Mateo regreso a su habitación y se dejó caer sobre la cama intentando aclarar sus pensamientos, pero solo lograba confundirse más. Las imágenes se agolpaban en su mente como flashes intermitentes que no podía detener, porque formaban parte de su mundo interior, ese que solo podía ver con los ojos abiertos dentro de su cabeza. De haber podido cerrarlos, las imágenes desaparecerían, pero estaba ciego y muy cansado, encaprichado con un pasado que debía aclarar.
Se puso de pie y se acercó a la ventana. Una luz tenue y blanquecina se filtraba traviesa. Intento tocarla con sus manos y pudo distinguir el borroso contorno de sus dedos. Los conto uno a uno, se aproximó más a la luz y creyó encandilarse, como si viajase por la ruta de noche y el conductor del lado contrario encendiera los faros delanteros al máximo.
Increíblemente no era una alucinación, realmente podía ver nuevamente. Quiso salir corriendo para decírselo a todo el mundo, pero supuso que sería mejor esperar a estar completamente recuperado. Tampoco deseaba entusiasmarse con una recuperación pasajera, de modo que prefirió aguardar un poco más. A medida que pasaban las horas, todo se volvía más claro y, para el amanecer, visualizo el sol saliendo detrás del horizonte. Grande fue su alegría al aceptar su nueva realidad. Finalmente comenzaba a sanar en cuerpo y alma. Sin embargo, nuevas imágenes se agolpaban atrevidamente encaprichándose con el rostro de Violeta, su sonrisa, su sonrisa divertida, sus rulos desordenados.
Se puso los lentes oscuros y bajo las escaleras hasta la cocina. Allí, Teresa preparaba el desayuno mientras cantaba una canción. Una mujer joven, de espaldas, abría la heladera buscando el cartón de leche. Al darse vuelta, se topó frente a frente con Mateo.
_Buenos días, amanecimos madrugadores hoy.
El cantante se agarró de la mesa con una de sus manos. Esa era la voz de Analía, pero su rostro era el que invadía sus días y sus noches. Allí, de pie en su propia cocina se hallaba Violeta, con esos ojos enormes mirándolo asombrada. Quiso contenerse, no gritarle en la cara lo que pensaba, pero fue en vano. Era más fuerte su rabia que cualquier tipo de razonamiento.
_ ¡Eres TU! _ vocifero encolerizado.
_Sí, soy yo, como todas las mañanas_ dijo Violeta confundida.
_No, me refiero a que eres…_ no pudo completar la frase. Solo atino a quitarse los anteojos, se aproximó lentamente y murmuro_Violeta.
Ella vio cómo su fachada se desvanecía sin poder dar ninguna coartada, como si fuese la sospechosa del crimen mas atroz.
_Déjame explicarte, Mateo. Necesito que me des la oportunidad de aclararte las cosas antes de condenarme.
_ ¿Y qué vas a decirme? ¿Qué te fuiste y me dejaste solo? ¿Qué regresaste y no tuviste el coraje de Hablar con la verdad? ¿O tan grande fue tu lastima al verme abatido que te quedaste por sentirte culpable?
_Los hechos no son como te imaginas. Tu sufriste y yo también.
_ ¿De viaje por Europa? Así yo también quiero sufrir.
_¡¡¡Me obligaste a hacerlo!!!No me diste la chance de elegir y yo tuve que aceptar. ¿Te crees que me gusto? ¿No piensas que te recordé cada maldito día? Me volvía loca con solo mirar una foto tuya. Teresa tampoco podía hablarme, estaba lejos y sola. Arreglaste todo para mí, porque decías que entorpecería tu recuperación y que preferías pagarles a desconocidos antes que verme a mí. Yo te amaba…mucho, hubiera dado mi vida por ti y me apartaste como si fuese un mueble viejo e inservible. Pero no te preocupes, ya no me veras más. Me alegro de que hayas recuperado la vista, de corazón. Ahora ya no me precisaras a tu lado y antes de que me eches, me voy por mis propios medios. Adiós_ le dijo mientras lloraba amargamente.
Violeta abrió la puerta principal y se fue, así como vino, sin nada, dejando atrás a Mateo y a Teresa.
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Editado: 26.06.2025