Patrick bajó de un vagón de tren y revisó su teléfono móvil en busca de alguna noticia de Selena.
«He llegado, ¿dónde estás?».
Le envió un mensaje y caminó hacia la salida de la estación de trenes con una bolsa de viaje colgada al hombro.
«Fuera».
Recibió la respuesta de Selena y por ir mirando el teléfono chocó con una mujer. La señora vendía rosas y éstas fueron a parar al suelo.
— Lo siento. — Se disculpó Patrick, y se agachó al igual que la mujer para ayudarla a recoger las rosas. — Lo siento. — Repitió la disculpa cuando acabaron y se levantaron.
— Entonces llévese una. Puede dársela a su mujer, a una novia o a su madre. — La señora sonrió mucho y le acercó una de las rosas para atosigarlo y obligarlo a comprar.
— ¿Por qué has tardado tanto? — Le preguntó Selena, cuando finalmente Patrick salió de la estación de trenes.
— Toma. Puedes quedártela. — Le respondió Patrick, dándole la rosa.
Selena la agarró y sonrió.
— ¿Me has comprado una rosa?
— No te hagas malas ideas, una mujer me ha obligado a comprarla después de chocar con ella. — Dijo Patrick.
— Finjamos que no has dicho eso. Gracias por la rosa. — Le sonrió Selena y Patrick sonrió irónicamente.
— De nada.
Los dos se quedaron mirándose y Selena aclaró su garganta y se quejó.
— ¿Por qué no has venido en coche?
— Salía más barato el boleto de tren que la gasolina. ¿De verdad estás embarazada? Tenía entendido que a las mujeres embarazadas les cambia la cara y la tuya sigue igual.
— Te enseñaré los test de embarazo.
— Te lo agradezco.
— Odioso… — Musitó Selena, caminando molesta hacia su coche y Patrick sonrió por irritarla.
— Me alegro de verte. — Le dijo siguiéndola y Selena se paró mirándolo.
— ¿De verdad?
Patrick se paró delante de ella.
— Fuiste tú la que dejó de hablarme y se mudó sin decir nada. — Habló serio. — Eras insoportable, pero supongo que me había acostumbrado a ti.
— No puedes decir algo bonito sin insultarme. Luego la que tiene incontinencia verbal soy yo. — Contestó Selena.
— Te estoy diciendo que te he echado de menos.
— También yo…
Patrick sonrió y asintió.
— Por supuesto… — Caminó hacia el asiento de copiloto del coche de Selena y ella arrugó la cara.
— ¿Qué quiere decir eso?
— Nada. — Dijo Patrick. — Por cierto, te queda bien el cambio.
Selena se tocó el cabello, lo había mantenido cortado a una media melena desigual y lucía todo del mismo tono castaño.
— Gracias.
Patrick le asintió. No sabía si era por llevar tiempo sin verla, pero se sentía a gusto por estar allí con ella.
Selena condujo hasta entrar en una gran parcela y aparcar en una zona destinada a los vehículos.
— ¿Dónde me has traído? — Le preguntó Patrick, mirando la enorme fachada de una mansión. — ¿Cuánta gente puede vivir ahí dentro? — Musitó, le horrorizaba la gente rica que hacía un uso extravagante y excesivo de su dinero.
— ¿Ahora? Solo dos. Mi padre y mi madre. — Respondió Selena, quitándose el cinturón de seguridad del coche.
Patrick la miró serio y Selena salió del vehículo sin hacerle caso.
— Selena. — La llamó Patrick, abandonado también el vehículo y teniendo que darse un punto en la boca cuando se acercó hasta ellos un hombre de su misma franja de edad.
— ¿Patrick, verdad? — Le preguntó él y le ofreció estrechar su mano. — Yo soy Moisés, el hermano de Selena.
Patrick miró a Selena que se agarró a su brazo cómo si fuese un gesto habitual entre ellos.
— ¿Dónde están padre y madre? — Preguntó Selena a su hermano.
— Dentro.
Selena sonrió y se colocó delante de Patrick, arreglando por él las solapas de su traje de chaqueta.
— ¿Qué es esto? — La interrogó Patrick y le agarró las manos.
Selena se giró sonriendo a su hermano.
— ¿Nos permites un momento?
Moisés asintió y Selena empujó a Patrick lejos.
— ¿Para que me traes aquí? — Se soltó Patrick de ella.
— Obviamente, para que conozcas a mis padres. — Habló Selena. — Ellos me matarán por estar con un hombre que no gastar dinero ni en gasolina, pero también lo harían si saben que estoy embarazada estando soltera.
— Entonces diles que el padre se hará responsable.
— Lo hice, por eso estás aquí. — Sonrió y le exigió poniéndose seria. — Deja de quejarte, solo tienes que sonreír y asentir. Me lo debes después de no haberme conseguido a Rex.
— ¿Has pensado en ingresarte en un psiquiátrico?
Patrick negó con la cabeza y Selena lo agarró de ambos brazos.
— ¡Por favor, Patrick! Perderé hasta mi trabajo si mi padre se enfada conmigo. — Le rogó y Patrick apartó la mirada de ella. — Patrick.
— Como quieras. — Le respondió y Selena sonrió.
Al entrar en la residencia, Moisés dio a Patrick una amigable palmada en su espalda.
— Ánimo. — Le dijo Moisés, caminando por delante de él.
Patrick no le prestó mayor atención, la arquitectura y los lujos del interior de la mansión acaparaban ésta por completo.
— Cierra la boca. — Le aconsejó Selena, subiéndole la mandíbula inferior.
— Si tu familia es tan rica… ¿Por qué trabajabas en la compañía Saavedra? — Le preguntó Patrick.
Selena cruzó sus brazos y sonrió.
— Por amor propio, aunque si le preguntas a mis padres, ella te dirá qué por rebeldía y él por llevarle la contraria. — Patrick se quedó mirándola, hasta que una joven mujer se acercó hasta ellos. — Oh, mamá. — La saludó Selena y se dio con ella dos superficiales besos en las mejillas. — Perdón por llegar más tarde, Patrick tuvo un asunto de última hora.
La joven mujer, más cerca de parecer una hermana mayor que una madre, miró a Patrick de arriba a abajo.
— ¿Eres Patrick, supongo? — Se dirigió a él.
Selena asintió y sonrió.
— Patrick, amor… — Los ojos de Patrick la miraron fijamente y Selena lo ignoró para seguir hablando. — Ella es mi madre, Florencia Conde.