Patrick apartó su cara cuando Selena no dejó de dar alaridos mientras la ayudaba a sentarse en el sofá.
— Para de una vez. — Le dijo y su prima Inés lo golpeó en el brazo.
— Se ha lastimado, sé más amable con ella. — Le pidió Inés. — Selena, cariño, sube el pie. — Le arrimó un taburete.
— Me duele mucho. — Se quejó Selena al subir el pie y tocarse el tobillo. — Seguro que me lo he partido.
— Ya viene el médico. — Avisó Trinidad, que le dio a su sobrino un poco de hielo envuelto en un trapo. — Pónselo en el pie.
Patrick miró el trapo con el hielo y lo acercó al pie de Selena, pero ella le detuvo la mano.
— Despacio.
— No tienes más que una torcedura. — Respondió Patrick y le puso el hielo en el tobillo.
— Saldré a ver si llega el médico. — Habló Inés.
Patrick miró a su prima salir del salón. Para estar tan embarazada no paraba quieta.
— ¡Qué dolor! — Sollozó Selena y Patrick la miró.
— Lo único duro que tienes es la boca. — La criticó.
Selena entornó los ojos.
— Perdona por ser una mujer delgada y refinada de ciudad.
— ¿Por qué siempre vas a los kilos? — Le reclamó él. — Inés está embarazada de más tiempo que tú, trabaja duro en la tienda y ayuda a su madre sin descanso. Tú lo único que tenías que hacer era caminar con cuidado y ni eso has podido hacer.
Los ojos de Selena se pusieron rojos, parecía que podría echarse a llorar, aunque no lo hizo y mantuvo la rigidez de su rostro.
— ¿Tienes algo más que decir?
— No, eso era todo.
Cuando el médico, un hombre de más de setenta años, llegó, Selena se mantuvo callada, solo respondiendo a las preguntas del médico.
El médico diagnosticó que solo se había torcido el pie y estaba en perfecto estado.
Esa noche, los dos dormirían en la misma habitación y en la misma cama.
— Ahí los tienes. — Habló Selena, arrojando en la cama hasta cinco test de embarazo positivos.
Patrick la miró cuando no había hecho más que sentarse en la cama.
— Guarda eso.
— ¡¿Por qué?! — Se molestó Selena y empujó los test hacia él. — Si los ves por ti mismo ya no estarás haciendo un acto de fe conmigo.
— Basta, Selena. — Patrick puso su mano sobre la mano de ella y los test. — No tenía que haber dicho esas cosas, ¿está bien?
— ¿Te arrepientes o no lo piensas de verdad?
— Guarda eso.
Selena quitó su mano de debajo de la de Patrick y se tumbó en la cama para dormir de espaldas a él.
Patrick suspiró y observó en silencio los test, luego la espalda de ella.
Al día siguiente, Patrick y Germán, el marido de su prima Inés, miraban desde la calle el tejado de la casa.
— Llamaré a una empresa para que venga y lo arregle. — Dijo Patrick finalmente y se giró hacia Germán. — Yo me haré cargo del pago, díselo a Inés.
— Tu prima puede querer que lo hagamos a medias. Sería lo mejor. — Respondió Germán.
— ¿Os va bien? — Germán lo miró fijamente y Patrick se explicó. — Me va bien, puedo hacerle frente a la deuda sin que afecte a mi presupuesto mensual.
— También tendrás un niño, eso puede afectar. — Le dijo Germán, tomándolo del hombro.
— Lo pagaré.
Germán bajó su mano.
— Ibas a hacerlo dijera yo lo que dijera. — Se quejó Germán.
— Inés y tú cuidais de tía Trinidad. Lo único que yo puedo hacer es aportar económicamente.
— O puedes mudarte al pueblo y aportar también afectivamente.
— El afecto no da de comer, ni para arreglar tejados. — Habló Selena, sentada a la sombra de la casa y abanicándose con un abanico que le prestó tía Trinidad. — De camino podrías poner un aire acondicionado. — Le dijo a Patrick.
— Ignorara. — Le pidió Patrick al marido de su prima.
Germán sonrió y se acercó a Selena, junto a ella había una mesa con una jarra de zumo helado. Patrick aprovechó para sacar su teléfono y llamar a su hermano Marcus.
— Marcus. — Lo llamó cuando saltó el contestador. — Es la quinta vez que te llamo, me estoy cansando.
Selena no le quitó la mirada de encima.
— ¿Quieres? — Le ofreció Germán un vaso de zumo.
— No, gracias. Me he tomado ya dos vasos. — Contestó Selena. — ¿Qué tipo de relación tiene Patrick con su hermano Marcus?
— ¿Tipo de relación? — Germán miró a Patrick y luego a Selena. — Lo conoces, Patrick es un buen tío, pero demasiado despegado de su familia, aunque no es por falta de afecto. — Bebió del zumo y soltó después el vaso en la mesa. — Patrick, me voy ya. Inés debe de haber abierto ya la tienda.
— Vale, gracias por venir. — Le agradeció Patrick y se acercó. — Te avisaré cuando contrate a alguien.
— Claro. — Germán le dio una palmada en el brazo y fue hacia su camioneta.
Selena cerró el abanico y se levantó.
— ¿A dónde vas? — Le preguntó Patrick.
— Dentro. — Respondió Selena.
— No lo hagas, ya he avisado a tía Trini de que saldremos un rato.
— ¿A dónde?
— A caminar y charlar. — Patrick recogió del suelo junto a la mesa una bolsa de tela y sacó unas zapatillas de deporte. — Son de Inés, póntelas. — Se las dejó en el suelo y Selena se volvió a sentar.
— ¿Vas a matarme por estos caminos y a deshacerte de mi cuerpo?
— No pensaba, pero podría hacerlo. — Bromeó Patrick y la cara de Selena no fue de hacerle gracia.
— Maximiliano se equivoca.
— ¿Qué tiene él qué ver aquí?
— Dijo que los dos teníamos ese rollo, pero no hay ningún rollo entre nosotros. — Contestó Selena, poniéndose los deportes. — No tengo demasiada suerte con los hombres. — Patrick la vio pasando dificultades para ponerse y abrocharse los deportes, por lo que se agachó para ayudarla. Selena se sorprendió y se quedó mirándolo. — Y sin embargo me gustas. — Patrick no levantó la mirada, solo respiró hondo. — Tan difícil es que yo te guste, ella te gustó, ¿qué tengo que hacer yo para gustarte?
Patrick se levantó en silencio y le ofreció la mano.
— Vámonos.