Con mi corazón bajo el mar

Capítulo 3 Un día feriado cualquiera

Aquella mañana de sábado después de que su hijo la levantara llorando con fuerza desde la cuna, bostezando y con los ojos entreabiertos camino adormilada al cuarto del bebé presta a atenderlo. Con el cabello revuelto y el pijama desordenado se desabotonó la camisa y sacó uno de sus senos para alimentar a Juanito que lloraba hambriento. Luego de darle pecho, una compota y dar vueltas por la casa con el niño en brazos lloriqueando —lo cual la sumía en una honda desesperación— Juanito de pronto sonrió y ella enternecida le acarició su cabecita y se sumió en sus cavilaciones: «Dios mío, los días parecen volar de mi vida y Juanito no hace más que crecer y no puedo negar que cada día está más bello, aunque a veces se ponga insoportable. Dios que dura es la maternidad, además tengo la sensación de que este año corre más rápido que el anterior, pero a la vez jamás en mi vida me había sentido tan agotada y a veces malhumorada », dio un largo bostezo, luego volvió a mirar a su bello bebé sonriéndole con ternura, bebé que ajeno a todo estaba sumergido en su mundo apenas consciente, jugando distraído con un pequeño peluche, tan ajeno al mañana tan lleno de incertidumbre.

Después de estar un rato con él en brazos lo dejó en el corral con sus juguetes yendo a la cocina para comenzar a hacer los oficios de siempre sumiéndose otra vez en sus cavilaciones, enfrascada nuevamente en el tema de su experiencia maternal que se repetía una y otra vez de manera casi obsesiva en su mente, pensaba llena de emociones turbulentas: «Dar a luz duele mucho sobre todo duele en el alma, con cada contracción se deja la vida pasada atrás, exponiendo la intimidad ante médicos y enfermeras acostumbrados a ver el mismo cuadro día tras día ante la mayor indiferencia. Luego viene la dolorosa recuperación física de un cuerpo golpeado por 9 meses por cambios hormonales, malestares de todo tipo entre los que destacan cantidad de noches sin dormir por lo voluminoso del vientre, luego el parto natural o cesárea según sea el caso y al final de todo este proceso debemos desde el primer momento muy doloridas y cansadas hacernos cargo de una pequeña e inocente vida que depende absolutamente de nosotras, además de continuar cumpliendo con las expectativas sociales y laborales… ¡Dios qué duro!, la vida que nos ha tocado vivir a las mujeres y más en estos tiempos es una locura, o quizá Dios y perdona mi impertinencia tú eres hombre y quizá como tal favoreciste a tu género…, ¡ay no! perdona, yo creo que tú eres pura bondad ¡je,je,je!, perdona mis locas elucubraciones es que la verdad esta vida tan dura me ha vuelto repetitiva y cansona, además hoy es sábado e igual me toca hacer miles de oficios y atender al bebé, la verdad, me siento como una máquina que hace todos los días lo mismo una y otra vez sin descanso alguno, ¡qué desgaste!…»

En la cocina mientras preparaba el desayuno y pasaba escoba, escucho el balbuceo de Juan de Jesús, se sonrió desde el alma, bueno en su cautiverio humano pensó que no todo era malo, ver en sus brazos a su niño por primera vez significó para ella el despertar al amor más grande e inédito del mundo, tan inmenso y brillante como el sol que ilumina y crea la vida.

Nada más hermoso e idílico que ese encuentro de madre hijo por vez primera, ese cruce de miradas una vacía de emociones, simplemente viviendo en la inconsciencia de esa vida pos-uterina, luciendo pequeño, hermoso y frágil; y del otro lado esa mirada inocente de una mujer que despierta del sueño de la individualidad para renacer en la maternidad. Nada en la vida como el amor de madre y en pos de ese amor todo vale la pena.

La risa de Juan de Jesús la sacó de su ensimismamiento, disfrutó en silencio su risa, y escuchó la voz de Luis Fernando que de pronto le hablaba al bebé con dulzura diciéndole:

—Hola Juanito, mira este rompecabezas, te lo estoy regalando hijo mío, mi precioso bebé ¿lindo no?, este rompecabezas es de un muñeco llamado Winnie Poh, le encanta la miel, papi veía ese mismo muñeco animado cuando era un niño hace tantos años ya…, la que se acuerda de todo es tu abuelita Cecilia —, ahora le hacía todo tipo de sonidos divertidos al bebé. Ana María pensó sonriendo mientras reanudaba sus labores domésticas:

«Luis Fernando está entreteniendo al bebé, de verdad que dulce es…, ¡qué ternura me da!, que bellos son los dos hombres de mi vida».

Luis Fernando finalmente apareció en la cocina con el bebe en los brazos diciéndole cortésmente:

—Ana María amor, Juanito tiene hambre mira como se chupa las manos —Juan de Jesús miraba a su mama con ansias, posando sus ojos en sus pechos, ella sonriendo lo tomó en sus brazos y sus ojos se encontraron produciéndose una sinergia especial entre ambos, mezcla de amor sapiente y anegado de madre y amor puro e inocente de bebé, solo eran él y ella en ese momento …

Ana María sonriente al ver a su bebé pero cansadísima le comentó a Luis Fernando:

—Dios mío, no puede ser… ¿otra vez tiene hambre?, si hace nada le dí el pecho y una compota…, bueno, ven Juanito mi amor, mi niño bello—, descubrió uno de sus pechos y Juan de Jesús tomó suavemente con sus labios el pezón de su madre después de un ligero mordisco, para posteriormente ella con el niño en brazos ir a la sala a sentarse en el mueble para alimentarlo con más comodidad.

Después de un rato íntimo de alimentación, tomó conciencia de su entorno más allá de ese sistema perfecto madre-hijo, entonces se dio cuenta que Luis Fernando ya no estaba con ellos y sin darle mucha importancia al hecho miró tiernamente a su hijo y lo acarició con sus manos pensando: «que bello eres mi pequeño, mi precioso y tierno muñeco…, dulzura, me pregunto muchas veces al verte tan hermoso y sonriente: ¿qué será de ti en unos años amor de mi vida?, ¿qué querrás estudiar cuando seas un adulto?...», a su mente vino una imagen de su hijo con casco en la cabeza y unos planos en las manos en una construcción imaginaria, le dijo mirándolo a los ojos proyectando que Juanito se graduaba de ingeniero civil:




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