Incrédula y sin aire en los pulmones, te encontré de regreso de la universidad apoyado en uno de los escalones de mi porche.
Tú como siempre, tan perfecto sin querer serlo, sonreíste al verme, causando que mi corazón se saltara un latido y que miles de sensaciones fueran halladas en un campo de sentimientos encontrados.
Necesitabas entrar a mi casa y yo con mucho gusto te dejé entrar; ese fue mi error, no dí en el blanco. Cuando yo pensaba charlar contigo, tú pensabas del mismo modo, la diferencia está en el que, preferiste dejarme a un lado y entablar una conversación con Sophia por el teléfono celular. Según lo escuchado, eran algo más que amigos.
Esa noche no pude dormir, mi mente no se cansaba de trabajar.