Con mi corazón bajo el mar

Capítulo 4 El amor de Ana María por el mar

Al llegar la noche de aquel sábado, después de dormirse Juan de Jesús, Ana María se paseo por su casa en penumbras libre al fin de los quehaceres del hogar y la atención tan extenuante que requería Juanito…, a las afueras se escuchaba tenuemente el sonido del oleaje que invitaba a relajarse, se acercó a observar algunos de sus cuadros donde su adorado mar era el protagonista indiscutible de sus obras de arte; ella lo había pintado en todos sus estados emocionales, lo amaba profundamente y se sentía conectado a él de un modo especial.

Desde muy pequeña había estado muy unida a él, de hecho sus padres lo amaban tanto que su actividad comercial la iniciaron y desarrollaron pensando en estar cerca de él. Cuando tan solo contaba con un mes de nacida recibió su primer baño marino y sus primeros pasos los dio en la arena de la playa en un maravilloso día soleado bajo un cielo azul celeste bajo el cobijo de unos cocoteros.

Pensando en su amigo el mar le dedicó amorosamente un humilde verso nacido de su corazón tan enamorado de su fiel amigo:

“Mar, siempre eterno que estás desde el origen del planeta.

Mar, que verás a mis hijos y los hijos de mis hijos y los de aquellos que vendrán después de ellos.

Mar, siempre presente aunque yo en un futuro cercano me vista de ausencia.

Mar, ¿quién eres realmente?, yo soy un humilde ser humano que me prosterno ante tu grandeza.

Mar, fluyes alegremente libre del tiempo.

Mar, cuéntame desde tu corazón tu historia de vida, anhelo con toda mi alma conocerte más para así amarte más.

Mar, de espíritu dulce y agitado a la vez, eres aire que otorga vida a todas las criaturas que albergas en tu vientre generoso.

Mar, vives dentro de mi corazón como un suave beso maternal y el ímpetu de un hombre enamorado.

Mar, eres el oxígeno del amor.

Mar, eres la creación más grandiosa de Dios.

Dios soñó enamorado crear una superficie de plata que reflejara su omnipresencia estelar.

Mar soy toda tuya, a ti he de volver al morir.

Mi cuerpo es agua.

¡Soy agua!

Soy agua que corre por todo mi cuerpo y que me mantiene viva.

Soy agua que se evapora y vuelve a mi renovándome.

Mar soy tuya, a ti he de volver"

Ana María González

Ana María estaba tan a gusto dentro del mar que sentía que si se lo proponía podía respirar bajo las aguas y comunicarse con los peces y el resto de la fauna marina. Cada vez que podía se daba un chapuzón dentro de su mejor amigo, a él le contaba sus tribulaciones y las alegría de su vida cotidiana sintiendo de algún modo que la masa de agua se comunicaba con ella contándole historias inéditas nacidas de su sabiduría ancestral, adicionalmente él le expresaba su estado de ánimo y la acogía dulcemente en su interior.

Pensaba cuando visitaba a su amado mar que era muy frecuente por vivir en el litoral Guaireño: «Querido mar, el día que me toque partir de este mundo quiero que mis cenizas esten dentro de ti y me tomes dulcemente como tu amada y fiel hija que te ama incondicionalmente, entonces finalmente estaré unida a ti en cuerpo y alma», miraba embelesada a ese mágico amigo silencioso que parecía extenderse en el horizonte constituyendo un puente que parecía llegar al mismo cielo, reflejando la belleza colorida de tonos rosa, dorado y azul claro propios del crepúsculo matutino, o en las mañanas brillantes y las noches estrelladas, pensando enamorada: «Querido mar desde niña te he guardado un amor muy especial, te llevó prendada en mi corazón, Dios todo poderoso gracias por crear el mar, es todo un mundo envuelto por la masa de aire y la tierra a sus pies. En mi entrega a ti mi amado mar me sumerjo en la inconsciencia de un sublime placer que solo tu me sabes regalar, llegando al éxtasis al verme dichosa en tus aguas rodeada por ti…, te amo con locura amado mío, tú y yo estamos conectados desde hace mucho y ese amor trasciende más allá de mi humilde condición humana», cerraba sus ojos e imaginaba que caminaba sobre las agua en plena noche de luna llena y de pronto se abría un portal donde unas escaleras secretas la conducían a sus entrañas y allí un ser angelical marino la acogía entre sus brazos lleno de amor y en su vida terminaba para siempre el llanto, el dolor y las tribulaciones de su efímera existencia terrenal.

Ana María enamorada del mar se asomó por la ventana de su casa y vio una hermosa noche clara llena de estrellas titilantes acompañada de una luna de plata y a lo lejos se vislumbraba el mar en calma; estas visiones la hicieron sentirse sobrecogida por la belleza de aquel ambiente marino, cerró sus ojos dispuesta a continuar con sus dulces cavilaciones cuando sintió unas manos fuertes y varoniles envolviendo su cintura y acariciando con fuerza sus senos turgentes…, era su esposo que se le había acercado sigilosamente y había posado parte de su cuerpo en el suyo y acercando su rostro al de ella le dijo suavemente al oído:

—Vamos dulzura, vamos a hacer el amor…, aprovechemos que el bebé se acostó temprano, tenemos tiempo que no podemos estar juntos, ven mi cielo… —la abrazó con fuerza tocando con sensualidad sus partes íntimas—, ella sonriente se volteó, sus miradas se encontraron, las pupilas de Luis Fernando brillaban llenas de deseos, pensó con picardía: «Es verdad, hace tiempo no estamos juntos, hoy es un buen día para amarnos», por un breve instante la invadió el temor, al principio después de reanudar la intimidad fue muy duro por el dolor que aún sentía en sus partes íntimas y el miedo a un nuevo embarazo, pero haciendo un gran esfuerzo echó ese sentimiento a un lado, concentrándose en desear y entregarse a su esposo, entonces lo abrazó con fuerza, rodeando todo su torso desnudo entre risas picarescas, luego ambos tomaron rumbo al cuarto principal tomados de la mano, unidos más que nunca a nivel espiritual. Ana María le dijo al oído sintiendo la suavidad y la calidez de aquella gentil mano que sujetaba con fuerza la suya:




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