Con solo un rastro de color

6-¿¡Equipo!?

Era temprano en la mañana y el equipo encargado de cocinar esa semana estaba preparando el desayuno.

—Bien, entonces: tortilla, pan, mantequilla, jamón y waffles con miel, jugo de naranja, leche y café —enumeró Nessa—. ¿Falta algo más?

—No, creo que no, todo está listo —le dio una sonrisa tranquilizadora—.

—Bien... —suspiró—.

—Por cierto, Nessa... —le dio una sonrisa cómplice—

—¿Sí? —le miró con desconfianza—.

—¿De verdad no te gusta Dimitri? —al ver la cara de asco de su compañera, se adelantó—. Es que creo que le gustas...

—Damian, creo que tanta comida chatarra al fin te arruinó el cerebro —salió de la cocina llevando las cosas para la mesa—.

Pero eso solo hizo que su amigo se propusiera algo antes de que acabara el primer año: juntar al Ivanov con la Bianchi. Aunque era una tarea difícil, después de pensarlo mejor se le ocurrió algo que podía funcionar, pero antes tendría que comprobar su teoría de la manera... tradicional.

En esos momentos se encontraban en el salón de pintura las 5 TM (Tallas Mundiales), por lo que a Damian se le ocurrió algo aprovechando que Dimitri se sentaba bastante cerca de él, lo suficiente para oír su conversación.

—Sabes, Rony, para mi pintura estaba pensando en pintar a una chica —comentó de manera tranquila—.

—¿A quién? —preguntó extrañado su amigo—.

—A Nessa —y definitivamente a Damian no le pasó desapercibida la mirada de muerte que le dio el pelirrojo cuando mencionó a la dama—.

—Buena opción —aprobó su amigo—.

Horas después, Abel y Dimitri se encontraban dirigiéndose a la biblioteca, percatándose de que el encargado de estudio seguía en la misma mesa enfrascado en un libro, cosa que ignoraron y se dirigieron al mismo lugar que la otra vez con la esperanza de encontrar algo más. Al llegar se fijaron en que todo estaba como lo dejaron; comenzaron buscando en todo el lugar y encontraron distintas marcas y algunos papeles sueltos, pero estos estaban en portugués.

—¿Deberíamos poder traducir las palabras con el traductor, no? —preguntó Abel—.

—Lo dudo, estos documentos parecen del siglo XIX. Desde esa fecha hasta la actualidad el portugués ha sufrido varios cambios, así que dudo mucho que eso funcione...

—¿Crees que Elenice pueda hacerlo? —aunque no lo admitiera, tenía mucha curiosidad por descifrar lo que pasaba—.

—Posiblemente sí o posiblemente no. Es muy viejo, pero al ser escrito por un antepasado de ella, tal vez tenga más constancia de lo que significa —Dimitri se estaba replanteando el decirle todo a la joven, pero sabía las obvias consecuencias que esto traería—. Por ahora concentrémonos en buscar más información.

—Por cierto, creo que encontré un pasadizo en mi habitación, solo que no tengo ni la menor idea de cómo entrar.

—Bien, entonces esta noche iremos a ver.

Sus teléfonos sonaron dejando tensión en el ambiente, hasta que leyeron el mensaje:

Dania Reyes: Reunión en la sala a las 5 pm, por favor todos estén ahí a esa hora.

Ambos se quedaron un rato más en su "cueva secreta", como la llamaron ellos, buscando más información en cuadros y, detrás de uno de estos, encontraron un mapa que luego se encargarían de descifrar, ya que se tenían que ir si querían llegar a tiempo a la reunión.

Ya eran más de las 5 en punto de la tarde y en la sala de estar se encontraban todos.

—Les explicaré el motivo de la reunión —Nessa fue la que habló para aclarar las dudas de todos—. Seguro sabrán que esta institución es muy fanática de los juegos y que cada año hay muchas actividades deportivas —todos asintieron—. Pues verán, este fin de semana habrá un torneo de básquet, y como las chicas no sabemos jugar muy bien —lo pensó un momento—, más bien no sabemos, ¡a los chicos les tocará ser equipo!

—¿Equipo? —preguntaron todos a la vez, incrédulos—.

—¡No pueden organizar un partido y avisarnos 2 días antes! —se quejó Rony—.

—Es cierto, además tenemos que preparar muchas cosas —apoyó Damian—.

—No juego —dijo Abel sin mucho rodeo—.

—Está bien, ya me tocará decir que los hombres de nuestra fraternidad no pueden jugar —dijo Nessa con decepción—.

—¿Y cuando pregunten el por qué, qué dirás? —le preguntó Dania con cara de preocupación, pero siguiéndole el juego a la castaña—.

—No sé...—suspiró—, pero no tengo más opción que decir la verdad, ¿no?

—¿Qué verdad? —preguntó Rony—.

Nessa y Dania se dieron una pequeña mirada cómplice. —Pues la única que hay —explicó la española—: que los chicos de nuestra residencia no quisieron jugar por miedo a perder...

—¡¿Ja?! ¿Miedo? ¿Quién dijo eso? —preguntó molesto Damian—.

—Pues es lo que dan a entender por poner tanta queja al hecho de que solo es un simple partido de básquet —le respondió la castaña de forma inocente—.

—Está bien, jugaremos...

Al final los 3 aceptaron jugar, mientras que los otros 5 miraban incrédulos cómo Nessa y Dania habían sabido manejar tan bien la situación.

—¡Perfecto! —sonrieron ambas—. Entonces lo dejaremos todo en sus manos.

—Si lo dejarán todo en nuestras manos, ¿por qué no se van? —preguntó Abel—.

—Porque sabemos lo que conlleva armar un equipo y preferimos vigilarlos para evitar peleas —dijo de manera obvia Dania—.

Después de esa charla todos fueron al gimnasio, donde al lado quedaba una pequeña cancha de baloncesto y jugarían allí. Estaba bajo techo y tenía luces brillantes como focos sobre el juego, pero todos preferían jugar con la cálida claridad del sol que entraba por las ventanas. Contaba con algunas banquetas a los lados de la cancha, asientos cómodos y espaciosos, con una grandiosa vista hacia el juego. Una cancha limpia y reluciente, bien pulida, y los encestos eran difíciles de hacer, ya que estaban altos, adecuados para el tamaño promedio de un adolescente.

—¿Por qué habrá una cancha de baloncesto en un gimnasio? —preguntó Ariadna a nadie en específico—.




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