australia recuperándose favorablemente. Eso a Violeta no le alcanzaba, pero era mejor que nada. Después de todo, debía cumplir con su palabra y esperar. ¡Como si fuese tan sencillo!
Londres era un lugar maravilloso para aprender y recorrer, por lo que se subió a cuanto medio de transporte tuvo a mano, los kilómetros parecían ser su único consuelo y la forma más segura de no mirar el almanaque continuamente. En un año conoció Bristol, Brighton, Liverpool, Bath, York, Oxford, Manchester y otras más. Visito Stonehenge, el Big Ben, la Abadía de Westminster y el Museo Británico, al que fue más de diez veces. Pero su corazón permanecía en Buenos Aires y sus recuerdos con un único protagonista: Mateo Rossi. Así, los doce meses transcurrieron lentos y dolorosos llegando a su fin.
En el aeropuerto toda la familia se hallaba esperándola. Entre besos y abrazos esbozo su mejor sonrisa mientras Rodrigo le lanzaba una mirada fulminante ante la evidente necesidad de noticias que Violeta no podía disimular.
En casa las cosas permanecían igual: el Bodoque estudiando, Rodrigo trabajando en la Productora y Vanina con las tareas del hogar y su reciente emprendimiento de venta online de ropa femenina. Repartió todos los regalos que había comprado durante su estadía, los que fueron muchísimos para sentarse a la mesa, mirarlos a todos y preguntar:
_ ¿Qué se sabe de Mateo?
La familia se miró desconcertada, como si no supieran que decir o como si hablar de más resultase contraproducente. La preocupación de Violeta podría desencadenar una serie de eventos desafortunados, aunque ella no tuviese la intención expresa de causarlos.
_Regreso_ afirmo Rodrigo con voz seria.
Ella esbozo una sonrisa de satisfacción y felicidad, pero fue le borrada en un instante. Había soñado con ese instante durante trescientos sesenta y cinco días y ahora era realidad. Mateo estaba vivo y eso era lo único importante.
_No quiere ver a nadie_ agrego el muchacho en un vano intento por no herir a su hermana.
_No comprendo. A mi si me va a querer ver_ aseguro Violeta.
_No es el Mateo que todos conocemos. No desea estar con nadie, vive recluido en su habitación, ya no canta ni toca el piano, no habla con nadie, no permite que nadie se le acerque…es un fantasma desconocido, hermana.
_Eso no puede ser, me resisto.
Tomando su mochila, se dio media vuelta y se lanzó a la calle. Corrió hasta la esquina para tomar el primer colectivo que pasara. Sentada junto a la ventanilla se preguntaba qué había sucedido para llegar a semejante situación. El celular vibraba furiosamente, pero decidió ignorarlo: debía verlo y escucharlo de su propia boca. Llevaba un año esperándolo y ahora no la apartaría de aquella manera. Necesitaba una explicación e iba a conseguirla.
Llego a la casa sin darse cuenta. Sus pasos la guiaban automáticamente pero su mente no estaba allí, estaba en una nebulosa de confusión y tormento.
Toco timbre y en la pantalla vio el rostro de Teresa.
_Me avisaron que vendrías_musito avergonzada.
_Déjame pasar, Teresa. -le ordeno furiosa.
_No puedo…
_Mira o me abres o armo un escándalo en plena calle.
La puerta se abrió para dejar ver a una mujer demacrada, cansada y desesperanzada. Violeta no pudo menos que abrazarla y murmurarle al oído:
_Lo siento, no quise hablarte así.
_Lo comprendo, pero hay mucho que debes saber. Lo primero es que tu nombre está prohibido en esta casa.
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Editado: 26.06.2025