Con P mayúscula

Capitulo 34:

Cameron

 

—Organícense, señoritas —el entrenador retumba por el campo mientras yo tiro el balón por tercera vez esa mañana—. ¿Catorce, tenemos un problema, hijo?

—No, señor —respondo, maldiciendo por lo bajo.

—¿Y tú, mariscal de campo, algo que quieras decirme?

—No, señor —Jase hace eco de mis palabras, mirándome a través del campo.

No lo había visto desde que se fue ayer. Pero eso estuvo bien para mí; tenía cosas más grandes con las que lidiar.

—Está bien, ejecútalo de nuevo. —El entrenador Hasson suena enojado y no lo culpo. Estamos desenfocados, la tensión entre Jase y yo ondea por el campo como una tormenta en el horizonte.

—¿Qué tal si intentas atraparlo esta vez? —Alguien se ríe entre dientes, pero lo dejo pasar y me coloco en posición para la jugada.

—Hunt —la voz de Jase se hace eco a nuestro alrededor cuando Grady le quita el balón, y yo despego, girando detrás de él y bajando por el lado derecho del campo. Él deja volar el balón y  yo sigo su proyección, pero algo me llama la atención.

Hailee.

Ella está sentada en las gradas, con los lentes enmarcando su rostro, el cuaderno de dibujo balanceado sobre sus rodillas.

—Madre de Dios —grita el entrenador, mientras mis dedos rozan el cuero y la pelota rueda fuera de mi alcance—. Tráeme a la ofensiva. Ahora.

Suelto un profundo suspiro mientras corro hacia la banca, pero Jase se para frente a mí.

—¿Qué demonios te pasa hoy? —dice con los dientes apretados y le lanzo una mirada dura.

—¿De verdad tienes que preguntar?

—Tal vez deberíamos. Tal vez si transmitiéramos toda esta basura entre nosotros, en realidad lograrías atrapar uno o dos pases. —Está cara a cara conmigo ahora, nuestros hombros cuadrados, los ojos fijos el uno en el otro.

La cancha se ha quedado en silencio, la tensión crepita en el aire mientras todos esperan para ver qué pasa.

—Aléjate, Chase —dice con frialdad.

—Tú vete a la mierda.

—Si ustedes dos no llegan aquí en los próximos dos segundos —dice el entrenador—. Voy a golpear sus malditas cabezas.

Jase exhala un profundo suspiro y sacude la cabeza como si no pudiera creer lo que acaba de pasar entre nosotros y luego hace algo que nunca esperé.

Él se marcha.

Obligándome a respirar y calmarme, lo sigo, uniéndome al grupo.

—¿Me desperté en un universo alternativo donde mi receptor no puede atrapar el maldito balón y mi mariscal de campo está gruñendo a sus compañeros de equipo en lugar de hablarles con el maldito respeto que se merecen? —Sus ojos se clavan en mí y en Jase cuando nos paramos hombro con hombro, a pesar del vasto océano entre nosotros.

—Lo siento, entrenador —se queja Jase—. Han sido un par de días difíciles. Sus ojos se deslizan hacia los míos.

—¿Disculpa, que dijiste? —El entrenador Hasson ahueca su oreja—. Porque sonaba como si te hubieras crecido un coño de la noche a la mañana, Ford. Es la semana cinco. Estamos en la mitad del camino, señoritas. ¿Crees que podemos permitirnos soltar el balón ahora, sin juego de palabras, Chase? Los play-offs están casi a nuestro alcance, pero debemos mantener la cabeza.

¿Me escuchas?

—Sí, señor —algunos murmuramos.

—Lo siento, no te escuché.

—Sí, señor. —Nuestras voces se funden en una.

—Bien, ahora sal y juega como el equipo que sé que pueden ser. Chase, hijo, espera un momento.

Los ojos de Jase me siguen mientras yo me quedo atrás mientras todos los demás se colocan en posición.

—¿Tengo que estar preocupado? —El entrenador no se anda por las ramas—. Estás jugando al balón, arruinando las jugadas, y sé que llegaste tarde al acondicionamiento esta mañana.  ¿Algo que quieras decirme, hijo?

Sus ojos se suavizan mientras espera respuestas. Respuestas que no tengo.

Porque mientras todo se cae a la mierda a mi alrededor, no puedo decirle. No puedo decirle las palabras incluso si quisiera.

—Estoy bien, entrenador —me atraganto, sintiendo el peso de la mentira sobre mi pecho—.

Estaré bien.

Sus ojos se entrecierran con sospecha.

—Vamos, entonces. Tenemos un partido que ganar el viernes. —El entrenador me da una palmada en la espalda y me tiro hacia adelante, mis ojos se acercan a donde Hailee está sentada sola. Yo quiero ir para allá. Disculparme por lo de ayer y explicar todo, pero ¿cuál es el punto? Apenas me había mirado toda la mañana, sus defensas más altas que nunca.

Finalmente tuve mi momento con ella, sólo para que me lo arrancaran en un abrir y cerrar de ojos.

Y apesta.

—Chase, vámonos —espeta el entrenador, y sacude la cabeza, librándome de los pensamientos. Yo quiero a Hailee. La deseo tanto. Pero quiero muchas cosas. Universidad. Una beca. Un futuro brillante.



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En el texto hay: problemas, amor, futbol

Editado: 13.12.2020

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