Con P mayúscula

Capitulo 36:

Cameron

 

—¿Qué haces aquí, Hailee? —Es una mierda decir eso cuando vino a buscarme, me limpió los nudillos rotos y no pidió nada a cambio. Pero ahora estoy preguntando, y no estoy seguro de querer saber las respuestas.

Todo se está desmoronando a mi alrededor. Durante toda la semana, apenas he logrado mantenerme a flote, mantener mi cabeza fuera del agua. Y luego, esta noche, en el campo, algo se rompió.

Yo me había roto.

—Yo… —Pone sus manos juntas, sus ojos se mueven por todas partes menos hacia mí. Está nerviosa, rezuma de ella, golpeándome como una pared de ladrillos.

—Estaba preocupada por ti. —Sale suavemente mientras finalmente fija sus ojos en mí—. Te golpearon y no sabía si… y luego te vi salir de allí y me di cuenta de que nunca te pregunté cómo estaba tu madre, y pensé que…

—Ella tiene un tumor cerebral. —Mi pecho se contrae, la verdad aprieta mi corazón como una prensa. Aspiro, tratando de obtener más aire en mis pulmones. No tenía la intención de decir las palabras, pero al ver a Hailee correr a la cocina, con la preocupación brillando en sus ojos, se rompió algo en mí. O tal vez se solucionó algo.

Ya no sé nada.

—¿Un tumor cerebral? —Ella palidece—. Cameron, lo siento mucho.

Lanzando sus brazos a mi alrededor, Hailee me atrae a su abrazo y me dejo llevar. Es tan jodidamente fácil que sé que si alguien podría verme pensarían “qué coño”. Pero no me importa. Desde que me senté frente a mamá y papá hace cinco noches, mientras  intentaban explicarme lo que estaba sucediendo, he estado caminando aturdido. Incapaz de procesar la verdad, mi nueva realidad.

Mi mamá no está deprimida, tiene un tumor. Durante cuatro años, la vimos perderse por los cambios de humor, los altibajos y el letargo paralizante. Pero no era su cerebro, no en lo más mínimo. Es un invasor, un tumor de cuatro pulgadas que comprime su lóbulo frontal.

Las manos de Hailee me frotan la espalda mientras me aferro a ella, luchando contra las lágrimas que habían estado atrapadas en mi garganta desde el sábado.

—Cameron —su voz es tranquila—. Mírame.

Me aparto suavemente, sosteniéndome con el brazo extendido.

—Estoy aquí. Dime que necesitas. Dime qué puedo hacer.

El alivio es inmediato, cayendo sobre mí como un maremoto imparable. Toda la semana había querido hablar con Hailee, confiar en ella. Estar con ella. Había sido como atravesar arenas movedizas cada día más y más bajo, amenazando con ahogarme en mi ira, dolor y confusión.

No debería haber estado en la escuela y definitivamente no debería haber estado en ese campo de fútbol esta noche. Pero mis padres me hicieron prometer que continuaría como si todo fuera normal.

Normal.

Era una maldita broma si alguna vez escuche una.

Querían que fuera fuerte, que llevara la carga y que no me derrumbara. Pero no soy fuerte; me

estoy rompiendo en los bordes. Poco a poco todo se deshace. Y envuelto en los brazos de la chica que ha tenido mi corazón por más tiempo del que quiero admitir, finalmente me dejo caer.

—Quédate conmigo, Hailee —ahogo las palabras de mi garganta que está en carne viva por todas las lágrimas que he llorado—. Necesito que te quedes conmigo.

—Si quieres que me quede contigo, entonces aquí voy a estar. —Ella me regala una sonrisa incierta, pero es suficiente.

En ese momento, lo es todo.

Sin más palabras, me pongo de pie, tirando de Hailee conmigo y la llevo a mi habitación. Mis padres decidieron salir esta noche. El doctor Kravis ha programado su cirugía para la próxima semana, así que mi papá insistió en que pasaran un tiempo juntos. Por si acaso.

Por si acaso.

Mierda.

—¿Cameron? —Pregunta Hailee, mientras me congelo.

—Lo siento, yo estoy…

—Ey, está bien. —Ella aprieta mi mano antes de moverse delante de mí, tirando suavemente hacia mi habitación. Cuando llegamos a la puerta, Hailee no duda en entrar. El aire es denso a nuestro alrededor, los acontecimientos de las últimas semanas nos pesan mucho a los dos.

—Cameron —dice soltando mi mano y volviéndose hacia mí—. Yo…

—Ven acá. —Agarro su mano, jalándola hacia mí hasta que miro sus ojos color miel que brillan con nada más que compasión y comprensión—. No tienes idea de lo que significa para mí que tu estés aquí.

—Fui al vestidor —admite—. Justo después de que dejaste el campo. Fui a buscarte. Pero ya  te habías ido.

—Necesitaba espacio. Cuando ese bloqueador me abordó, fue como si todo me golpeara. Mi mamá. Esta cosa contigo y Thatcher. Xander. Suena tonto, pero mi vida pasó ante mis ojos y yo…

—Trago saliva. Sonando como loco. Pero Hailee no parece asustada.

Ni siquiera un poquito.

—No es tonto —dice—. Te lastimaste y dadas las circunstancias es comprensible, Cameron.

Estás bajo mucha presión y…



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En el texto hay: problemas, amor, futbol

Editado: 13.12.2020

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