Era lunes por la mañana, Juanito aún no despertaba y Ana María pese a sus pesares del alma, arreglaba todo en la cocina para preparar el desayuno, mas de pronto, sintió unos ruidos en su habitación, pensó en ese momento: «Seguramente, Luis Fernando se levantó», con pasos cortos y silenciosos fue a la habitación principal donde él sentado frente a la computadora adelantaba trabajo diciéndole cortésmente intentando llamar su atención fijando su mirada en su rostro:
—Hola, mi amor, ¿qué te gustaría que cocinara para el desayuno ?—, él le contestó prestando muy poca atención:
—Amor, cualquier cosa, hoy es lunes tengo prisa —, Luis Fernando sin embargo mirándola directamente a los ojos le preguntó:
—Ana María y…,¿dónde está Juanito?, ella le contestó enseguida:
—LuisFer, aún no ha despertado amor…— sonrió levemente, él le contestó mirándola brevemente a los ojos sin parpadear:
—¡Ah..., aún duerme! —, desvió la mirada enfocándose nuevamente en la tablet y siguió adelantando trabajo pendiente, Ana María antes de abandonar la habitación miró por un instante a aquel desconocido tan conocido, preguntándose inquisitivamente acerca de cómo serían sus emociones y quien o quienes serían de su agrado en su mundo interior. Sintiendo una basta impotencia al verse impedida de tener aunque sea una vaga idea acerca de su mundo íntimo lleno de secretos y rincones oscuros, decidió ocuparse de las inexcusables tareas del hogar, por lo que se dirigió directo a la cocina para preparar la comida rápidamente.
Preparo, jugo y sándwiches para los tres y cuando tuvo la mesa servida llamó a Luis Fernando. Ambos comieron sin dirigirse la palabra, el único sonido además de tenue oleaje eran los balbuceos del pequeño recién despierto que al principio no estaba del mejor humor.
Ana María mientras comía reflexionaba en relación a cómo el silencio de su esposo podía ser tan ruidoso en su mundo interior, voces se agolpaban dentro de su mente diciéndole: «Estás envejeciendo, ya no eres atractiva a los ojos de tu esposo, ya él no te ama, otra mujer se está apoderando de su corazón», sus ojos se llenaron de lágrimas retenidas aún en el interior de sus conductos lagrimales, mientras él indiferente a las penas silenciosas de su alma femenina estaba sumergido en su móvil sin reparar ni un instante en ella, Ana María pensó nostálgicamente: «Un corazón inicialmente acostumbrado a mimos y caricias jamás podrá acostumbrarse al látigo de la indiferencia y el desprecio, ¡caramba!, si mi vida fuera una novela, se llamaría El mundo silencioso de Ana María. ¡Dios mío, me siento muy sola en la vida!, ojalá tan siquiera alguien pudiera escuchar mi voz en algún rincón del universo, una voz que clama por amor y verdadera compañía… Ahora más que nunca comprendo que soy un alma solitaria vagando confusa en el camino de la vida y daría lo que fuera por saber qué está pensando él en estos momentos y qué futuro nos aguarda».
Ana María se sentía sola, pensaba que no tenía a quién pedir consejos pues entre ella y sus padres la brecha generacional era muy amplia, sus amigas sin niños no la comprendían y su hermano era hombre y vivía lejos. Sus cavilaciones fueron interrumpidas pues al móvil de él le entró una llamada, enseguida su esposo contestó animado y Ana María presto mucha atención a lo que decía:
—Hola mi amor, ¿cómo amaneciste? —, sin mediar palabra con ella, se incorporó de la mesa ignorando su presencia y como hipnotizado fue camino a su cuarto donde sigilosamente cerró la puerta pasándole el seguro, sus oídos agudizados ante la curiosidad, sintieron el sonido metálico del seguro avivando en ella la curiosidad; en su mente continuaron vivos los reproches ahora con más fuerza de esas voces internas que le decían a lo profundo de su ser: «Tu esposo te es infiel, ya no te ama, después de tener a Juanito todo cambió para siempre, tu cuerpo no es el mismo, tu piel luce marchita, te dedicas demasiado al niño y no atiendes los deseos de tu marido, que busca fuera lo que no encuentra en casa», ahora escuchaba a su suegra que siempre le decía: «A los hombres aún cuando los complazcas en todo jamás estarán satisfecho».
Un sentimiento de culpa la invadió al recordar estas palabras, pensaba que era verdad, no siempre había sido una mujer complaciente, agradable y mucho menos desde que había tenido a Juanito, es que se sentía agotada e insegura de su cuerpo al verlo tan cambiado. Ana María por un instante miró a su bebé con ternura y a la vez cierto disgusto por las complicaciones propias de la maternidad, Juanito ajeno a todo jugaba con el pan, el queso y su vaso de jugo, finalmente sus lágrimas inundaron sus mejillas, su corazón palpitaba lentamente, presa de una mezcla de nostalgia y dolor.
Entre lágrimas y remembranzas de tiempos mejores recogió la mesa, mientras Juanito se distraía viendo videos en You Tube y terminaba de tomar su vasito de jugo.
Luis Fernando por fin, salió de la habitación, le sonrió por un acto reflejo de cortesía y le dijo con superficialidad:
—¡Adiós, nos vemos a la noche! —tomó el maletín con su tablet y el celular partiendo así nada más directo al trabajo.
Ella colocó al niño en el corral con sus juguetes y se sentó con su computadora a trabajar. Ana María era la encargada de diseñar la imagen de un nuevo producto: una línea de granolas saludables de la compañía de uno de sus compañeros de la universidad. Ella ya había elaborado varios trabajos para su colega y amigo Gabriel que siempre se mostraba muy satisfecho con su creatividad y competencia; igualmente ella era la encargada de diseñar la publicidad del restaurante de sus padres y todo lo relacionado a las redes sociales.
Pero justo ese día, le costaba mantenerse concentrada, es que esas más que sospechas de infidelidad, golpeaban su alma una y otra vez, y se preguntaba desesperada: «Dios,¿será que LuisFer me va a abandonar? y ¿quién será realmente esa mujer que amenaza con acabar con mi familia?, Dios, ¿puedes escucharme?, no me abandones en este trance, de verdad necesito Tú ayuda...»,comenzó nuevamente a llorar amargamente, en su mente se repetían una y otra vez imágenes de ambos prodigándose todo tipo de placeres sensuales…, de pronto aquella imagen de la tal Carolina en whastApp cobraba vida y sonreía disfrutando desvergonzadamente de las caricias y el placer que él apenas le prodigaba a ella su esposa, la madre de su hijo, la noble trabajadora, la compañera en las andanzas de la vida, y también la que para él se había hecho cotidiana y sin importancia…, esta situación la atormentaba profundamente.