A Patrick nunca le había gustado despertar después de una noche de copas y esa mañana se sintió horrible, por no hablar del mal olor en su boca. La alarma de su teléfono móvil estaba sonando en algún lugar y lo que encontró al mirar a su alrededor fue a su amiga Selena durmiendo desnuda a su lado.
— ¿Qué has hecho?
Patrick se deslizó fuera de la cama. Su ropa estaba por el suelo y la recogió sin hacer ruido.
— ¿Puedes echar la cortina? — Le pidió Selena y Patrick la miró moverse en la cama.
— Si estás despierta, levántate. Deben de ser las seis, ¿no tienes que ir a trabajar? — Le preguntó.
Selena se durmió sin responder y Patrick negó con la cabeza. ¿Cómo se le había ocurrido terminar con ella en la cama?
Se vistió allí mismo, echó las cortinas de las ventanas y salió de la habitación sin ni siquiera mirar a Selena. Sobre la mesita baja del salón había dos botellas de vino y algunas latas de cerveza, también los restos de la comida que habían picoteado.
Patrick agarró su cartera del trabajo del sofá y miró sobre la mesa el regalo sin abrir que hizo a Selena por su cumpleaños. Observó hacia atrás, quería pensar que solo habían dormido juntos, pero tenía el recuerdo de las caricias, los besos y demás… Definitivamente, no, Selena no era su tipo de mujer y nunca lo sería.
Abandonó el apartamento y paró un Taxi en la calle. Llegaba tarde a su trabajo como director de ventas de la Compañía Saavedra.
Al entrar en el vestíbulo de la compañía Saavedra, Patrick se detuvo viendo al Presidente Rex y a su secretaria Telma, una mujer con cuerpo XXL, yendo hacia los ascensores. En una semana Rex y Telma se casarían y él aún la tenía en su corazón.
Su teléfono móvil sonó y lo sacó del bolsillo de su chaqueta viendo un mensaje de su tía materna pidiéndole algo más de dinero ese mes. Sus padres murieron y su tía se convirtió en una segunda madre, una mujer que había trabajado duro en el pequeño comercio que administraba en el pueblo, pero que al llegar a la jubilación no lograba acabar el mes con su baja pensión.
— Luego. — Se dijo y guardó el teléfono.
Rex y Telma ya no estaban en la zona de los ascensores, y se dirigió hacia allí con paso firme.
Al final de su jornada laboral, pasadas las ocho de la noche, cerró la puerta de su despacho con llave y se dirigió al ascensor, descolgando la llamada telefónica de su tía Trinidad.
— Hola, tía Trini. — Habló Patrick. — ¿Te ha llegado el ingreso?
— Sí, mi hijo. Muchas gracias por ser tan bueno. — Le agradeció ella
Patrick ignoró que lo hizo, si la ayudaba económicamente era por responsabilidad. Cuando fallecieron sus padres, él era ya mayor, pero su hermano menor solamente tenía unos pocos años. Su tía lo acogió y lo crió como un hijo más.
— Te pasaré lo de siempre y el extra de hoy el próximo mes también.
— No, hijo.
— Ya lo he decidido. — Dijo Patrick, pulsando el botón del ascensor y dando un paso atrás. — ¿Cómo estás de salud?
— Bien… — Sonrió su tía frente a la hornilla de la cocina. — A está edad, levantarse por las mañana ya es bastante saludable. — Se rió y escuchó la puerta de su humilde casa. — Tu prima acaba de llegar.
— Dadle saludos…
— ¡Patrick!
Por un momento, Patrick se quedó callado al oír la voz de su prima al teléfono.
— ¿Cómo estás, Inés?
La puerta del ascensor se abrió y Patrick entró, situándose de espaldas a varios hombres trajeados y con cara de cansados que, al igual que él, salían tarde de trabajar.
— Estamos los dos bien. — Oyó a su prima y recordó que la última vez que habló con ella le contó que estaba en estado de gestación. — ¿Cuándo vas a venir?
— Tengo mucho trabajo.
Una notificación sonó en su oreja y alejó el teléfono para comprobar de qué se trataba.
Selena lo estaba invitando a beber. Pensó en cómo despertó en su cama y entornó los ojos.
— Patrick, recuerda que no todo es trabajo. — Le habló su prima Inés y Patrick volvió a ponerse el teléfono en la oreja. — Mi madre ha trabajado tanto desde que se quedó embarazada de mí, que no ha tenido tiempo de hacer su vida. Si no viniera a visitarla estaría muy sola.
— ¿No la tienes delante, verdad?
— No. — Desde el salón de la casa, Inés miró a su madre en la cocina. — A lo que me refiero… Tienes que conocer a una mujer y casarte pronto.
— ¿Qué tal está Germán? — Le preguntó por su esposo.
— Me estás ignorando de nuevo.
— Tengo que colgar. Adiós. — Patrick colgó la llamada y se quedó viendo el mensaje de Selena.
Definitivamente, no era la mujer idónea para hacer lo que su prima decía. Casarse y tener hijos era lo que él habría querido hacer con la secretaria y prometida del presidente Saavedra, se enamoró de ella, pero llegó tarde a su vida.
Patrick sacudió la cabeza y al ver abrirse la puerta del ascensor, salió.
Selena miraba fijamente el mensaje que envió a Patrick, esperando que él le respondiera.
— ¿Ni siquiera me va a responder? — Se quejó y soltó el teléfono de golpe en la mesa. — Idiota. — Se levantó para ir a por una copa de vino a la cocina de su apartamento, pero una notificación en su teléfono la hizo saltar sobre él.
«Hoy estoy ocupado».
Patrick había rechazado ir a beber con ella y se sintió molesta. ¿Es que una mujer cómo ella no era suficiente para hacerle olvidar a esa gorda de la que estaba enamorado?
— ¿Por qué he sido tan estúpida de fijarme en él después de Rex? — Sollozó Selena y se tiró de culo en el sofá. — ¿No le habrá gustado? — Pensó en lo que hicieron juntos y sonrió. — Eso es imposible… — Disfrutó al recordarlo y se rió traviesa.
Patrick entró en un supermercado cercano a su casa y compró algunas cosas, luego puso rumbó a casa y revisó en el camino su teléfono.
«Creo que tendríamos que hablar de lo que ha sucedido entre nosotros».
Selena había respondido y Patrick se detuvo en seco.
«Yo creo lo contrario. Fue un error y solo pasó porque estábamos demasiado bebidos».