Patrick fue llevado por Inés y Germán hasta la estación de trenes.
— ¿De verdad te irás dejándola? — Le preguntó Inés, viendo a Patrick sacar de la camioneta su bolsa de viaje.
— Ella lo ha decidido. — Contestó Patrick y miró a su prima. — Y tu madre le ha dado permiso.
Inés se tocó la barriga y buscó ayuda.
— Germán. — Miró a su marido al volante de la camioneta.
— Lo que Inés intenta decirte es que Selena solamente ha dicho que quería quedarse para que le rogaras un poco. — Habló Germán e Inés asintió.
— Eso es. Gracias, Germán.
Germán le sonrió y Patrick suspiró.
— Tengo trabajo, no puedo perder este tren. Sí quería venirse que no hubiera dicho que no. — Respondió Patrick y se dirigió a los dos. — Gracias por traerme.
Caminó hacia la entrada a la estación e Inés miró a Germán.
— Lo has intentado. Sube, te daré un masaje al llegar a casa. — Le dijo Germán.
— Algo no saldrá bien. — Comentó Inés, yendo al asiento de copiloto de la camioneta.
Patrick dejó su bolsa de viaje en un banco y se sentó después. Eran escasos los trenes que pasaban por el pueblo, no podía permitirse perderlo por las niñerías de una mujer adulta que no era capaz de administrar sus emociones.
— Puede regresar por sí sola en cuanto le plazca. — Se intentó auto convencer y sacó su teléfono móvil para ver la hora. — No me daría tiempo de ir y volver… — Apretó el teléfono y cuando se descubrió pensando en que hacer, guardó el móvil. — No harás nada. — Se dijo y al mirar por el andén, recordó el agrado que sintió al volverla a ver después de dos meses.
Hasta la había encontrado más favorecida con su nuevo corte de pelo.
Selena miraba la pantalla de su teléfono móvil, molesta porque Patrick ni siquiera la había llamado para asegurarse de que estaba convencida.
— ¡Idiota! — Lo insultó y cuando iba a arrojar el teléfono al suelo, vio a la tía de Patrick y se abstuvo de hacerlo.
— ¿Estás enfadada con mi sobrino? — Le preguntó Trinidad, acercándose y dejando en la mesita del salón una bandeja con dos vasos de leche y un plato repleto de galletas.
— Me rechazó porque está enamorado de otra mujer. — Confesó Selena.
Trinidad la miró sorprendida.
— Pero os váis a casar y a tener un bebé.
— Para él fue un error el acostarnos y ninguno esperábamos esté bebé. — Selena dejó el teléfono en la mesa y agarró una galleta. — En realidad solo me ve como una mujer horrible, no como la madre de su hijo. — Mordió la galleta con rabia y sus ojos se llenaron de lágrimas. — Es un idiota.
Trinidad se quedó mirándola en silencio, cuando escuchó la puerta de casa abrirse y se acercó para ver quien era.
— Hijo… — Musitó Trinidad, al ver a su sobrino dejar su bolsa de viaje en el suelo.
Patrick se paró frente a su tía y vio a Selena en la sala.
— Tía Trini, ¿nos dejas solos? — Le pidió Patrick.
— Claro.
Trinidad se marchó hacia el pasillo de los dormitorios y Patrick entró en la sala.
Selena estaba tan concentrada comiendo galletas que no se percató de su entrada hasta tenerlo delante.
— Patrick… — Dijo con la boca llena y se cubrió los labios al empezar a toser.
— ¿Has cambiado el vino por galletas y leche? — Se burló Patrick, alcanzando para ella uno de los vasos de leche. — Bebe, no se te ocurra morirte mientras tengas a mi hijo dentro.
— Estoy bien. — Selena le apartó el vaso de delante de su cara y soltó media galleta que aún tenía en la mano. — ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Te has dejado algo?
— Sí. — Patrick dejó el vaso en la mesa y la miró serio. — A la mujer más odiosa qué conozco. — Se agachó frente a ella y Selena contuvo la respiración. — Ven conmigo a la ciudad.
Selena volvió a respirar.
— No. — Contestó, echándole la cara.
— Estoy aquí cuando debería estar cogiendo un tren, ¿qué más es lo que quieres? — Se molestó Patrick.
— ¡Quiero lo que estabas dispuesto a darle a ella!
— ¿En realidad sientes algo por mí o solo quieres quedarte conmigo ya que no pudiste quedarte con el señor Saavedra? — Selena se levantó para irse, pero Patrick se levantó también y la agarró de un brazo. — He pedido a Maximiliano que venga a recogerme ya que me has hecho perder el último tren, llegará en unas horas, decide sí vienes conmigo o te quedas.
Selena se soltó de él y salió corriendo del salón.
Patrick suspiró, en su camino hasta allí pensó en hacerlo distinto.
Maximiliano salió de su coche frente a la casa de la tía de Patrick, y lo vio a él y a Selena en la puerta con sus equipajes al lado.
— Menudo lugar más apartado. — Comentó Maximiliano y vio la cara de pocos amigos que los dos tenían.
— Max, guarda la maleta. — Le pidió Selena y subió en el asiento del copiloto del coche.
Max se acercó e iba a tomar la maleta, pero Patrick lo impidió.
— Ya lo hago yo. — Dijo Patrick.
— ¿Qué pasa aquí? — Le preguntó Maximiliano.
— Nada. Gracias por venir.
— Nada como desperdiciar mi día de descanso en la carretera. Los dos me debéis una cena.
— Claro.
Patrick llevó la maleta de Selena y su bolsa de viaje al maletero del coche.
Con Patrick en el asiento de atrás y Maximiliano al volante, partieron rumbo a la ciudad. Selena se quedó dormida con la cabeza recostada en el cabezal del asiento y Maximiliano miró a Patrick por el espejo retrovisor.
— ¿Ya lo sabes, supongo? — Habló.
Patrick lo miró y echó luego una seria mirada a Selena.
— ¿Te lo contó antes a ti que a mí? — Preguntó.
— Soy su confesor. — Respondió Maximiliano, sin perder de vista la carretera. — Me pidió consejo sobre cómo contártelo. Le dije que solo te llamara.
— Eso hizo.
— ¿Y qué pasa ahora? — Maximiliano lo miró un segundo. — Sí estabais en tu pueblo, es que le has presentado a tu familia, ¿no? ¿Vais en serio entonces?
— Me haré responsable. Eso es todo.
— Eso es todo. — Repitió Maximiliano y sonrió. — Admítelo, te acostaste con ella y te gustó, se fue y la echaste de menos. Tienes miedo de que te guste de verdad porque no es la mujer con la que habías imaginado acabar