Con mi corazón bajo el mar

Capítulo 9 Ana María, sus recuerdos y temores

El timbre del despertador sonó a primera hora de aquel lunes por la mañana, al levantarse sus ojos aún dormidos se posaron en la foto matrimonial que reposaba en su mesa de noche, pero esta vez al detallar aquella inocente y dulce imagen de ellos dos con sus atuendos de novios frente a la iglesia, al recordar sus penas de amor el rostro de su amado se le asemejo a un ser maléfico, una serpiente venenosa que con alevosía y premeditación a través de su elocuente verbo la había encantado prometiendo el cielo durante el noviazgo para luego sumirla lentamente y de apoco en las llamas del infierno una vez consumado el matrimonio y con un hijo por el cual velar.

Pensó que quizá el texto sagrado de la biblia al ser escrito por hombres había tergiversado la realidad al mostrar a la mujer como un personaje secundario, sujeta a las órdenes masculinas y por supuesto colocada como un ser débil que había sido fácilmente seducida por una serpiente astuta y sin escrúpulos valiéndose de aquellos colores tan llamativos y sobre todo aquellos ojos arrebatadoramente envolventes y sin olvidar por supuesto, aquel verbo pintoresco que la condujeron a ella a probar y posteriormente a haber dado de comer al hombre el fruto del árbol prohibido; cuando muy seguramente lo que sucedió es que el hombre y la serpiente al ver a una Eva tan bella, noble, dotada de inteligencia y sobre todo bondad, quizá la favorita de Dios…, quisieron gastarle “una broma pesada” en la cual ambos con verbo elocuente, ojitos enternecedores y actitud manipuladora valiéndose del arte de la seducción engañaron a la pobre Eva quien fue vilmente estafada probando en su buena fe el fruto prohibido, cayendo de ese modo ella y su futura descendencia en desgracia saliendo Adán igualmente con las tablas en la cabeza y la serpiente por su mala acción termino siendo condenada por Dios a arrastrarse sobre la tierra a condición de perpetuidad. Ana María después de ser invadida por estos pensamientos oscuros pensó algo apenada: «¡Ay, Dios o más bien quizá Diosa!, perdona mis locas elucubraciones tan distantes de tu infinita bondad y omnipresencia, pero honestamente, jamás había estado tan disgustada y desilusionada con una persona en la vida como ahora lo estoy con Luis Fernando…»

Con una mezcla de furia y dolor recapacito llena de amargura que lo duro de toda su situación era despertar de aquel dulce sueño de matrimonio feliz ahora convertido en horrenda pesadilla, con la gran responsabilidad de un hijo a cuestas y un porvenir incierto.

Se sorprendió al tocar su rostro y sentir la humedad de lágrimas que habían recorrido sus mejillas, mojando levemente su cabello, adicionalmente sentía que una mueca de tristeza se dibujaba en su rostro…, pero no había tiempo de reflexionar acerca de tal situación, además ayer salvo por aquel percance, había pasado un lindo día con su hijo en la playa y encima era lunes así que había que levantarse velozmente con la mayor entereza posible, para preparar el desayuno pues Luis Fernando debía irse a trabajar, y lo más relevante ella también debía laborar desde casa con el desarrollo de la imagen de un nuevo cliente esta vez una joyería artesanal que apostaba por accesorios elaborados en oro y plata empleando motivos marinos y hermosas perlas margariteñas, sin contar que debía atender a Juanito, así que comprendía que le esperaba un día muy ocupado.

Preparo, café y sándwiches para todos; en la mesa vio a su esposo que apenas la saludó al levantarse, inmerso en su móvil sin reparar ni un instante en ella, pensó al sentirse tan poco valorada: «Un corazón inicialmente acostumbrado a mimos y caricias jamás podrá acostumbrarse al látigo de la indiferencia y el desprecio, la verdad, cuánto desamparo y dolor me ha tocado vivir últimamente en mi vida matrimonial».

Ana María sentía que estaba sola, qué no había nadie a quién pedir consejos. A Luis Fernando le entró una llamada y enseguida contestó animado y escuchó que decía cariñosamente :

—Hola Carolina, ¿cómo amaneciste? —, sus ojos centelleaban de felicidad como una vez brillaron cuando la veía a ella, sin mediar palabra él se incorporó de la mesa y como hipnotizado, fue camino al cuarto matrimonial donde sigilosamente cerró la puerta pasándole el seguro. Repentinamente su sentido auditivo se agudizó ante la curiosidad, al sentir ese sonido metálico tan familiar, una voz áspera y desagradable sonaba en su mente una y otra vez acompañado de otras voces internas que le decían a lo profundo de su ser: «Tuesposo te es infiel, ya no te ama, después de tener a Juanito todo cambió para siempre, tu cuerpo no es el mismo, tu piel luce marchita, te dedicas demasiado al niño y no atiendes los deseos de tu marido, que busca fuera lo que no encuentra en casa». Ana María miró a Juanito que ajeno a todo jugaba con el pan y su vaso de jugo y al sentirse tan desamparada lágrimas inundaron sus mejillas, su corazón palpitaba con fuerza, presa de una mezcla de miedo al abandono e ira hacía su marido y aquella mujer que se estaba entrometiendo secretamente en su vida.

Con tristeza recogió la mesa, mientras Juanito se distraía viendo videos en YouTube y terminaba de tomar su vasito de jugo. Luis Fernando salió de la habitación, le sonrió por un acto reflejo de cortesía y le dijo secamente:

—Adiós, nos vemos a la noche —, tomó su maletín con la laptop y la tablet y se marchó.

Ella colocó al niño en el corral con sus juguetes y se sentó en su escritorio con su computadora a trabajar en el estudio, enfocándose en diseñar la imagen del producto. Esta vez sin embargo le costaba mantenerse concentrada, es que esas sospechas de infidelidad, golpeaban su cabeza una y otra vez, y no dejaba de preguntarse con insistencia:

—¿Cómo será esa infeliz qué amenaza con acabar con mi familia?…, y honestamente, qué poco valor me da Luis Fernando, es una basura de hombre…,¿Dios puedes escucharme?, no me abandones en este trance —, una mezcla de tristeza y desasosiego inundaban su mundo interior ahogándola en las tinieblas del desamor.




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