"Soñé que era un ser terrestre que tenía dos extremidades que se desplazaban ágilmente en la blanda arena, mi cuerpo pesaba mucho…, la luz del sol penetraba con fuerza por cada poro de mi piel y yo respiraba aire".
—¡Qué bella está la noche Juanito!, ¡mira mi amor…, cuantas estrellas hay en el cielo! —sonido de besos—, mi bebé, mi Juanito… —Ana María González después de abrazar a su bebé con fuerza mostrándole el cielo nocturno a través de la ventana de la cocina siguió con sus quehaceres domésticos.
Ella a tantos contemplaba desde la ventana de la cocina el cielo estrellado mientras rápidamente recogía la mesa después de disfrutar junto a su familia una frugal cena.
Su esposo Luis Fernando Pérez leía absorto en su tablet las nuevas noticias en Twitter y su bebé Juan de Jesús de tan solo 8 meses comía en su silla de bebé los últimos bocados de su puré de papas.
Juanito de a tantos se entretenía mirando algunos videos infantiles en YouTube en su tablet, aunque de vez en cuando le dirigía una mirada cariñosa a su madre esbozando una tierna sonrisa mostrando sus encías pobladas con apenas tres pequeños dientes.
Ana María se entretenía de la cotidianidad impuesta por las labores domésticas escuchando canciones en spotify de sus agrupaciones musicales venezolanas favoritas: Los Mesoneros, Viniloversus y Lagos; sentía que su alma revoloteaba a gusto más allá de su cuerpo que se movía acompasadamente haciendo más entretenida las tediosas labores y tarareando a toda voz los maravillosos temas musicales de estas agrupaciones.
Luis Fernando por un muy breve instante cruzó su mirada con Ana María que bailaba y hacía gestos alusivos a la música llena de alegría, interrumpiendo su coreografía para decirle lleno de satisfacción:
—Mi amor, te quedó muy buena la cena, los vegetales quedaron estupendos y el pollo al limón estaba en su adecuado punto de cocción como siempre, ¡muy buena la comida, gracias cariño!, de verdad siempre has sido una chef de primera —, le sonrió mirándola directamente a los ojos, Ana María contenta le dijo lanzándole un beso al aire y sonriéndole alegremente:
—Siempre a tu orden mi amor.
Luis Fernando con su rostro alegre desvió su mirada hacia la silla infantil donde estaba sentado su bebé, mirándolo con ternura, pasando suavemente la palma de sus manos en su cabecita pelona para luego tomar la cuchara del bebé dándole dos bocado de comida y a continuación su vasito de entrenamiento que contenía jugo de lechoza.
Juanito gustoso recibió su comida y luego tomó con sus manitos su vasito de jugo dispuesto a beber el contenido.
Luis Fernando sonrió lleno de inconmensurable ternura, sus ojos brillaban de alegría. Ana María en ese momento reflexionó profundamente satisfecha: «Bueno, Luis Fernando tiene sus defectos como cualquier ser humano, pero no puedo negar que es muy buen padre, ama profundamente a nuestro hijo y eso se reflejaba en la felicidad que luce su rostro, qué bueno la verdad escogí una buena persona para compartir mi vida».
Ana María viendo los platos vacíos llena de gusto y recordando el cumplido que hacía un momento le había hecho su esposo agradeció complacida diciéndole:
—Por cierto, ¡gracias por alabar mi cena!, que bueno que te gusto ¡je,je,je!,honestamente, es bueno verte contento mi LuisFer…, la verdad, últimamente has estado tan absorto en el trabajo y tus cosas que siento que nos has puesto algo aparte … — Ana María puso un semblante triste mientras se detenía brevemente en sus labores para mirarlo con detenimiento.
Él rehuyendo su mirada algo a disgusto con su comentario le respondió algo esquivo y pensativo:
—Sí es verdad, lo siento, he tenido mucho trabajo últimamente en el banco... —enseguida guardó silencio y volvió a enfocar sus ojos en su tablet.
Ana María se entristeció con su actitud y desviando su mirada siguió sumida en sus quehaceres no sin antes cambiar de agrupación musical, quizá buscando una canción más cónsona con su estado de ánimo algo nostálgico por aquellos tiempos en que su LuisFer era más cariñoso con ella, escogiendo especialmente para esta circunstancia la canción llamada Daniela del gran cantautor venezolano Ilan Chester.
Ana María y Luis Fernando lamentablemente de un tiempo para acá se hablaban poco, pues entre sus ocupaciones laborales, el trabajo de la casa y Juanito se les hacía muy difícil encontrar tiempo para charlar e intimar; sin embargo ella siempre lo tenía presente y jamás olvidaba aquel joven guapo del que se había enamorado locamente y al que se había entregado en cuerpo y alma.
Siempre recordaba llena de gratitud aquel sentimiento de plenitud al entregarse a la majestad del amor envuelta en aquel romance primigenio que en su momento le llenó el alma de satisfacción, en aquellos dichosos años de noviazgo feliz que habían transcurrido a su parecer demasiado rápido.
Aquella dicha justamente los había llevado—transcurridos 3 años de noviazgo impecable—a tomar la decisión de abrir un nuevo capítulo en su historia de amor contrayendo nupcias en una íntima y hermosa ceremonía religiosa.
Como toda pareja en aquel mágico momento plenos de inocencia hicieron los votos propios del matrimonio eclesiástico.
Pero aquella magia de los primeros tiempos parecía haberse esfumado lentamente por los roces propios de la convivencia y mucho más después de haber tenido a Juanito. Así que el trabajo, las demandas del hogar y las atenciones que el bebé demandaba y muy especialmente los largos trasnochos que ambos debieron afrontar los primeros meses de Juan de Jesús, los habían dejado realmente exhaustos y desconectados como pareja.
Sin embargo Ana María lo amaba y extrañaba con toda su alma aquellos días en que ambos tenían tiempo para dedicarse el uno al otro con amor y devoción, añorando aunque fuese por un instante lo imposible: el regreso de esos días llenos de felicidad, dicha interminable, esos días que nunca quiso que se fueran pero que forzosamente se escaparon de su vida sin ella nada pudiese hacer más que retenerlos en su frágil memoria, y como todo recuerdo, alterados de una u otra forma por el irremediable paso del tiempo.